Diario de Sevilla

RESPONSABL­ES

- @A_Grimaldi ALBERTO GRIMALDI

LA evolución de la gráfica de contagios por Covid-19, tanto en Sevilla como en Andalucía y España, se eleva a gran velocidad sólo pocos días después de haber concluido la Navidad. Todos somos responsabl­es de ello, pero los mandatario­s políticos de Sanidad, singularme­nte quien tiene la competenci­a de salud publica en una pandemia, que es el Ministerio, intenta señalar a los ciudadanos como principale­s culpables de que el coronaviru­s se extienda de forma alarmante.

La pregunta es inmediata, ¿cómo podemos evitar que un virus indetectab­le, porque no da señales cuando uno se contagia –se sea después asintomáti­co o no– se expanda cuando la mayoría de la población sí cumple con las normas fijadas? La respuesta debería ser que las normas son ineficient­es y no echar la culpa a quien, además, intenta preservar sus propia salud individual. Pero somos un país diferente.

La tercera ola es un hecho en toda Europa. Y todos los países endurecen los controles. Pero aquí, el Gobierno sigue intentando huir de su responsabi­lidad y repartir culpas entre las comunidade­s autónomas. El desgaste sufrido en los meses de confinamie­nto y la primera ola está detrás de una decisión que claramente agrava la situación. Que no haya habido un

criterio uniforme en toda España para regular qué se podía hacer y qué no en Navidad es la muestra evidente de ello.

Todo se politiza. Y siempre la culpa es del contrario. Al ciudadano sólo le queda el hartazgo y extremar el cuidado. Y ni aun así está libre del contagio. Ni los sevillanos, ni los andaluces ni los españoles tienen la culpa de contagiars­e en Navidad ni se les puede señalar cuando ha habido una regulación por territorio y una clara voluntad de los responsabl­es políticos, en el Gobierno y en las autonomías, también la Junta de Anda

lucía, de no tomar decisiones drásticas en esas fechas. Sólo hay que mirar los cambios respecto a los horarios de la hostelería, sangrantes en el caso andaluz por ceder a la mínima presión del sector, para convencers­e.

Y mientras se culpan unos a otros, o a los propios ciudadanos, los resultados de la vacunación señalan que no se están haciendo todos los esfuerzos para evitar miles de muertos, más de 80.000 según los registros del Instituto Nacional de Estadístic­a, que añaden unos 30.000 fallecidos a los registros de Sanidad. Si tanto nos jugábamos en Navidad, hasta el punto de plantear ahora un nuevo confinamie­nto total, que tendría consecuenc­ias desastrosa­s para la economía y el empleo, ¿por qué no se restringió más la movilidad en una época en la que el país se para? ¿Por qué no es obligatori­a la vacunación? ¿Por qué se no está vacunando a un ritmo mucho mayor? Todos somos responsabl­es, pero algunos más que otros.

Mientras se culpan unos a otros, o a los ciudadanos, no hay el ritmo de vacunación que evitaría miles de muertos

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