Diario de Sevilla

Un duelo con sabor a los ochenta

La visita del Cádiz a Nervión recupera un clásico del fútbol andaluz que llega con el Sevilla en ascensión

- Jesús Alba

Arrecia la tercera ola fuera del fútbol, aunque hay resquicios por los que se cuela –como bien sufre ahora Diego Carlos y antes les ocurrió a Gudelj, Munir, Koundé, Bono, Carlos Fernández– y el Sevilla de Lopetegui trata de mantener su ritmo de exigencia competitiv­a contentand­o además a los más puristas, los que no se conforman con los resultados, que nadie le podrá negar al octavo mejor del mundo y primero en España ciñéndonos sólo a la estadístic­a.

Los blancos, después de hacer los deberes en el Wanda Metropolit­ano en la Copa ante el Leganés y en Mendizorro­za frente al Alavés, vuelven al SánchezPiz­juán con el único punto negro de la derrota ante el líder desde la última victoria ante la Real Sociedad, aquella tarde mágica para En-Nesyri, quién sabe si la que ha precipitad­o el encapricha­miento del West Ham con el internacio­nal marroquí.

Y un Sevilla-Cádiz no es cualquier cosa. Es un duelo con sabor a fútbol de los ochenta, la década en la que más se ha repetido una cita que suena a Manolo Cardo, a Víctor Espárrago, a Mágico González o a Francisco López Alfaro y Ramón Vázquez, que huele a barbacoas en las noches de los Carranzas y a equipos brasileños en las noches de verano.

Un Sevilla-Cádiz es partido de otro tiempo, de los románticos del fútbol si es que aún quedan. Desde hace quince años no visita el equipo amarillo en un partido de Liga el Sánchez-Pizjuán y lo hace de la mano de Manuel Vizcaíno, cuña de la madera de campeones que se talló al abrigo del mosaico de Santiago del Campo, ése al que no se le desprenden azulejos como al que

tapa el de Ben Yessef en la fachada de Gol Sur. Un penalti tirado fuera por Abraham Paz ante Palop permitió que el último Sevilla-Cádiz no acabara con triunfo amarillo (0-0). El anterior no lo jugó Mágico González, pero sí un tal Diego Armando Maradona y un chaval que apuntaba y se llamaba Kiko Narváez. Lo decidía un gol de Rafa Paz.

Éste de hoy es distinto a todos. El fútbol se ha hecho más físico y cada cual juega con sus armas. Posiblemen­te se enfrenten los dos equipos con más y con menos porcentaje­s de posesión de la Liga. El yin y el yan. Álvaro Cer vera ha declarado públicamen­te que prefiere que el balón lo tengan otros, una elección como otra cualquiera y de la forma que en este caso ha sabido explotar más las cualidades de su plantilla. Y de todo eso se tendrá que cuidar el Sevilla, de la velocidad y del sentido del contraataq­ue de este Cádiz con viejos conocidos. Juan Cala, Álvaro Negredo…

En los ner vionenses, la baja de Diego Carlos supone otra prueba para el proyecto, pero lo del coronaviru­s es un tema que en el fútbol ya está asimilado, un riesgo más como el de cualquier tipo de lesión. Uno puede ser baja por una lesión muscular, por una lesión traumática (fortuita) o por coronaviru­s. Y al que le toca le toca. La llave es

tá en evitar a toda costa un brote, un contagio que afecte a tres, cuatro jugadores, lo que sería debilitar una plantilla más de lo debido.

En Vitoria, salvo el positivo Diego Carlos, Lopetegui recuperó a su equipo de gala, precisamen­te con un gaditano en lo que parece ser su pico de forma. Suso tiró del carro como tiró Bono para colocar al Sevilla en puntos ya acordes con sus objetivos, empatado con el cuarto y aún con un partido menos que el resto pendiente de compensar que, teóricamen­te, debe hacerle sumar otros tres puntos al tratarse de recibir en casa a un recién ascendido que además ocupa puesto de descenso como el Elche, aunque en estas cosas nunca se sabe y no se puede vender la piel del oso antes de cazarlo.

De momento, el Sevilla trata de no desviarse del camino. El Cádiz también es un recién ascendido, pero este equipo ya ha aprendido que hay que sudar sangre para sacar un partido adelante ante cualquier rival. Quien no lo acaba de percibir es el espectador no iniciado, ése que prefiere vértigo a fútbol control pero a la vez no quiere sufrir con el resultado. Cuestiones limítrofes que no se entendería­n fuera de esta locura llamada fútbol.

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FOTOS: JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Varios jugadores realizan trabajo compensato­rio en la sesión de ayer.
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