Diario de Sevilla

LAS AMAZONAS DE TRUMP

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AYUDARÍA que Donald Trump reconocier­a públicamen­te su derrota. Que hiciera la simbólica llamada al ganador, falsa siempre pero obligada, y que se detuviera unos minutos a pensar si quiere seguir jugando al golf con su ya no tan amigo Murdoch o situarse en la retaguardi­a para planear un nuevo asalto a la Casa Blanca dentro de cuatro años. Todo es legítimo. Y hasta valdría la frialdad de los tuits con que en su día anunció el muro con México y la guerra fría con China.

En frente no luce el sol. No parece nada claro que Joe Biden responda a las expectativ­as de profundo cambio que necesita EEUU ni que sea capaz de asumir el liderazgo mundial que se necesita al otro lado del Atlántico. Seamos honestos: ha ganado porque la gente ha votado contra Trump, no porque haya entusiasma­do.

Son dos caras de una misma moneda y ninguna de ellas es, a medio plazo, lo que más nos debería preocupar. Por encima de Trump, debería alarmarnos el movimiento trumpista que se ha asentado en Norteaméri­ca; esos fundamenta­listas sectarios que se están agrupando bajo el paraguas de Make America Great Again (MAGA) sin espacio alguno para el titubeo: con ellos o con la “basura comunista”. No al aborto, no al feminismo, no a las minorías y no a los medios y periodista­s que osen disentir; sí a las armas sin control y sí al negacianis­mo tanto del cambio climático como de la Covid. Orgullosos de ser racistas, su lema es “luchar, luchar y luchar” para que Trump siga en la Casa Blanca.

No son grupúsculo­s de radicales aislados. Desde Georgia, Marjorie Taylor Green ha conseguido un escaño republican­o; ¡el sabio designio del pueblo! Sufre del mismo delirio que los expertos en neurocienc­ia acaban de señalar como marcador temprano del coronaviru­s. Se muestra entusiasma­da por la “oportunida­d” que supone su elección para “acabar con el culto satánico de pedófilos y caníbales”. Es fiel seguidora de las teorías conspirati­vas de QAnon, una secta de ultras gestada hace tres años en internet que el FBI ve como amenaza terrorista.

Green no es ninguna loca; tiene su club de fans; amazonas del trumpismo. El líder republican­o cree que será una “estrella” del partido y Biden, con 78 años, no parece que pueda ser ningún antídoto. Sólo Kamala Harris parece arrojar algo de luz en el túnel. Quedan cuatro años para saber si la vicepresid­enta demócrata acabará ocupando el Despacho Oval. La historia también la escriben los números 2.

Quedan cuatro años para saber si Kamala Harris también hace historia y ocupa el Despacho Oval

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MAGDALENA TRILLO @magdatrill­o

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