Diario de Sevilla

Pequeños paraísos

- Juan Vergillos

SOLA GUITARRA

Resuena todavía en mi corazón el arpegio con el que cerró Alfredo Lagos su recital, porque en el arpegio de este tocaor está la felicidad. Pequeños paraísos terrenales que se fueron así, sin hacer ruido. Como habían venido. No hubo ruido esta noche en la que cada nota tuvo su sentido, su lugar de preferenci­a, en franco contraste con muchos de los conciertos de f lamenco a los que asistimos, o asistíamos.

No obstante, esta falta de ruido también exige también su tributo e hizo que el patio de butacas fuera un poema. Pero al intérprete no le importó, y a nosotros tampoco, ofreciéndo­nos una hora de toque esencial, destilado por los años, por décadas. Que dialoga con la tradición pero que es absolutame­nte personal.

¿Cuántos conciertos maravillos­os de Alfredo Lagos nos hemos perdido? ¿Cuántos Alfredos Lagos hay perdidos en la sombra? Como dijo hace unos años el compañero Gamboa, la guitarra solista está sola en España. Y este recital fue un buen ejemplo. Lagos posee un mundo propio rico, complejo, que le habla de tú a la tradición, léase Montoya, Sabicas y Ricardo, y en el que asoma un discurso muy personal. Tanto que solamente en el final, con la bulería, me di cuenta que este concierto no tiene nada que ver con la guitarra solista, y sola, actual en España. En cualquier otro recital de toque hubiésemos escuchando profusión de bulerías, tangos, rumbas... Aquí solo hubo una bulería, la de conclusión, con todos esos ecos del mejor toque jerezano pero que, como decimos, cerró sin énfasis, sin ruido, un recital que recordarem­os muchos años.

Todo el concierto fue de una riqueza excepciona­l. Tanto en el aspecto técnico, en el que Lagos hizo una auténtica exhibición, como en el compositiv­o, en el que se vio la riqueza interior de este artista que va a la contra, sin proponérse­lo, naturalmen­te, de todo lo que significa hoy la guitarra f lamenca de concierto, suponiendo que esta exista. Es decir, suponiendo que tenga un público, porque la música no existe hasta que no encuentra un oyente. Ayer fuimos apenas dos o tres decenas de privilegia­dos.

Todo fue riquísimo, pero, como digo, Lagos destiló dos o tres momentos, siempre sobre el arpegio obsesivo, de puro éxtasis. La guajira. La rondeña que nos hizo recordar los tiempos en los que perseguíam­os por toda la geografía andaluza las representa­ciones del espectácul­o Arena. En una época éramos tan jóvenes que creíamos que Israel Galván era el mejor bailaor del mundo y Alfredo Lagos el mejor guitarrist­a del mundo. Y lo seguimos pensando. Somos tan jóvenes.

Guitarra: Alfredo Lagos. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Lunes 20 de abril. Aforo: Unas 30 personas.

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