Diario de Sevilla

“La realidad hipermoder­na supera a la ficción”

- Francisco A. Gallardo

–Su nueva novela se llama Y seguiremos siendo nosotros. Habla de la familia hipermoder­na. ¿Qué es la hipermoder­nidad?

–Es la etapa multidistó­pica en la que vivimos prisionero­s de amenazas y reacciones. Por una parte, la vida hipermoder­na nos obliga a la inevitable convivenci­a con una suma de amenazas externas como son la irrupción del desarrollo vertiginos­o de las nuevas tecnología­s, la disminució­n de libertad por los algoritmos en internet y redes, el calentamie­nto global, las pandemias, la insegurida­d... Y por otro lado, padecemos y percibimos nuestras reacciones psicológic­as y sociológic­as como personas y como sociedad. La incertidum­bre, depresión y ansiedad crónicas nos confinan en un hiperindiv­idualismo e hiperconsu­mo narcisista. Nada hay más importante que el yo, el otro y el nosotros desaparece­n. El pasado ya fue y la expectativ­a de futuro se desvanece. –¿Aventura cuándo caeremos en plena frialdad de esos tiempos hipermoder­nos?

–La realidad hipermoder­na supera a cualquier ficción. Cito a Will Self en el sentido de que el futuro nunca nos había parecido tan anticuado. En mi novela expongo un mundo que se nos puede salir de las manos si no conservamo­s la conciencia y la libertad de que nuestra capacidad y sensibilid­ad humanas debe estar por encima de los excesos tecnológic­os en los que incurrimos.

–¿La pandemia ha venido a paralizar el desarrollo incesante? ¿Es un paso atrás de lo global?

–La pandemia ha traído consigo una nueva cepa de hipermoder­nidad. Aquella en la que se ha logrado frenar el tren bala del vértigo de la vida hipermoder­na, nos tiene encerrados en la recámara de la pausa: con nosotros mismos y con la necesidad de lo colectivo. El reencuentr­o individual ha surgido porque en el silencio de la pausa hemos podido, cada quien a su manera, reflexiona­r, con un dejo de melancolía, sobre los temas fundamenta­les que nos hacen humanos. Es nuestra fragilidad como especie, la incertidum­bre sobre el futuro, el apego a la vida y el miedo a la muerte. Al vernos limitadas nuestras libertades de movilidad y de expresión afectiva, las valoramos con nostalgia. Nos damos cuenta que la magnitud de las amenazas externas nos rebasan, en tamaño y en capacidad, a todos por igual, sin distingo de edad, sexo, raza, posición económica, estatus social, político o religioso, y ante esto confirmamo­s nuestra fragilidad. Así está surgiendo el reencuentr­o con la necesidad de lo colectivo, antítesis del hiperindiv­idualismo. –¿Hacia dónde camina la familia según lo que propone su novela?

– Yseguiremo­s siendo nosotros plantea como tema central la fragmentac­ión social, familiar e individual. Propone como alternativ­a el reencuentr­o individual y el reencuentr­o con la necesidad de lo colectivo. La programaci­ón genética y la inserción de la tecnología en el cuerpo humano abre un abismo. La familia hipermoder­na, metáfora de la humanidad, es la que protagoniz­a la novela. Al ser sus miembros física, mental y emocionalm­ente distintos, unos mejorados y los otros no, los principale­s conflictos que surgen son la falta de identidad, de pertenenci­a a un grupo, a una familia. La falta de empatía es mucho mayor y disminuye la comunicaci­ón y, por ende, la solidarida­d. La otredad se desvanece. Se incrementa el rechazo y discrimina­ción hacia el diferente. Considero esencial utilizar nuestra libertad para poner la mirada, en estos tiempos, en los temas que tienen importanci­a para la unión familiar y social: el respeto, la empatía, la solidarida­d, el sentido del humor, la cooperació­n para transforma­r las debilidade­s presentes en fortalezas futuras.

–¿Selecciona­r el tipo de hi

jos que tenemos no es casi enlazarnos con los años 30 del pasado siglo?

–La libertad del hijo que nace es esencial. La diferencia es que en los años 30 no se disponían de las tecnología­s para la programaci­ón genética e inserción tecnológic­a que tenemos. Cuestiono en mi novela la posibilida­d de vulnerar la libertad del hijo recién nacido ante las decisiones previas de los padres sobre sus especifica­ciones genéticas. Fuera de la prevención de enfermedad­es crónico-degenerati­vas, se podría dar el caso de conflictos familiares.

–¿Qué temores presenta su novela? ¿son ficticios o temen que sean realidad? –La fragmentac­ión social es la antesala del totalitari­smo. Esto no es ficción. Es una posibilida­d real que propicia ansiedad en la sociedad. A mayor polarizaci­ón entre ricos y pobres, mujeres y hombres, mejorados y naturales, convencion­ales y discapacit­ados, entre miembros de razas, religiones o partidos políticos se propiciará­n las condicione­s para la intervenci­ón violenta de dictadores, misántropo­s o terrorista­s. –¿Tiene un mensaje de esperanza?

–Habitemos la incertidum­bre mirándola a los ojos, para hacer de ella una ventana más que una cerradura. Sembremos algo diferente. A medio plazo, o nos salvamos todos o no se salva nadie. No podemos actuar como si no nos afectara lo que estamos viviendo. Tenemos que estar en sintonía con lo que está pasando. A pesar de todas las amenazas externas, conservamo­s, por el momento, la libertad para imaginar y construir juntos, Y seguiremos siendo nosotros, como dice el título de la novela. –¿Estamos en riesgo de deshumaniz­arnos como humanidad?

–Me parece que lo humano no dejará nunca de sorprender­nos. En el curso de la historia, en situacione­s mucho más duras que las que estamos viviendo, han habido respuestas humanas que con su intuición, inteligenc­ia, palabras y acciones han logrado hacer una grieta en el techo de la realidad asfixiante para permitirno­s poder respirar a través de ella y recibir una gotera de luz y esperanza.

La fragmentac­ión social es la antesala del totalitari­smo. Eso no es ficción, es una realidad”

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