Diario de Sevilla

En la muerte de Antonio Falcón (1951-2020)

● Puso en marcha el Plan Romero del Rocío y condensó su apasionant­e vida en un libro, ‘Ejercicio de Memoria’

- Francisco Correal

Pive Amador podía prestarle el título de su último libro, El Arte de Vivir, para resumir en estas líneas la apasionada vida de Antonio Falcón (Alanís, 1951Sevill­a, 2020), un número más, un amigo menos, en las cuentas del coronaviru­s. Antonio, ya mermada su salud, acudió a la presentaci­ón del libro de Pive, sus ref lexiones a propósito de Gracián, en Mairena del Aljarafe. El batería y mánager de Silvio sale en el libro de Falcón Ejercicio de Memoria, que subtituló Copia de Seguridad porque fue entregando los ejemplares a los amigos en un contraband­o de afectos. A mí me lo dio en la Campana unos días antes del primer estado de alarma, compartien­do un café y una torrija.

Esta vez no podré llamarlo el próximo 14 de abril para felicitarl­o en su cumpleaños. Nació en Alanís, hermoso pueblo de la Sierra Norte sevillana, j usto veinte años después de la proclamaci­ón de la Segunda República. A él le tocó prestar un impagable servicio a la Monarquía parlamenta­ria desde diferentes frentes. Fue Jerónimo en la clandestin­idad. El Partido Comunista al que se afilió muy joven le encomendó la organizaci­ón de la manifestac­ión del 4 de diciembre de 1977 y las campañas de las elecciones generales de ese año y las municipale­s de 1979, el año que mejores resultados obtuvo el Partido. De la mano de Pepote Rodríguez de la Borbolla, fue nombrado director general de Política Interior de la Junta un mes antes de que Felipe ganara las elecciones de octubre de 1982.

Fue el impulsor del Plan Romero que articuló las infraestru­cturas y la logística de la romería del Rocío. Dio el salto a la política estatal en el Plan Nacional contra la Droga. Hizo la mili en Ceuta, donde coincidió con Tarzán Migueli, el impetuoso zaguero del Barcelona. Dirigió el Colegio Aljarafe, santo y seña de la pedagogía, y fue con sus alumnos a una visita a la Moncloa cuando era presidente Leopoldo Calvo-Sotelo. Después dirigió el colegio mayor Maese Rodrigo, Sorbona estudianti­l en el corazón del Aljarafe. Dedica su libro a su hijo Marcos, a su hermana Quintina y a Maribel, “mi incondicio­nal compañera de los últimos treinta años”. Su muerte se puede tipificar como muerte de amor porque dedicó los últimos años de su vida a cuidar de su desvalida compañera. No hay arte de vivir sin arte de morir. En algún sitio lo esperan sus amigos: Rafael Álvarez-Colunga, Juan Teba, Rolando Campos o Paco Cuadrado, el pintor comunista que cerraba el libro del Falcón Maltés bailando por sevillanas.

Su muerte es muerte de amor: dedicó sus últimos años a cuidar de su desvalida compañera

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