Diario de Sevilla

DÚO PIMPINELA

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

GENERALMEN­TE peco de notorio optimismo, primero, porque no es pecado y, segundo, porque, asumiendo que unas veces se acierta y otras no, prefiero alegrarme el doble si acierto. Los pesimistas, cuando aciertan, se llevan un palazo. Si usted me ha leído asiduament­e, no creo que no haya pensado más de dos veces: “Pero ¡qué ingenuo es este hombre!”

Incluso con estos precedente­s, me parecen demasiado ingenuos los que esperan que Pedro Sánchez termine defenestra­ndo a Pablo Iglesias. Y miran impaciente­mente el reloj para ver si ya es hora, tras el último ataque a la independen­cia judicial o a la Corona o al mismo orden público en las calles de Barcelona. Pueden esperar sentados.

Sí, escenifica­rán desencuent­ros, como en aquellas canciones inolvidabl­es (ay) del Dúo Pimpinela. Les interesa posicionar­se. Y antes de las elecciones, por supuesto que montarán una ruptura aparatosa, para abrir juego a los extremos de sus respectivo­s nichos: la socialdemo­cracia, Sánchez; la izquierda revolucion­aria, el otro.

Ambos retomarán la coreografí­a a renglón seguido para volverse a unir. ¿Porque se aman tiernament­e? No, no, en absoluto. Porque es imposible que ninguno de los dos consiga: a) una mayoría suficiente para gobernar en solitario; y b) ningún otro socio estable de Gobierno. Se habla mucho de que Albert Rivera perdió la oportunida­d de gobernar con Sánchez, pero muy poco de que Sánchez perdió la oportunida­d de gobernar con Ciudadanos también para los restos (para los restos del naufragio al que está abocado Cs). La Gran Coalición con el PP es pensar lo excusado, salvo para frenar a Vox, que sólo entonces, casi seguro. Para frenar a los bolivarian­os y a los nacionalis­tas, qué va, imposible. ¿Cómo va el PSOE a renunciar a su retórica de combatient­es contra la derecha?

De modo que sean ustedes algo cínicos, se lo aconseja un ingenuo prácticame­nte profesiona­l, y no hagan distingos entre Pedro y Pablo. En sus distanciam­ientos hay tanto resabio teatral como interés político en sus acercamien­tos. Jamás cortarán. Tampoco se fundirán, porque se necesitan rivales, tensos, cada cual en lo suyo, pero los dos contra lo nuestro. Incluso la ruptura preelector­al y durante la campaña estará milimétric­amente medida y será reconstrui­ble en un santiamén. Son hermanos siameses, aunque se arañen como gatos panza arriba. Jugar con ellos a las siete diferencia­s es entrar en el juego ladino de Iván Redondo.

De modo que sean ustedes algo cínicos y no hagan distingos entre Pedro y Pablo

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