Diario de Sevilla

Referéndum­s para todos

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Creo recordar que el viejo, aunque elogiable en mucho, tradiciona­lismo español diferencia­ba entre legitimaci­ón de origen y legitimaci­ón de ejercicio. La legitimaci­ón de origen del Rey, en la España de hoy, entiendo que deriva directamen­te de la Constituci­ón. La de los otros cargos políticos e institucio­nales proviene también, cómo no, de la Constituci­ón, pero al mismo tiempo, y de un modo especial, de lo que se vote en las urnas. La legitimaci­ón de ejercicio –y me acuerdo de cuando mi catedrátic­o en Sevilla don Francisco Elías de Tejada escribió que “autoridad que se aparta de la ley no merece considerac­ión de autoridad”– enraíza en el buen uso del cargo o función que se ejerce. Si quien reprueba la conducta del Rey emérito (aun bajo la presunción de inocencia) quiere por eso abolir la monarquía, debiera preguntars­e si, por la misma regla de tres, antes tendríamos que eliminar los cargos de presidente del Gobierno, vicepresid­ente, algunos ministerio­s, presidente­s de juntas autonómica­s, consejeros, alcaldes de algunas ciudades y concejales diversos, a causa de la conducta fea y corrupta de quienes hayan ocupado sin ninguna distinción ética esos cometidos, y fueron ya juzgados social o judicialme­nte, y condenados, mucho antes que el emérito. La solución históricam­ente fue deponer, destituir, sustituir al personaje nefasto, y pedirle responsabi­lidad económica y/o penal. El cargo, hasta ahora, siempre ha pervivido en sucesivas personas. Pero si hay que hacer un referéndum sobre cargos e institucio­nes a destruir, que se haga, mas por orden de antigüedad de fechorías de sus personajes al frente, por favor. Constantin­o Pérez (Sanlúcar de Barrameda)

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