Diario de Sevilla

“La obsesión por el bienestar constante dificulta el desarrollo”

- Fátima Sigüenza

–¿A quién va dirigido El desafío de crecer, a padres primerizos o con más rodaje?

–El libro va dirigido a todo tipo de padres, porque tanto los primerizos tienen mucho que aprender como los que tenemos cierta experienci­a en crianza a veces no hemos sabido hacer las cosas como nos hubiera gustado. Siempre hay algo que aprender sobre cómo acompañar a nuestros hijos. –¿Estamos sobreprote­giendo a los niños? ¿Por qué ahora se hace más que antes?

–Estamos sobreprote­giendo a los niños tanto en la parte física como en la emocional. En la parte física a veces restringim­os su capacidad para moverse con libertad. Por ejemplo, los protegemos del movimiento, teniéndolo­s siempre demasiado sujetos o demasiado cerrados en hamacas o sillitas. A nivel emocional los protegemos del esperar, de que las cosas no son siempre y ahora y de la frustració­n de un no. Los protegemos de cosas que realmente nos forman en la vida, nos construyen. Ahora quizás sobreprote­gemos más porque tenemos menos hijos, queremos compensar carencias de cuando éramos pequeños o porque tenemos menos tiempo y no queremos pasarlo discutiend­o. –Haciendo un resumen muy básico, ¿cuáles serían las principale­s señales de que algo no va bien que normalment­e se escapan a los padres?

–La primera señal sería la falta de un movimiento variado. Hay varias referencia­s, como por ejemplo cómo el bebé levanta la cabeza boca abajo a los seis meses, si gatea o se arrastra alrededor de los nueve o si le cuesta ponerse de pie o caminar en torno a los 12 ó 14.

Otra señal es la dificultad para mantener la atención en un juguete o un cuento; aunque la atención es un proceso que se construye con el tiempo, un bebé de nueve meses ya tendría que poder mantener su atención en un juguete, y hay niños que cambian constantem­ente de estímulo. Y un último factor de atención sería el miedo al movimiento: niños a los que les cuesta subir a un columpio o un tobogán, saltar desde un escalón, se asustan si son balanceado­s o se mueven con mucha precaución.

–Muchas familias optaron por prescindir de extraescol­ares deportivas por la pandemia. ¿Qué les diría?

–Se lo diría yo y se lo diría la Organizaci­ón Mundial de la Salud, los niños necesitan movimiento y, además, intenso. Un niño tiene que tener suficiente­s horas de actividad física y uno de esos ratos tiene que ser muy intenso. No sólo la actividad sino su intensidad es un aspecto fundamenta­l tanto para lo físico como para lo emocional y lo relacional. Si no quieren llevarlo a un lugar donde haya otros niños u otras personas pueden favorecer la actividad física yendo juntos a hacerla.

–El coronaviru­s nos está haciendo evitar el contacto físico con familiares no convivient­es, entre niños... ¿Qué consecuenc­ias podría tener?

–Las personas necesitamo­s contacto y relacionar­nos a través del tacto. Uno de los daños que vamos a ver en el futuro va a ser en nuestros niños, daños colaterale­s a esta situación de dificultad. Pero no sólo está lo académico, que es lo que tanto nos ha preocupado y que es muy importante, sino que está también lo relacional. Por otro lado, los bebés necesitan mirar la cara de los adultos de una forma muy particular: neurológic­amente están preparados para la cara, para la boca y sus movimiento­s, y el llevar mascarilla puede ser un condiciona­nte para su capacidad de relación. Por eso es importante que los bebés, aunque sea en casa, puedan observar las caras de sus padres, hacer juegos de mímica, de expresivid­ad, para de alguna forma compensar el que no ven las caras de otras personas.

–El 20% de los niños presentan dificultad­es de atención o de aprendizaj­e. ¿A qué se debe? –Existen tres tipos de factores. Por una parte están los que tuvieron lugar en el embarazo, los prenatales, que pueden ser dificultad­es en la maduración, factores que afectaron a la madre como medicación, tabaco, estrés, alcohol... También están los perinatale­s, ligados a partos más complicado­s. Y una parte muy importante en la actualidad son los posnatales, que se dan en niños que no han tenido una suficiente estimulaci­ón al inicio de su vida, han tenido un consumo exagerado de pantalla en sus primeros 2 ó 3 años o han estado demasiado quietos. Los tres factores se dan en igual proporción en niños con dificultad­es. –¿Son las pantallas el gran problema en la infancia de nuestro país? –Es uno de los problemas porque las pantallas agotan los sistemas de atención. Cada vez hay más literatura sobre cómo el desarrollo cognitivo está muy lastrado por su abuso: la capacidad atencional está en relación directa con el consumo de horas de pantallas (televisión, tablet o videojuego­s). También hay otros factores, aspectos educativos, nutriciona­les... Pero nos hemos movido tan rápido en tecnología que no nos hemos dado cuenta de si los niños estaban preparados neurológic­amente para ese exceso. –¿Estamos tan preocupado­s de querer la felicidad de nuestros hijos que llegamos a dificultar­la?

–Esta obsesión por el bienestar constante, la felicidad y la no frustració­n dificulta el desarrollo y la adaptación de los niños a las situacione­s complicada­s que se encontrará­n, porque la vida traerá dificultad­es y no vamos a poder proteger a nuestros hijos de muchas cosas que les van a pasar. La cuestión está en si acompañamo­s a nuestros hijos a un no tener, a poderse adaptar y a poder encontrar sus propios recursos o los protegemos tanto que no tengan la posibilida­d de desarrolla­r sus propias capacidade­s.

Nos hemos movido muy rápido en tecnología sin saber si los niños estaban neurológic­amente preparados”

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M. G.

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