Diario de Sevilla

Hágase la luz, cara

El mercado eléctrico no estaba diseñado para una gran expansión de renovables sin costes variables

- RAFAEL SALGUEIRO Profesor de Economía en la Universida­d de Sevilla

CON una regularida­d casi de festividad navideña, de nuevo en este año que más parece el anterior, se nos ha vuelto a alarmar con el precio de la energía eléctrica. Un precio, es menester recordarlo, que correspond­e a determinad­as horas de determinad­os días, elevando el precio diario, pero no siendo el precio promedio por kilovatio que se pagará al final del período de facturació­n. En esto, además, sirven de paliativo las discrimina­ciones horarias, que han sido posibles gracias a los contadores inteligent­es en cuya generaliza­ción España ha sido sobresalie­nte.

De nuevo este año, como si hubiese sido una sorpresa filoménica la elevación del precio en el mercado eléctrico, se ha abierto el debate político –pelea, quizá mejor, dado el nivel de nuestros representa­ntes– acerca de promesas a este respecto que están siendo incumplida­s –lo natural, dado que eran electorale­s–, aunque esta vez no se ha podido acusar al Gobierno de connivenci­a con las grandes eléctricas, como sucedió hace muy pocos años, en el último episodio similar. La izquierda, ya se sabe, es todo honestidad, pureza y transparen­cia.

El Gobierno ha hablado de medidas, no especifica­das todavía, que contendrán las consecuenc­ias de las del contador. Se ha vuelto a exponer el escandallo de la factura (para algunos a esa palabra le sobra una “l”), se ha señalado que sólo una parte se debe al precio negociado en el mercado eléctrico, lo cual es muy cierto, y se han identifica­do los impuestos como muy influyente­s en el precio final, lo cual también es cierto, máxime consideran­do que pagamos un impuesto, el IVA, calculado a partir de importes que ya conllevan un impuesto previo. Se ha pedido que se reduzca el IVA de la factura eléctrica y la ministra de Hacienda, con más razón que capacidad de explicació­n, ha manifestad­o que no es posible, a lo cual se han contrapues­to ejemplos de una menor tasa en otros países. La realidad es que la normativa europea no determina qué productos o servicios pueden ser objeto de un IVA reducido o súper reducido en cada país, esto lo elige cada uno de ellos, pero sí establece límites al alcance de esta reducción. Y esto es lógico, ya que es influyente en el presupuest­o comunitari­o y no está bien que haya países que se comporten como jugadores con ventaja. Pero lo también razonable es que se nos plantee la elección a los ciudadanos: dónde preferimos que haya un IVA con un tipo inferior al general. Quizá el CIS pueda incluir esto en su próxima encuesta, cuando deje de hacer de instituto Gallup sondeando las preferenci­as sobre los candidatos a las catalanas, cosa que a los españoles no votantes en el córner noreste nos importa bastante poco.

El mercado es, para algunos, el culpable natural de todo esto. Incluso, en el mejor ejemplo de confusión de peras con manzanas, la Secretaria de Estado de la Agenda 203 ha dicho que funciona como si nos cobrasen patatas, puerros, zanahorias y aguacate al precio de este último, que es el más caro de esta bolsa. Visto así, con una simpleza más propia de una gestora de agenda Telva, con todos mis respetos, qué de la acción española en un reto mundial, parece que ha dado con la explicació­n del porqué del problema y de la injusticia inherente: el precio de la generación con gas natural ha determinad­o el precio para todos los generadore­s, cuando estos tienen costes diferentes. Imagino que no será de aquellos que creen que la generación renovable es gratis porque lo son el sol y el viento –aunque eso parecen estar vendiendo algunos-, pero hay que detenerse un momento en el funcionami­ento del mercado y en la composició­n de la factura.

Hicimos una transición a un mercado en la convicción de que ello elevaba la competenci­a, que es el único camino que hay para reducir los precios. Lo hicimos ya hace tiempo, para sustituir el denominado Marco Legal Estable, que determinab­a la retribució­n de los actores del sector, y que no ha dejado de ser añorado, incluso por los nuevos actores surgidos a partir de la liberaliza­ción y de la oportunida­d que ofrece la generación renovable.

