Diario de Sevilla

“Los atajos no existen. Si quieres lograr metas hay que darlo todo”

- Francisco A. Gallardo

–No es conocido por el gran público, pero le pararán por la calle por su físico.

–Sigo en el anonimato, pero por mi apariencia, que no es nada típica, yo no paso desapercib­ido. En Goa, al sur de la India, donde mi familia tiene una casa, o incluso en Vietnam, me paran a pedirme fotos porque no están acostumbra­dos a ver hombres tan altos y llenos de tatuajes.

–Tiene serie en Movistar +, Nasdrovia, y una próxima en Antena 3, Deudas, con Carmen Maura. Eso acarrea unos cuantos selfies.

–Entonces me podrán parar aquí por ser conocido porque ambos personajes son fantástico­s, graciosos y destacan. El público se quedará con mi cara por mis personajes y mi apariencia. Entrar en las casas es lo que tiene, popularida­d y selfies.

–¿Cómo es la vida después de dejar un deporte como el boxeo?

– En mi caso la vida es genial porque he encontrado mi pasión en la actuación. Y además me siento afortunado porque actualment­e vivo de ello. Agradecido también de la época que viví como pugilista y entrenador de boxeo, ya que, si miras con retrospect­iva, todo lo que siembras terminas cosechando: los atajos en la vida no existen. Si quieres lograr tus metas hay que darlo todo y trabajar para conseguirl­as. Pero además el boxeo lo tengo incorporad­o dentro de mis habilidade­s como actor ya que hay muchas escenas de acción en las que tengo que tirar de estas técnicas. –¿El físico ha sido obstáculo para hacer otro tipo de trabajos?

–El físico va en mi favor y a veces en mi contra. Doy la impresión de duro, de tipo malo, y eso en interpreta­ción puede hacer que me haya limitado a hacer papeles en otros registros. Tengo la suerte de que en España estoy trabajando mucho en comedia y me da la opción de mostrar esa parte más tierna que de otra manera sería imposible. –¿Y cómo es ir por la vida de ficción de tipo duro?

–Ser duro es cansado porque me tocan personajes diametralm­ente opuestos a mí. En estos casos tienes que hacer un esfuerzo para entrar en tus emociones, en lo más interno de ti y hurgar hasta encontrar lo que necesita el personaje a quien estás dando vida. También hacer de duro te obliga a escenas de nivel físico muy exigentes. En los contenidos de acción tienes que estar preparado, mental y físicament­e, a lo que pueda pasar. Luego cuando llegas a casa, cuando te rodeas de los tuyos, tienes que volver a recobrar tu personalid­ad y desconecta­r del personaje... y a veces ni es tan obvio ni es tan fácil.

–No hay nada como entretener a los demás.

–Tal vez sea eso lo que engancha tanto. Entretener a la gente es maravillos­o. –¿Cómo es Sergei, su personaje en Nasdrovia?

–Es un mafioso ruso en Madrid, el soldado fiel de Boris, el capo. Es fuerte, muy malo, pero a la vez tiene un punto tierno. El público empatizará con el lado más humano. Los escritores Sergio Sarria, Luismi Pérez y Miguel Esteban lo han hecho muy bien y Marc Vigil es un director increíble que saca lo mejor.

–Y en Deudas es un guardaespa­ldas ucraniano.

–Al servicio de la vieja lisiada Consuelo de la Vega (la actriz Mona Martínez), que es la rival de Pepa Carranza, Carmen Maura. Hay muchas guerras internas y un campo muy versátil de emociones. Es una serie divertida y muy loca.

–¿Qué tal están siendo las condicione­s de trabajo de los actores con la pandemia? –Está siendo difícil para todo el mundo. Preocupado­s, como todos, por nuestra salud, familia, trabajo y nuestro futuro. El rodaje de Deudas se retrasó en varios meses y res

El físico a veces va en mi contra. Doy la impresión de duro, de tipo malo, y eso puede limitar los papeles”

petando todas las normas de seguridad conseguimo­s terminar la serie. Desde dentro se vive como una proeza. –Vamos a la vida real. Se coloca delante de usted un tipo violento que lo pone al límite ¿cómo reaccionar­ía? –Pues mi naturaleza es pacífica. Mi mejor consejo para cualquiera es hallar una solución pacífica a todos los conflictos. Hay millones de formas para arreglar las cosas, incluso con las personas más violentas. Hay que usar el cerebro.

–¿Cómo acaba un niño inglés de los 70 en la localidad de Torrevieja?

–Tuve la suerte de que mis padres decidieran emigrar a España. Tenía 8 años cuando llegué y pasé toda mi infancia y juventud, hasta los 25. –¿Qué recuerdos tiene? –Cuando era niño todo el mundo en Torrevieja dejaba las puertas abiertas y las abuelas se sentaban fuera de sus casas hablando hasta las tantas de la mañana. Mi primer día de colegio, en un centro que se llamaba Cuba, fue sin saber ni una sola palabra en español. La primera que aprendí fue “capullo”. Lo que me decía el que estaba en el pupitre de delante al darse

la vuelta. El director del colegio se llamaba don Ascensio y también daba clases de Inglés, era fan de los Beatles y sabía que yo era de Liverpool, por lo que nos enseñó a cantar el Submarino amarillo.

–¿Cómo llegó aquel niño al boxeo?

–A los 13 años aprendí kárate. Un estilo llamado kyokushink­ai con mi sensei, José Pérez, un segundo padre para mí. Me dio muchas herramient­as para mi vida, sobre todo el respeto a los demás. Pasado el tiempo me apunté al boxeo en un pueblo llamado Daya.

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