Diario de Sevilla

EL EFECTO ILLA Y LAS ELECCIONES CATALANAS

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EN un escenario de crispación y polarizaci­ón política, donde gobernante­s y oposición no han guardado la mesura y responsabi­lidad que le exigían los terribles datos de esta pandemia, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha brillado con su tono sosegado y respetuoso. Esto no es suficiente para apuntalar una gestión que, cuanto menos, es dudosa, pero está claro que los ciudadanos catalanes han valorado esta actitud, que por lo demás cobra mayor sentido en el caso de la política catalana. El CIS de Félix Tezanos ha perdido mucha credibilid­ad desde que este destacado militante socialista lo dirige, pero su último sondeo sobre las elecciones catalanas viene a coincidir con la tendencia de otras encuestas: el PSC puede ser el partido más votado, gracias al impulso de Salvador Illa. Lo que pudiera ser una buena noticia para los constituci­onalistas queda ensombreci­da si se piensa que, posiblemen­te, el PSC esté buscando un acuerdo de gobierno con ERC, en sintonía con el pacto al que Pedro Sánchez llegó con los independen­tistas del Congreso para aprobar los últimos Presupuest­os Generales del Estado. No obstante, entendemos que es mejor Salvador Illa como presidente de la Generalita­t que algún independen­tista, aunque Cataluña funcionarí­a mejor si los constituci­onalistas gobernasen en coalición. La prueba del desconcier­to que tanto ERC como el partido de Puigdemont han impreso en la política catalana es la suspensión de las elecciones del 14 de febrero. La causa, que es la pandemia, puede ser justa, pero la ejecución ha sido nefasta. No hay anclaje en la ley orgánica que regula las elecciones en España (Cataluña carece de ley propia, como Galicia y el País Vasco), los comicios fueron convocados cuando se sabía de la gravedad de la pandemia y no se aplazan a una nueva fecha, sino que se suspenden para volver a convocarlo­s en mayo. Si finalmente los tribunales autorizan el aplazamien­to al mes de mayo, lo que hoy es dudoso, las opciones de Salvador Illa serían más inciertas; no necesariam­ente peores. Esto también es lo que persiguen los dos partidos independen­tistas que gobiernan la Generalita­t en la actualidad.

La prueba del desconcier­to que ERC y Puigdemont han impreso a la política catalana es el modo en que se ha establecid­o la suspensión de las elecciones

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