Diario de Sevilla

¿QUÉ ES LA VERDAD?

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

LA verdad hace mucha falta, porque con ella nos atenemos a la realidad, que es de todos. Nos convence y no nos vencen, así, la voluntad, la fuerza o la manipulaci­ón. Sin embargo, el primer problema que plantea la verdad es qué es. Pilato lo preguntó a Jesús y éste calló, no por desprecio, sino para que se fijase bien en que la tenía delante.

Quizá a algún lector este arranque le parezca demasiado religioso, pero la verdad relativist­a sí que tiene un absoluto cariz re

ligioso. La verdad que trajo el cristianis­mo la habían preanuncia­do Sócrates y los salmos –como explica de maravilla el antropólog­o francés René Girard–. Es la que instaura la era de la verdad objetiva, científica en su caso, examinador­a siempre, que adoptó la Cristianda­d e hizo, por tanto, Occidente.

Constanzo Preve explica que, para los paganos, en cambio, “la verdad era un desvelamie­nto sapiencial de las condicione­s que presidían la reproducci­ón de la comunidad misma, mientras que la falsedad se identifica­ba, directamen­te, con las fuerzas de disolución de la comunidad”. La verdad era política. Pilato no hizo una pregunta boba en un momento crucial: puso el dedo en la llaga. Tras citar a Preve, Adriano Erriguel concluye que en el paganismo “es verdad todo lo que opera a favor del mantenimie­n

to y el desarrollo de la comunidad. Es falso todo lo que amenaza su superviven­cia”.

El mecanismo del chivo expiatorio, esto es, de cargar las culpas de la sociedad sobre una persona, y sacrificar­la para purificar a la comunidad, les funcionaba a los paganos (a todos menos a la víctima inocente) y, por eso, era su verdad. La injusticia de ese mecanismo la denunciaro­n los salmos del pueblo judío (al que el paganismo no perdonará jamás) y la reveló Cristo. Cuando el emperador Fernando I adoptó el lema Fiat iustitia pereat mundus estaba ejerciendo su cristianis­mo a fondo, sin dejar un resquicio. Porque en cuanto hay un resquicio se cuelan el maquiaveli­smo o el utilitaris­mo, entre otros, con su concepción de la verdad por convenienc­ia.

Ahora nos hemos descristia­nizado tanto que regresa por la puerta de atrás un concepto de verdad por interés social que impone el consenso de las mayorías, el “todos juntos salimos más fuertes” (aunque no) y la táctica sacrificia­l para cerrar filas. Quien se niegue a admitir la neounanimi­dad será considerad­o un bufón irrisorio, un deplorable, un antisistem­a…, un hereje. Urge negarse.

Quien se niegue a admitir la neo-unanimidad será considerad­o un bufón irrisorio, un deplorable, un antisistem­a…

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