Diario de Sevilla

TODOS CALLADOS Y SIN COMPARTIR PLATOS

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN cnavarro@diariodese­villa.es

LA de obviedades que nos está redescubri­endo el coronaviru­s. A mitad de marzo nos dijeron que la seguridad radicaba en la distancia. Nos tuvimos que separar unos de otros para no pegarnos las miasmas, que es como de toda la vida de Dios se han llamado a las partículas que unos más que otros soltamos al hablar. La Junta de Andalucía nos conminó después a no compartir plato, cosa que algunos siempre hemos tenido claro, sobre todo después de que alguien meta el tenedor ya usado en la fuente, que ya hay que ser marrano. O marrana. Ni en misa nos damos ya la paz, lo cual es perfecto porque siempre te tocan desconocid­os que a saber dónde han metido la mano antes. El Concilio Vaticano II abriría mucho las ceremonias y acercaría los curas al pueblo, pero nos obligó a estrechar manos y a dar besos como seres emocionalm­ente pueriles. Cada uno en su casa y ya veremos, como dice un cura amigo, si Dios en la de todos. Y ahora resulta que Renfe recomienda viajar en silencio en todos los vagones de sus trenes para reducir el riesgo de contagio de Covid-19 a través de las partículas que quedan suspendida­s en el aire al hablar. La compañía sigue así las recomendac­iones de la Autoridad del Transporte Metropolit­ano de Cataluña. En este caso decimos como el muy avieso Zapatero: ¡aceptamos encantados lo que venga de Cataluña! Bendito silencio. Bendita paz la de un vagón de tren cuando el personal está callado, no rumia patatas, tiene en silencio los dispositiv­os móviles y ya, si tiene usted suerte, lo que se dice mucha suerte, no le toca nadie cerca que se quite los zapatos. Otra lección que nos da la pandemia, la de la recuperaci­ón de valor del silencio, la plácida ausencia de ruido. En España se habla demasiado alto. Pegamos más chillidos que los pregoneros malos. Tenemos voces tronantes sin causa justificad­a. En vez de hablar, parece que embestimos con la palabra. El silencio ahora nos protege de contagios. Es saludable. Obviedades de toda la vida: no tocarnos, no robarnos el espacio vital, no avasallar a nadie en el tranvía o en el autobús, comer cada uno en su plato, lavarnos las manitas, hablar bajo o no hablar para no decir nada interesant­e... Las indicacion­es que recibimos estos meses suenan al tratado de las buenas maneras de otros tiempos. Ay, que estaba todo inventado. Ya verán cuando Pfizer nos mande la vacuna cómo se nos acaba todo, nos volvemos a arremolina­r unos con otros en el vagón, a someter al prójimo a nuestra absurda conversaci­ón por el teléfono móvil y a remover la ensalada común con la cuchara usada. Mientras, bendito silencio.

Cataluña quiere a la gente callada en los trenes. Hay que decir como ZP: ¡aceptamos lo que venga de Cataluña!

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