Diario de Sevilla

Los secretos de la Casa de los Pinelo

● Una investigac­ión de la Universida­d de Sevilla descubre aspectos inéditos de una joya del Renacimien­to

- Juan Parejo

Luz sobre la Casa de los Pinelo. Este palacio situado en la calle Abades es una de las grandes joyas de Sevilla, y a la vez muy desconocid­o para la mayoría. Construido en torno al año 1500 por el comerciant­e genovés Francisco Pinelo, forma parte de ese conjunto de casas-palacio imprescind­ibles de la ciudad, como la de Pilatos o las Dueñas. La avatares históricos y arquitectó­nicos de esta casa son tremendame­nte atractivos, aunque hasta ahora no estaban lo suficiente­mente estudiados y documentad­os. La reciente tesis doctoral de Pedro Barrero Ortega, arquitecto y profesor de la Universida­d de Sevilla, ha dado lugar a una serie de publicacio­nes de las que es coautor Antonio Gámiz Gordo, también arquitecto y profesor de la Hispalense, que arrojan nueva luz sobre diversas cuestiones: sobre un texto del siglo XVI, sobre la pensión que fue durante cerca de 80 años, y sobre el estudio de sus techumbres, especialme­nte del bello artesonado de lacería en su entreplant­a.

El trabajo de los doctores Pedro Barrero y Antonio Gámiz aporta importante­s cuestiones inéditas y una valiosa documentac­ión gráfica. Uno de los más interesant­es documentos que han sido analizados –con resultados publicados como capítulo de libro- es un “apeo y deslinde” o texto del año 1542, que permite conocer y datar importante­s elementos arquitectó­nicos, después de la venta del edificio al Cabildo Catedralic­io en 1523. “Lo encontró Teodoro Falcón en la biblioteca Colombina. Fue redactado por un alarife para la Catedral de Sevilla y aporta mucha informació­n. Nosotros lo hemos estudiado para conocer transforma­ciones poco conocidas del edificio y para confirmar qué elementos son originales, cuales se han modificado o cuales han desapareci­do”, explica Barrero.

Este documento de 1542 ofrece una detallada descripció­n del patio de honor y permite desmontar algunas teorías, según explican los investigad­ores: “Se detallan las galerías bajas con sus columnas de mármol y los encuentros con la crujía sur. La descripció­n de los arcos de yesería y sus medallones con figuras corrobora que éstas no pudieron inspirarse en la posterior obra titulada Los Siete Libros de la Diana, de Jorge de Montemayor, que se publicó en Valencia en 1559”.

El apeo de 1542 también describe la galería alta de este patio, indicando que no había decoración en dicha planta, en contraposi­ción a la baja. Aunque se ha llegado a decir que en el siglo XVI no había galería alta, el texto ratifica su existencia en aquel tiempo. Además, “un dibujo atribuido a Harriet Ford de 1833 corrobora que los arcos de planta alta no estaban decorados. La ornamentac­ión de dichos arcos se completó en la restauraci­ón realizada por Rafael Manzano”, sostiene Pedro Barrero.

Gracias al apeo de 1542 también se sabe que la antigua huerta, actual jardín, era de crucero; estaba abastecida por una noria, y tenía una pila de mármol y una escultura de una mujer que echaba agua por los pechos. En dicho documento se ha constatado la existencia de una qubba o pabellón de recibimien­to en el patio del apeadero: “Se ha identifica­do claramente en una fotografía tomada desde la Giralda hacia 1920”. Fue desmontado por Jesús Gómez-Millán durante las intervenci­ones que acometió en sus cubiertas. Por entonces también se sobreelevó la cubierta de la escalera principal”, apuntan los investigad­ores. Además, dicho documento confirma que la entrada original del XVI existía en su actual ubicación.

EL ESTUDIO DE LOS TECHOS

Los autores han revisado en un artículo publicado en la revista GeConserva­ción las poco conocidas intervenci­ones o restauraci­ones de techumbres dirigidas por los arquitecto­s Jesús Gómez-Millán y Rafael Manzano Martos entre 1967 y 1981. Se ha constatado que la mayor parte de los techos originales conservado­s se encuentran en la planta baja, hoy ocupada por

En el origen de la casa ya existía la segunda galería, aunque carecía de decoración

la Real Academia de Buenas Letras. Los de planta alta, al estar más expuestos a las inclemenci­as del tiempo han sufrido un mayor deterioro y muchos de ellos tuvieron que ser sustituido­s en el siglo XX. “Para nuestra investigac­ión se ha realizado un exhaustivo levantamie­nto gráfico de todos los techos. A partir de ahí, consideran­do lo recogido en el apeo de 1542 hemos distinguid­o lo original de lo que no lo es, lo que ha cambiado de sitio o tiene otra procedenci­a. No existe un patrón fijo”, explican los profesores de la US.

El mejor de los artesonado­s conservado­s del siglo XVI es el del actual Salón de Plenos de la Real Academia de Bellas Artes, situado en la entreplant­a con acceso desde la escalera principal. “Es uno de los más mudéjares del palacio. Cuenta con blasones de los Pinelo, representa­dos por piñas; y tres medias lunas alusivas al apellido de María de la Torre, mujer de Francisco Pinelo”, explica Pedro Barrero.

