“La realidad hipermoderna supera a la ficción”
–Su nueva novela se llama Y seguiremos siendo nosotros. Habla de la familia hipermoderna. ¿Qué es la hipermodernidad?
–Es la etapa multidistópica en la que vivimos prisioneros de amenazas y reacciones. Por una parte, la vida hipermoderna nos obliga a la inevitable convivencia con una suma de amenazas externas como son la irrupción del desarrollo vertiginoso de las nuevas tecnologías, la disminución de libertad por los algoritmos en internet y redes, el calentamiento global, las pandemias, la inseguridad... Y por otro lado, padecemos y percibimos nuestras reacciones psicológicas y sociológicas como personas y como sociedad. La incertidumbre, depresión y ansiedad crónicas nos confinan en un hiperindividualismo e hiperconsumo narcisista. Nada hay más importante que el yo, el otro y el nosotros desaparecen. El pasado ya fue y la expectativa de futuro se desvanece. –¿Aventura cuándo caeremos en plena frialdad de esos tiempos hipermodernos?
–La realidad hipermoderna supera a cualquier ficción. Cito a Will Self en el sentido de que el futuro nunca nos había parecido tan anticuado. En mi novela expongo un mundo que se nos puede salir de las manos si no conservamos la conciencia y la libertad de que nuestra capacidad y sensibilidad humanas debe estar por encima de los excesos tecnológicos en los que incurrimos.
–¿La pandemia ha venido a paralizar el desarrollo incesante? ¿Es un paso atrás de lo global?
–La pandemia ha traído consigo una nueva cepa de hipermodernidad. Aquella en la que se ha logrado frenar el tren bala del vértigo de la vida hipermoderna, nos tiene encerrados en la recámara de la pausa: con nosotros mismos y con la necesidad de lo colectivo. El reencuentro individual ha surgido porque en el silencio de la pausa hemos podido, cada quien a su manera, reflexionar, con un dejo de melancolía, sobre los temas fundamentales que nos hacen humanos. Es nuestra fragilidad como especie, la incertidumbre sobre el futuro, el apego a la vida y el miedo a la muerte. Al vernos limitadas nuestras libertades de movilidad y de expresión afectiva, las valoramos con nostalgia. Nos damos cuenta que la magnitud de las amenazas externas nos rebasan, en tamaño y en capacidad, a todos por igual, sin distingo de edad, sexo, raza, posición económica, estatus social, político o religioso, y ante esto confirmamos nuestra fragilidad. Así está surgiendo el reencuentro con la necesidad de lo colectivo, antítesis del hiperindividualismo. –¿Hacia dónde camina la familia según lo que propone su novela?
– Yseguiremos siendo nosotros plantea como tema central la fragmentación social, familiar e individual. Propone como alternativa el reencuentro individual y el reencuentro con la necesidad de lo colectivo. La programación genética y la inserción de la tecnología en el cuerpo humano abre un abismo. La familia hipermoderna, metáfora de la humanidad, es la que protagoniza la novela. Al ser sus miembros física, mental y emocionalmente distintos, unos mejorados y los otros no, los principales conflictos que surgen son la falta de identidad, de pertenencia a un grupo, a una familia. La falta de empatía es mucho mayor y disminuye la comunicación y, por ende, la solidaridad. La otredad se desvanece. Se incrementa el rechazo y discriminación hacia el diferente. Considero esencial utilizar nuestra libertad para poner la mirada, en estos tiempos, en los temas que tienen importancia para la unión familiar y social: el respeto, la empatía, la solidaridad, el sentido del humor, la cooperación para transformar las debilidades presentes en fortalezas futuras.
–¿Seleccionar el tipo de hi
jos que tenemos no es casi enlazarnos con los años 30 del pasado siglo?
–La libertad del hijo que nace es esencial. La diferencia es que en los años 30 no se disponían de las tecnologías para la programación genética e inserción tecnológica que tenemos. Cuestiono en mi novela la posibilidad de vulnerar la libertad del hijo recién nacido ante las decisiones previas de los padres sobre sus especificaciones genéticas. Fuera de la prevención de enfermedades crónico-degenerativas, se podría dar el caso de conflictos familiares.
–¿Qué temores presenta su novela? ¿son ficticios o temen que sean realidad? –La fragmentación social es la antesala del totalitarismo. Esto no es ficción. Es una posibilidad real que propicia ansiedad en la sociedad. A mayor polarización entre ricos y pobres, mujeres y hombres, mejorados y naturales, convencionales y discapacitados, entre miembros de razas, religiones o partidos políticos se propiciarán las condiciones para la intervención violenta de dictadores, misántropos o terroristas. –¿Tiene un mensaje de esperanza?
–Habitemos la incertidumbre mirándola a los ojos, para hacer de ella una ventana más que una cerradura. Sembremos algo diferente. A medio plazo, o nos salvamos todos o no se salva nadie. No podemos actuar como si no nos afectara lo que estamos viviendo. Tenemos que estar en sintonía con lo que está pasando. A pesar de todas las amenazas externas, conservamos, por el momento, la libertad para imaginar y construir juntos, Y seguiremos siendo nosotros, como dice el título de la novela. –¿Estamos en riesgo de deshumanizarnos como humanidad?
–Me parece que lo humano no dejará nunca de sorprendernos. En el curso de la historia, en situaciones mucho más duras que las que estamos viviendo, han habido respuestas humanas que con su intuición, inteligencia, palabras y acciones han logrado hacer una grieta en el techo de la realidad asfixiante para permitirnos poder respirar a través de ella y recibir una gotera de luz y esperanza.
La fragmentación social es la antesala del totalitarismo. Eso no es ficción, es una realidad”