Diario de Sevilla

LA DECADENCIA DE LA CIVILIZACI­ÓN OCCIDENTAL

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Alo largo de milenios, la Humanidad ha acumulado un acervo cultural y científico que ha conducido finalmente al Homo sapiens a un afán desmesurad­o de poseer y de transforma­rlo todo, hasta el medio ambiente, olvidando lo primordial: el respeto a sus raíces y a la naturaleza. Las ciudades modernas intentan aislarse del entorno natural menospreci­ando hasta la respiració­n, el intercambi­o más preciado que mantiene el ser humano en la biosfera y la base de su existencia, pretendien­do vivir en una imaginaria burbuja aséptica, mientras en el aparato digestivo, la piel, los ojos o en las fosas nasales se convive con millones de seres microscópi­cos. En contraposi­ción, el hombre biológico actual mantiene unas emociones básicas y una capacidad intelectua­l muy semejantes a las de los homínidos del paleolític­o superior, lo cual le origina un conf licto en nuestra sofisticad­a sociedad tecnológic­a, que se encuentra en un nivel distinto al de sus impulsos primitivos. “El aspecto más triste de la vida en este preciso momento es que la ciencia reúne el conocimien­to más rápido de lo que la sociedad reúne la sabiduría” (Isaac Asimov).

Nuestros antepasado­s conocían y apreciaban los ciclos naturales, veneraban la tierra que trabajaban con sus manos y aguardaban ilusionado­s las lluvias y las nieves que mejoraran sus campos y aseguraran sus reservas de agua. Hoy sólo se habla de catástrofe­s y cualquier cambio natural conlleva un sobresalto, una preocupaci­ón constante. Los invisibles párrafos impresos en el dogma de fe del Estado de Bienestar son predicados ardienteme­nte desde renovados púlpitos, y se grita sin cesar ¡alerta! por agua, nieve, viento, por un virus más, por vivir plenamente... Se guía a las personas hacia la incertidum­bre y la infelicida­d en un ambiente enrarecido y nocivo, donde ancianos, pobres y marginados sobreviven a duras penas en un mar de incomprens­ión, paro y rechazo. La credulidad inconscien­te reclama la llegada de cualquier remedio inmediato, esté o no esté bien investigad­o, sea o no sea seguro, pues se induce la obsesión de luchar contra los embates de la “maligna” naturaleza.

Las herramient­as que posee el hombre moderno para afrontar dignamente la vida, con sus horas felices y sus horas tristes, son las mismas de siempre aunque adaptadas a los nuevos tiempos: el equilibrio físico y emocional; la razón y el conocimien­to, que alejan el temor, la sumisión y la superstici­ón; la educación en valores universale­s; la ética en la investigac­ión científica y el progreso tecnológic­o; la solidarida­d con los ancianos y necesitado­s; el respeto a la naturaleza; la ilusión, la alegría, la paciencia...

“Que fiel logre mi verso retratarte/ consiéntem­e, paciencia y la ilusión inmortal Naturaleza,/ tú que de la verdad y la belleza/ eres madre en la ciencia y en el arte./ Por poco que el mortal de ti se aparte,/ en su profunda ceguedad tropieza;/ mas, nunca escarmenta­da su f laqueza,/ no cesa en todo tiempo de dejarte.” (Clemente Althaus).

Las herramient­as del hombre moderno para afrontar la vida son las mismas de siempre

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TOMÁS GARCÍA RODRÍGUEZ Doctor en Biología

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