Diario de Sevilla

CANINA CON SOMBRERO DE ALA ANCHA

- CARLOS COLÓN

Hccolon@grupojoly.com OY empezaba la Feria antes de su estiramien­to que la amplió hasta el sábado. Las fiestas sevillanas tienen un problema de gigantismo que se salta a piola tanto los tiempos marcados por la costumbre como por la liturgia. La Feria, que empezó teniendo tres días, se ha ido ampliando cada medio siglo: en 1913 sumó uno más, en 1952 añadió dos –de martes a domingo– y en 2017 otro más, adelantánd­ose su inicio al domingo. Además de cambiar de ubicación en 1973. Mundo cerrado en sí mismo, de fechas y duración arbitraria­s, tiene límites flexibles que no alteran sustancial­mente su naturaleza. El caso de la Semana Santa es muy distinto, por estar ligada a un tiempo litúrgico a su vez marcado con exactitud por la celebració­n de la Pascua judía. Lo que no ha impedido que la actual dure en Sevilla diez días y haya cofradías con nazarenos desde el Viernes Dolores al Domingo de Resurrecci­ón.

La Semana Santa, por su carácter religioso, puede (y para los creyentes debe) vivirse haya o no cofradías. Incluso en una situación tan extrema como la del confinamie­nto de 2020. Y la Semana Santa sevillana puede medio vivirse incluso sin cofradías si la situación sanitaria permite visitar a las sagradas imágenes en sus templos, caso de la de 2021. La cuestión de la feria es por completo distinta dada la muy diferente naturaleza de ambas fiestas. El alma, entraña o realidad religiosa y devocional de la Semana Santa –tanto de la litúrgica como de su vivencia cofrade y sevillana– no se ve afectada en su fundamento por las actuales restriccio­nes. No sucede lo mismo con la feria.

Con una calavera con sombrero de ala ancha en la mano, o un clavel tieso clavado sobre su pelona superficie, el Hamlet sevillano puede preguntars­e: “Feria o no feria. He ahí el dilema”. Y la única respuesta posible es no feria. Lo que no significa una feria alternativ­a desperdiga­da por locales y azoteas o recreada con palos y farolillos en las plazas, sino que no hay feria. Y punto. Porque lo otro conduce a las 174 denuncias, el cierre de diez establecim­ientos y las molestias –además del peligro en que nos ponen a todos– causadas por los irresponsa­bles. A media tarde del sábado tuve que cerrar mi ventana por el escándalo de una de estas no ferias, celebrada en una azotea con grupo de sevillanas amplificad­o por megafonía incluidos. Ya lo dijo el Guerra: “Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”.

Con una calavera con sombrero de ala ancha en la mano el Hamlet sevillano puede preguntars­e: “Feria o no feria”

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