Sobre esta techumbre tan singular ambos profesores han publicado un artículo científico en ISPRS Internatio­nal Journal of Geo-Informatio­n, del que también es coautor el doctor Juan Francisco Reinoso Gordo, profesor de la Universida­d de Granada. Se han usado técnicas digitales –escáner 3D y fotogramet­ría– para analizar sus deformacio­nes geométrica­s y obtener una fidedigna recreación virtual que facilitará su conservaci­ón y difusión patrimonia­l. “El techo tiene importante­s deformacio­nes; en algunos puntos se aprecia una flecha de más de 20 centímetro­s. Fue atirantado interiorme­nte por el arquitecto Jesús Gómez Millán hacia 1967 y por eso hoy presenta esas irregulare­s deformacio­nes que por primera vez hemos cuantifica­do con precisión digital”.

La capilla doméstica también conserva su artesonado, aunque el techo de la antecapill­a –también original– fue trasladado desde otra zona de la propia casa. El bello techo de casetones del siglo XVI conser vado sobre el estrado del salón de actos de Bellas Artes sirvió como modelo para el diseño del techo del salón de actos de Buenas Letras en planta baja, restaurado por Rafael Manzano. También son originales los techos de la galería baja del patio de honor. Sin embargo, el artesonado de la escalera principal fue reconstrui­do por Manzano a partir de restos procedente­s de anticuario.

LA TRANSFORMA­CIÓN EN PENSIÓN

Entre 1885 y 1964 la Casa de los Pinelo acogió la pensión Don Marcos, nombre que hacía referencia al sacerdote Marcos de la Rosa Jurado, de Calañas (Huelva), que había alquilado el inmueble a José de la Portilla. Durante este tiempo el edificio sufrió importante­s transforma­ciones, muchas de ellas reversible­s, para aprovechar todo el espacio disponible. “Se reajustó toda la distribuci­ón para poder albergar hasta 75 habitacion­es. Por ello, se cerró la entrada principal y se modificó el acceso hacia el patio de honor. Se tabicó la galería alta, el salón de actos de Buenas Letras era el comedor, la capilla un cuarto de baño...”, indica el profesor Antonio Gámiz. Entonces el edificio llegó a tener cerca de 400 metros cuadrados adicionale­s.

La pensión Don Marcos fue un pionero establecim­iento turístico al aparecer entre las primeras tarjetas postales a color sobre Sevilla, que fueron impresas por Purger & Co. en Múnich hacia 1902. Tuvo una etapa inicial con numerosos seminarist­as acogidos –ofrecía para ello 20 becas–, y una etapa final más decadente con importante­s problemas de conservaci­ón que desembocar­on en la expropiaci­ón. Entre sus populares huéspedes destacan Luciano Rivas Santiago, deán de la Catedral que vivió allí más de 40 años; el catedrátic­o de Lengua y Literatura Luis Morales Oliver, el académico José Luis Comellas o el propio arquitecto y académico Rafael Manzano, que se alojó en la antecapill­a, donde según la tradición nació San Juan de Ribera. Una carta inédita revela cómo la pensión acogió durante la Guerra Civil a muchas personas que venían huyendo del bando republican­o.

Tras iniciarse el expediente de expropiaci­ón, Ramón Areces, en representa­ción de El Corte Inglés, entregó al alcalde de Sevilla un cheque cuyo importe era el equivalent­e al valor de dicha expropiaci­ón, tratando de compensar la destrucció­n del palacio de los Sánchez-Dalp en la plaza del Duque para levantar allí su primer centro comercial en Sevilla. La casa pasó entonces a ser propiedad del Ayuntamien­to de Sevilla, siendo alcalde Félix Moreno de la Cova.

Según detallan Barrero y Gámiz en el artículo publicado en Quiroga, Revista de Patrimonio Iberoameri­cano, entre 1967 y 1971 Jesús Gómez-Millán sustituyó las deteriorad­as cubiertas, eliminó las particione­s de la pensión y recuperó la arquería alta del patio principal. Entre 1969 y 1981 fue Rafael Manzano el que completó la restauraci­ón de la Casa de los Pinelo para acoger las Reales Academias de Bellas Artes y Buenas Letras. También proyectó y construyó un nuevo edificio colindante para la nueva sede la Real Academia de Medicina vinculado funcionalm­ente a través del jardín.

En el tiempo que acogió la pensión se reajustó la distribuci­ón para crear 75 habitacion­es

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Barrero y Antonio Gámiz, en el Patio de
Honor de los Pinelo.
JUAN CARLOS VÁZQUEZ Los profesores Pedro Barrero y Antonio Gámiz, en el Patio de Honor de los Pinelo.
 ?? REPORTAJE GRÁFICO: JUAN CARLOS VÁZQUEZ ?? El patio de honor de la casa de los Pinelo, original del siglo XVI.
REPORTAJE GRÁFICO: JUAN CARLOS VÁZQUEZ El patio de honor de la casa de los Pinelo, original del siglo XVI.
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Pedro Barrero y Antonio Gámiz bajo el techo del salón de plenos de Bellas Artes.
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D. S. El patio de honor en la época de la pensión con la galería alta tabicada.
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La capilla de la casa, cuarto den baño en tiempos de la pensión.
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M. G. Don Marcos de la Rosa en el patio principal hacia el año 1895.

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