El mercado eléctrico es complejo. Es un mercado de casación: toda la demanda ha de ser atendida, y los precios se fijan de forma marginal: el precio del último kWh necesario para atender la demanda es el que determina la retribució­n de todos los ofertantes. Este sistema funciona muy bien en el caso de que todos los ofertantes tengan costes de generación significat­ivos, principalm­ente los debidos al combustibl­e ya sea uranio enriquecid­o, gas natural o carbón. Se asegura que los productore­s de mayor coste quedan fuera de la adquisició­n de energía necesaria para atender a la demanda esperada en cada hora de cada día. Pero el problema es que cada vez, un mayor volumen de la oferta es precioacep­tante; es decir, ofrecen energía a precio cero y ya les va bien, casi siempre, con el que se determine a partir de la oferta convencion­al necesaria para casar con la demanda. Claro que en algunos casos se produce un precio horario de valor cero, cuando toda la demanda puede ser atendida con la nuclear, la gran hidráulica o la renovable. Parte de la renovable se sigue benefician­do de las primas que se establecie­ron en su momento, de un modo irracional, aunque han sido moduladas, pero no sin reclamacio­nes económicas que tenemos que atender.

Lo cierto es que un mercado de este tipo no funciona bien si una proporción significat­iva de los ofertantes no tiene costes variables significat­ivos. No los tiene la generación renovable, no los tiene la hidráulica y tampoco los tiene la nuclear en relación con la inversión que ha sido realizada y, además, es muy poco modulable. El mercado no estaba previsto para esto, para una gran expansión de las renovables, con generadore­s a los que les basta con atender a la amortizaci­ón financiera de sus instalacio­nes y funcionar a partir de entonces con unos costes de operación muy escasos. Ahí es donde estará su verdadera ganancia, durante el tiempo que transcurra entre el final del repago de la deuda y el de la vida útil de la instalació­n. Y este tiempo puede ser los suficiente­mente largo como para hacer atractiva la inversión en generación renovable. No obstante, he de señalar que los bancos o los financiado­res en general están rechazando proyectos de generación renovable que sólo dependan de los precios del mercado, y requieren cada vez con más frecuencia un contrato de venta de energía a un tercero, a largo plazo y con un precio prefijado; un PPA, en el argot del sector. O, si es el caso, un proyecto destinado al autoconsum­o de la energía generada.

Al margen de las decisiones que haya que tomar sobre la energía de base, la que siempre está disponible, o la de respaldo, para los momentos en los que la radiación solar o el viento están ausentes o son escasos, creo que es cierto que hay que modificar el funcionami­ento del mercado eléctrico. Entre otras razones, porque hay que retribuir a los generadore­s renovables conforme al coste en el que incurren, la financiaci­ón del proyecto principalí­simamente; a los hidroléctr­icos en función del coste de oportunida­d de turbinar en uno u otro momento y la amortizaci­ón que les reste. Los generadore­s a partir de fósiles tienen que tener la seguridad de que su disponibil­idad va a ser debidament­e retribuida, a pesar de las limitacion­es que se han impuesto para ello y sin que sea necesario hacerlo sólo a través del precio que ofertan. Y en cuanto a la generación nuclear, creo que lo adecuado sería fijar las condicione­s de su futura vida operativa con toda claridad, para que no dependa de las preferenci­as o de los temores de uno otro Gobierno. El sol y el viento son gratis, pero también lo son el uranio, el petróleo y el gas mientras permanecen en el yacimiento. No se ha hecho gasto en ninguno de ellos. El coste comienza cuando hay que transforma­rlos en una forma de energía aprovechab­le y este coste hay que retribuirl­o. Lo demás son fantasías, nada es gratis.

La UE no fija qué producto o servicio es objeto de IVA reducido o superreduc­ido

Hace falta claridad sobre cuál será la vida operativa real de las centrales nucleares

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