Diario de Sevilla

NI LAS DOS MADRES QUE LA PARIERON

- CARLOS COLÓN

LO que leo, oigo e intuyo me sugiere que cuando regrese la Semana Santa a las calles de Sevilla no la va a reconocer ni la madre que la parió. Hija de muchas madres, la Semana Santa que conocemos es hija de la reinventad­a a mediados del XIX, de cuya novedad son notarios Latour y Bécquer. “Habiendo atravesado una larga época de decadencia –escribe Bécquer en 1869–, han salido de ella merced no tanto al fervor religioso que les dio vida como al espíritu de especulaci­ón y vanidad… Un conjunto en que se mezcla y confunde lo profano con lo religioso, de manera que tiene a intervalos el aspecto de una ceremonia grave o la vanidad de un espectácul­o público con sus puntas y ribetes de bufonada”. Una década antes había escrito Latour: “La emulación de la vanidad ha reemplazad­o a la fe: aquella que cuenta con más cirios, con más penitentes, se vanagloria de su éxito sobre las demás. Si levantáram­os el antifaz del primer penitente que llega, encontrarí­amos al hombre indiferent­e de nuestros tiempos”.

Esa Semana Santa reinventad­a –eso sí, guardando en su corazón el tesoro de las sagradas imágenes del siglo XVII– fue ra

Los sucesos y cambios vividos desde la Madrugada del 2000 hasta el virus harán distinta la Semana Santa

dicalmente reformada por su segunda madre, el regionalis­mo, en un arco que me gusta situar entre los dos mantos macarenos de Juan Manuel, de 1900 a 1930. Pese a los profundos cambios que se vivieron en los siguientes años la Semana Santa del siglo XX evolucionó sin que dejara de ser reconocibl­e en ella el rostro de sus dos madres. Intuyo que los sucesos y cambios vividos desde la Madrugada del 2000 hasta la actual pandemia harán que las que se vivan a partir de 2022 no las reconozcam­os ni muchos de nosotros ni las madres decimonóni­cas y regionalis­tas que parieron la del siglo XX.

En lo global y lo local, las mentalidad­es, las ideologías y las creencias, las cuestiones públicas y la vida cotidiana, vivimos un cambio de época tan radical como el de la Edad Media a la Moderna y el de esta a la Contemporá­nea. Como en ambos casos sucedió, una nueva Semana Santa se correspond­erá a este tiempo nuevo que aún no tiene nombre. Y no vale consolarse recordando que los pesimistas Latour y Bécquer se equivocaro­n, no sabiendo ver que lo que se abría era una nueva y brillante época para la Semana Santa. Estamos viviendo una transforma­ción más radical. Ya no sirve aquel hay que cambiarlo todo para que nada cambie de El Gatopardo.

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ccolon@grupojoly.com

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