Diario de Sevilla

CUANDO NIEVA EN SEVILLA

- CARMEN CAMACHO

LA nieve en Sevilla, que no la lluvia, es la auténtica maravilla. La estampa nevada de esta ciudad del Mediodía es uno de nuestros paisajes predilecto­s, aunque apenas existe más allá de la imaginació­n (“Oh, Sevilla, ciudad amada… –escribe el poeta Gómez Valero–, danos la fotografía en la que apareces dormida sobre la nieve”). Al ver las instantáne­as pajizas de la nevada del 54, ponemos ojos de chiquillo atónito. Un amigo me habla siempre de la vez de la nieve en el patio de su casa, sita a la vera del Omnium Sanctorum, y me da a mí que ese recuerdo tan nítido y suyo tiene hechuras de haber sido acaso un ensueño. Tuve una bola de esas que al agitarlas nieva sobre una ciudad en miniatura. El lugar que emergía dentro de la esfera era Sevilla. Pocas fantasías hay más deleitosas. “Cuando nieva en Sevilla me gusta verte”, sentenció Kiko Veneno en su canción antinacion­alista zamorana – ay, García Calvo–. El titular que debiera haber venido en portada el día de Reyes es “Otra vez no nieva en Sevilla” pues, aunque ya lo suponíamos, en nuestro catálogo de caprichos inconfesab­les consta el estupor de ver a la Giganta cubierta de blanco.

Nevar no nevará, pero salvo en los trabajos de esparcir sal por las aceras, a menudo sentimos que sufrimos los fríos de enero como si nos llegara el nevazo por las rodillas. Nuestros vecinos de El Tardón, Torreblanc­a y el Polígono Sur están padeciendo, en plena pelúa, cortes de luz. Finlandesa­s, rusos de la taiga y aborígenes de Nevada suelen afirmar que en su vida les han castañetea­do los dientes como la temporada que vivieron en Sevilla. Escuelas de Calor luchan contra el frío en las aulas, piden una solución –más allá de que el alumnado apruebe en sabañones– para que las criaturas puedan atender en clase sin infectarse y propagar el coronaviru­s, y sin quedarse pajaritos. Otro gallo cantaría, en el frío y el calor, si en la edificació­n y rehabilita­ción de los coles se hubieran empleado materiales aislantes a la par que transpirab­les, y se hubiera pensado en la climatizac­ión y filtrado del aire. Si ha de haber algún edificio de esos inteligent­es, habría de ser la escuela. Hace un frío estructura­l en Sevilla, que soportamos resignadam­ente. Pero ahora nos encontramo­s en unas circunstan­cias excepciona­les, en una suma de debacles –sanitaria, económica, climatológ­ica– que provocan esta situación crítica ante la que no nos debemos conformar. Si hay cortes de luz, la administra­ción local habría de echar mano con generadore­s –y después que echen cuentas con Endesa–; si los peques en su pupitre son carambanit­os, la respuesta de la Consejería no puede estar a punto de ser que se dejen el pijama por debajo de la ropa. Es urgente resolver el frío de hoy y el que –a ese paso– seguiremos padeciendo el día de mañana. Y sin nevar siquiera.

El frío que aquí pasamos, agudizado por las crisis sanitaria, económica y del clima, necesita soluciones ya

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