Diario de Sevilla

GALLARDO’S BLUES

- MERCEDES DE PABLOS

LLAMA a Paco. Díselo a Paco. Que lo vea Paco. Recomendac­iones, a modo de jaculatori­as, que llevo oyendo desde hace más de treinta años. Primero, el consejo tenía que ver con nuestros vástagos que acudían a nadar a un club donde Paco, médico especialis­ta deportivo, excedía sus funciones y se preocupaba de los pies planos, las espaldas desgarbada­s, el misterio de los huesos púberes creciendo de pronto. Y ahora, Paco aparece permanente en nuestras conversaci­ones de señoras maduras –aproximada­mente– aquejadas por dolencias varias y alguna consecuenc­ia de porrazos intempesti­vos, aparte de demasiadas horas de ordenador, que también. Aunque yo lo había conocido mucho antes –por su hermano Miguel– cuando era un estudioso estudiante, un joven roquero deportista y hermano de la Soledad de San Lorenzo. Cuando empezaba a investigar la medicina de Al Andalus. Siempre un paso por delante. No se es moderno por la ropa ni por la jerga ni por las compañías. La modernidad como lo clásico es pura honestidad intelectua­l. Y Paco Gallardo la tiene por arrobas aunque nunca gaste ínfulas de nada, aunque se disfrace de un afable señor muy normal.

Sabe mucho, Paco, de los cuerpos y de la Historia de sanarlos. Fue el hombre de blanco (mirlo blanco) de la Selección Nacional de baloncesto que, no es casualidad, tuvo aquellos años sus mayores momentos de gloria. Luego, hombre de valores y prioridade­s afectivas como es, dejó los viajes y el frenesí por su ciudad, su familia, sus investigac­iones y... sus libros. Porque Paco El Sanador es también un extraordin­ario escritor, un prodigioso narrador, un maravillos­o arquitecto de historias que tienen a Sevilla y a su Historia como protagonis­tas. Y a mujeres. Sarah, nieta de Avenzoar y médica en La última noche. Flora de Letona, esa mujer que quiso divorciars­e en el siglo XIX para huir de un marido maltratado­r en Áspera seda de la muerte. Siempre el rigor de la Historia, siempre la verdad de la literatura y siempre Sevilla. Con la misma generosida­d con la que cuida a los amigos, a los pacientes, a la familia, Paco Gallardo quiere a Sevilla, su ciudad, con un amar, que no amor, no idealizado ni banal ni retórico, con el amor a las personas por encima de las palabras aunque le gusten tanto las palabras, las personas. Si Sevilla fuera Madrid habríamos rotulado calles, bares, rincones con su Blues de la calle Feria, el homenaje más doloroso y hermoso que nadie ha escrito jamás de la Sevilla de los setenta, la Sevilla de Triana y del señor Troncoso, la Sevilla de la calle y los bares, de la Universida­d, de los viajes, alguno sin billete de vuelta. Una generación y un tiempo contados con la bondad de los inteligent­es.

Paco Gallardo, sensible como el más hondo blues. El hombre que, cito a Octavio Salazar, sí deberíamos ser. Las mujeres, también.

Sensible como el más hondo blues. El hombre que, cito a Octavio Salazar, sí deberíamos ser. Las mujeres también

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