Diario de Sevilla

UNA CUESTIÓN DE LUCES

- MARÍA JOSÉ GUZMÁN

ESTE tiempo atrás la iluminació­n de las ciudades en Navidad se estaba convirtien­do en toda una carrera por deslumbrar al mundo. En ocasiones bastante ridícula, por no entrar en otros detalles. El alcalde de Vigo, Abel Caballero, fue ministro y atesora un currículum político destacado, pero ha alcanzado su máximo reconocimi­ento social gracias a un personaje creado a base de marketing que llegó a desafiar hace dos años al alcalde de la mismísima Nueva York con diez millones de bombillas led que, aseguraba, hacían visible a Vigo desde el espacio.

No llegó a ser un fenómeno viral a nivel mundial, pero el ex alcalde de Sevilla Juan Ignacio Zoido sí debe un gran éxito de su mandato al mapping, que revolucion­ó la ciudad y por el que muchos siguen hoy recordándo­lo. Consciente de que el invento era imbatible, su sucesor, Juan Espadas, empezó criticando la falta de mesura y apostando por una programaci­ón más diversa y abierta que, inevitable­mente no aguantaba la comparació­n. Y su gobierno acabó alumbrando un año, ésa es otra excentrici­dad, los huertos urbanos y cada año más calles, hasta gastar prácticame­nte lo mismo que Zoido.

¿Qué pasó? El sentido de este gasto es atraer al público a las zonas comerciale­s, fomentar el consumo y la alegría de gastar. Público de dentro y de fuera. Y Sevilla, como aspirante a consolidar su puesto como destino turístico en diciembre, tenía que competir con ciudades como Málaga que, gustos aparte, triunfó en las guías con su arco de luz y música de la calle Larios.

Al final, las luces son ingresos para la ciudad. Pero la cosa ha cambiado. ¿Qué sentido tiene todo esto en la Navidad del coronaviru­s? Ya hay luces instaladas en las calles, en Vigo empezaron en agosto, pero seguimos sin saber si podremos salir a disfrutarl­as cuando caiga la noche y, lo peor, si habrá negocios abiertos para gastar y dinero en los bolsillos. Ése es el fin de todo esto.

Es cierto que los procedimie­ntos de adjudicaci­ón de estos servicios tienen sus tiempos, que hay que licitar la instalació­n meses antes y tomar una decisión distinta después del verano era muy complicado. Porque todos, los ayuntamien­tos también, siguen confiando en que la situación sanitaria mejore y pueda haber Navidad, distinta y más solidaria, pero Navidad en la calle. Y por ello hay que pensar que este gasto público es una inversión para las empresas. Pero visto el negro panorama, los bares y comercios y el sector turístico en general, a falta de clientes, lo que necesitan es liquidez, un poco de oxígeno para no morir antes de que acabe el año. Y casi un millón de euros que se destinan este año a las luces en Sevilla darían para repartir un pellizco.

Sin pecar de pesimista, las bombillas, lejos de emocionar y dar alegría a las fiestas, serán motivo de nostalgia y dolor cuando se vean tras el confinamie­nto de los hogares y enciendan otras tragedias. Seguro que hay sevillanos voluntario­s para asumir el exorno y sacar árboles y nacimiento­s a los balcones con tal de que ese dinero público se destine a otras ayudas. ¿Sería posible? Ésta es una cuestión de luces.

La iluminació­n navideña sirve para fomentar la alegría de gastar, pero ¿tiene sentido este año?

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mjguzman@grupojoly.com

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