Una guía de colores para convivir con el SARS-CoV-2
Las reglas que estipulan la distancia social de dos metros entre personas para reducir la diseminación del coronavirus están fundamentadas en teorías anticuadas sobre el tamaño de las gotículas respiratorias que una persona produce en lo cotidiano. Los últimos estudios en los que han colaborado físicos, infectólogos y microbiólogos señalan que, en las exhalaciones de aire, hay gotas de todos las tallas que quedan atrapadas en nubes invisibles de gas para ser transportadas a grandes distancias. Aunque el viaje en sí no implica que, llegados a esas lejanías, los virus tengan capacidad de infección y transmitir por tanto la enfermedad, es importante tener en cuenta la relevancia del papel que juegan la ventilación, el tipo de corriente de aire y la naturaleza de la actividad humana realizada cuando esa nube invisible se estabiliza y queda flotando en un espacio cerrado. La incertidumbre es mayor cuando se pasa de la ciencia física a la ciencia biológica, pues la transmisión del coronavirus depende en gran medida también de la carga viral que expulsa una persona contagiada, la duración de la exposición y la susceptibilidad del receptor a la infección, pues no siempre son las mismas. Sobre esta cuestión hay publicado un estudio en la revista especializada British Medical Journal en el que Nicholas R. Jones y un grupo de investigadores proponen una serie de recomendaciones graduadas a las condiciones ambientales, en lugar de la monolítica recomendación de la distancia de los dos metros de la que se ha hablado desde el inicio de la pandemia. Es una guía de colores que refleja la multitud de factores que influyen en el riesgo de transmisión del virus, proporcionando información de los contextos con más riesgo pero, más importante, de las circunstancias en las que, por su bajo riesgo, los individuos pueden sentirse más en calma con la nueva normalidad.