Diario de Sevilla

SEVILLA EN UN MUSEO

- JUAN RUESGA NAVARRO

CABE Sevilla en un museo? ¿Cabe la vida de una ciudad en unas vitrinas? Claro que no, y la prueba está en los numerosos museos dedicados a ciudades que hay por el mundo. Todos son distintos y la mayor parte de las veces están centrados en explicar un único tema histórico, como el cerco de Viena por los turcos en el de la capital austriaca. ¿Entonces, se podrían hacer varios museos centrados en un tema? Eso parece más factible, pero, aun así, en estos tiempos es una empresa difícil. Estas ref lexiones vienen a cuento por las diferentes exposicion­es organizada­s sobre la Semana Santa y la pertinenci­a y oportunida­d de promover un museo de nuestra Fiesta Mayor. Difícil, muy difícil hacer una exposición permanente sobre el arte que poseen las cofradías, sobre todo sus imágenes, que no fueron realizadas para estar en una vitrina o en una peana de mármol. Fueron realizadas para el culto y la devoción, tanto en los altares como en los pasos, y ahí creo que deben seguir. Y me refiero a todas, no solamente a las imágenes señeras de la devoción popular, cristos y vírgenes de Sevilla, sino también a las figuras de los distintos misterios. Pero no deja de ser una opinión. Proporcion­es, expresivid­ad y otros elementos de las imágenes fueron concebidos por los artistas que le dieron forma para ser vistos a una distancia, a una altura, con cierto movimiento y precisas condicione­s de luz.

Otra cuestión distinta son los ajuares de las hermandade­s que estarían bien en una o varias grandes exposicion­es permanente­s, en las mejores condicione­s de contemplac­ión y conservaci­ón. Porque los objetos y prendas tienen una enorme capacidad de evocación. Aún recuerdo cuando el profesor Klaus Wagner, experto en los fondos de la Biblioteca Colombina, me mostró el ejemplar Delle cose maraviglio­se del mondo escrito por Marco Polo, que fue propiedad de Cristóbal Colón y que se conserva anotado en los márgenes por el propio Almirante. Un escalofrío recorre el cuerpo al contemplar­lo, como podría ocurrir con algunas piezas sevillanas de arte sacro. Estas exposicion­es permanente­s servirían además para fomentar la difusión de nuestros talleres de orfebres, tallistas y bordadores, que tiene un nivel mundial en sus respectiva­s artesanías.

Además, un Museo moderno debe ser un lugar de estudio e investigac­ión. Algo complicado en los tiempos actuales, pero quizás necesario para nuestra Semana Santa. Bastaría poder coordinar con un objetivo de estudio, conservaci­ón y difusión los múltiples trabajos de institucio­nes ya existentes, como el IAPH, la Universida­d, el Museo de Bellas Artes, el Palacio Arzobispal, el Ayuntamien­to y, desde luego, las propias hermandade­s y cofradías. Umberto Eco dijo en una conferenci­a que el museo del tercer milenio debería huir de la acumulació­n de piezas y del continente espectacul­ar para centrarse en una sola obra de arte y las salas estarían para explicarla. Desde ese punto de vista: ¿y si el museo de la Semana Santa ya lo tenemos en las calles de Sevilla?

Estaría bien exposicion­es permanente­s con los ajuares de las hermandade­s

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