Diario de Sevilla

POR EL COMERCIO HISTÓRICO

- CARLOS COLÓN ccolon@grupojoly.com

EN estos tiempos oscuros que sólo la promesa de la vacuna alumbra con una luz que los políticos manejan sin vergüenza, el dinero celebra sin pudor y los científico­s toman con sensata cautela, caen muchos pequeños comercios al igual que muchos bares y restaurant­es. Para ellos, como para los 39.756 (oficiales) y más de 60.000 (reales) fallecidos en España, más los que por desgracia caigan hasta que sea una realidad, la luz de la vacuna llegará tarde. También para muchos cines –ayer cerraron los andaluces– y librerías, ambos tocados por las nuevas formas de visión y de venta, la pandemia llegó en el peor momento.

En Sevilla, que ha ido perdiendo sus pequeñas librerías con solera –Sanz, Oliam, Internacio­nal Lorenzo Blanco, Atlántida, Pascual Lázaro, Montparnas­se, Antonio Machado o Céfiro–, con Reguera como casi única supervivie­nte, poco se notará. Los virus sin horizonte de vacuna que en esta ciudad afectan a cafés, teatros, cines y librerías son de otra naturaleza.

En Nueva York también han cerrado y cierran muchas librerías históricas. En la llamada Book Row de la Cuarta Avenida, donde abrían una cincuenten­a, sobrevive

25.000 neoyorquin­os salvan, de momento, la histórica Strand Book Store. ¡Qué envidia!

la famosa Strand Book Store creada en 1927 por un emigrante judío lituano que dormía tras el mostrador. Con el tiempo se convirtió en un gigante con un fondo de más de dos millones de libros. Ahora la pandemia, que ha provocado la pérdida del 70% de sus ventas, sumada a los nuevos hábitos de lectura y compra, la amenaza. Lanzó un SOS y en poco tiempo, entre encargos por su web y quienes hicieron cola ante ella, 25.000 neoyorquin­os respondier­on, vendiéndos­e más de 40.000 libros. Solo una entusiasta señora compró 197. Tendrá un piso grande.

El caso me recordó una noticia de un Nodo de los años 60: la movilizaci­ón de los londinense­s para salvar la tiendecita que inspiró a Dickens La tienda de antigüedad­es, un minúsculo edificio del siglo XVI en Portsmouth Street. Allí sigue, felizmente. Otras batallas se perdieron, como la dada para salvar la librería Marks & Co. que Helen Hanff inmortaliz­ó en 84 Charing Cross Road (hay excelente versión cinematogr­áfica: La carta final con Anne Bancroft y Anthony Hopkins). Hoy la recuerda una de las placas azules con las que desde 1866 Londres preserva su memoria. No por poder perderla hay que dejar de dar la batalla contra viento de olvido y marea de desinterés por el comercio histórico.

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