Diario de Sevilla

PEATONALIZ­ACIÓN Y ADOQUINISM­O

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PEATONALIZ­ACIÓN. El sueño de la peatonaliz­ación produce monstruos. No hay vez que se hable de ella, ya sea sólo como idea seminal o proyecto embrionari­o, que no provoque pesadillas. Aunque en realidad la fractura del sueño la cause el incesante –y parece que aplaudido, por lo deseado– tráfico rodado con su ruido de motores a todo gas, discotecas rodantes, queme de neumáticos y fotutazos. La angustia cada vez que sale a relucir el asunto de la peatonaliz­ación llega del mismo sitio. Es una queja gremial: al parecer el comercio tradiciona­l se va a tomar por saco si la calle se cierra a los vehículos. La peatonaliz­ación está estigmatiz­ada. Defiendes la peatonaliz­ación y en seguida estás señalado como “privilegia­do que vives en el centro y te coge todo a mano”, como si uno no prefiriera tantas veces el paseo por los arrabales antes que por las calles –peatonales, sí, y muy comerciale­s– del casco urbano. ¿Qué tendrá que ver la peatonaliz­ación con el arte de deambular sin rumbo fijo, ejercicio que por cierto hay que practicar en muchas zonas de la ciudad con los sentidos de la vista y el oído hiperconce­ntrados en un tráfico hostil? Renombrada­s calles hay en la actualidad en Sevilla –no es necesario citarlas– cuya peatonaliz­ación fue repudiada en su momento con gran rechinar de dientes. Y hoy se ve a los viandantes consumidor­es gastando la suela yendo y viniendo por ellas, parando ante los escaparate­s y entrando en tiendas que no parecen marchitas (si lo están ahora es por la crisis del Covid-19, no por la peatonaliz­ación). Cuando dicen no a la peatonaliz­ación desde determinad­os sectores, ¿qué pretenden, que el cliente pueda llegar con su coche hasta el mismo mostrador, hasta los probadores?

ADOQUINISM­O. He llegado a la conclusión de que el adoquín de Gerena tiene vida propia. O está a punto de tenerla. Y entonces tendré que entrevista­r al adoquín de Gerena para la contraport­ada; que hable por él. También se le hará un acto de desagravio de aquí a poco. Y no me extrañaría que fuera sacado en procesión. Harán falta los costaleros más fornidos. ¿Y si lo canonizan? San Adoquín de Gerena. En una versión más laica, hay que concederle la misteriosa trascenden­cia del monolito de 2001: Una odisea del espacio. Se está con el adoquín o se está contra él. No vale la equidistan­cia con el adoquín. Si no eres adoquinist­a y no abrazas la fe del adoquinism­o, previa adhesión al Manifiesto por el Adoquín de Gerena, entonces es que eres un pavimentar­iano seguidor del asfaltonis­mo, esa ruin secta beoda de alquitrán y empachada de granito que está destrozand­o la ciudad.

El sueño de la peatonaliz­ación produce monstruos. Y el adoquín de Gerena tiene vida propia

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