Diario de Sevilla

La candela de El Mani y la que arde en Cantora

● Tras despedir a un icono de la época dorada de las sevillanas, Kiko y Pantoja encarnan una ‘Bernarda Alba’ con peineta

- DIEGO J. GENIZ El ‘Falcon Crest’ andaluz

ERA un viernes de junio no caluroso. Una suave brisa refrescaba la sobremesa. El cocido y el pollo en salsa dieron paso al trago largo, acompañado de una variada (y nada adelgazant­e) repostería. Brazos gitanos y palmeras de hojaldre se sucedían sobre el hule multicolor. En ese preciso momento, con el hambre apaciguada y el gaznate contento, El Mani se arrancó por sevillanas. Lo hizo a la sombra de los pinos. En mitad de un camino de arena al que tantas veces le había cantado.

Su voz queda ya para siempre ligada a la historia de las sevillanas, género musical que conoció su época dorada (al menos, de mayor difusión) en la década de los 80, cuando no había discoteca que se preciara que no las pusiera a sonar en las pistas de baile. Años en los que comenzó la verdadera globalizac­ión de las fiestas andaluzas, haciendo del Rocío uno de sus referentes y que tanta promoción consiguió –para bien y para mal– en los temas (como Candela) que populariza­ron los artistas de aquella época.

Para candela, eso sí, la que no se apaga en Cantora. La finca de Medina Sidonia va camino de convertirs­e en el Falcon Crest andaluz y de disputarle el puesto a la de Ambiciones, en Ubrique, también tierra gaditana. Cuando se han cumplido 36 años de la muerte de Paquirri, la finca que dejó en herencia sigue siendo motivo de disputas, no sólo ya entre las tres familias implicadas, sino entre madre e hijo, o mejor dicho, y siguiendo con la estela musical, entre géneros opuestos: la tonadiller­a y el DJ.

Hay quien apunta a que esto viene de lejos y que aquel “pequeño del alma” (seguimos con los 80 y sus estampas icónicas) se ha rebelado contra cierto entorno “nocivo” que influye en su madre. Algunos miran de reojo a su tío Agustín. Otros consideran que es un generoso enfado del treinteañe­ro (casi cuarentón) al que la Pantoja le ha cerrado el grifo de la superviven­cia (ella que tanto sabe de eso).

El detonante podría haber sido que la cantante exigiera a su primogénit­o el coche que, al parecer, está puesto a nombre de una de sus sociedades. Y a Kiko –antes llamado Paquirríne­sto le ha debido disparar los niveles de rencor, hasta el punto de recriminar­le a quien lo subió a los escenarios cuando apenas superaba dos palmos del atura que durante décadas desempeñar­a el papel de “viuda de España” (una Bernarda Alba, pero de peina y volante). Isabel está dispuesta a responder, previa cuantiosa y rentable exclusiva, claro.

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Isabel Pantoja durante un concierto en el verano de 2014.
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D.S. El Mani, frente a la Maestranza.
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