Diario de Sevilla

CASA CONTAGIO, TAPAS CASERAS

- EULEÓN

EN esta historia maldita del coronaviru­s todos estamos dejándonos el pellejo. Bueno, todos no. Nuestra clase política percibe con rigurosa puntualida­d sus haberes y emolumento­s como si nada hubiera pasado y la economía fuera viento en popa. Y es entonces cuando uno entiende la ferocidad con la que se baten en lucha por sus cargos. Si emplearan el mismo afán en aplicar medidas eficaces, otro gallo cantaría. Hablamos, obviamente, de economía porque el virus no entiende se colores y siglas y se lleva por delante a cualquier hijo de su madre. Usted pensará, con razón, que también las multinacio­nales de la farmacopea se lo están llevando muerto, nunca mejor dicho, pero al menos éstas venden soluciones y paliativos. El caso es que nuestros administra­dores, que son muchos y poco eficientes, no dan con la tecla y vamos camino del segundo año de pandemia más o menos desbocada.

No parece discutible que, si el próximo año seguimos sin eventos y con encierres, se pueda hablar ya de fracaso gestor. Habrá quien diga que no se puede exigir a nuestros regentes responsabi­lidad alguna, pero permitan que nos refiramos a la máxima de quien paga exige. Y nosotros estamos pagando con impuestos y hacienda todo este pato. De entre los pagadores del dichoso ánade hay que destacar por su importanci­a al sector hostelero. El cierre de bares y restaurant­es ha arrastrado a miles de familias sevillanas a la más aguda ruina. Dicen que el mentado cierre es cosa de un comité científico que nadie conoce y que está basado en unos informes menos conocidos aún. Además, concurre la circunstan­cia que es un sector caracteriz­ado por una docilidad casi perruna, en buena medida por el carácter más allá de lo servicial con los portadores de esas tarjetas de crédito con cargo al presupuest­o público.

El caso es que si tuvieran una asociación como Dios (Baco) manda ya estarían demandando soluciones donde hay que pedirlas que es en la Administra­ción de Justicia. Pero quien no llora no mama y nuestros taberneros lo hacen con la boca chica y en voz baja por no incordiar ni señalarse con el político de turno. Indemnizac­iones por el cierre forzoso han dado las mismas que explicacio­nes técnicas: ninguna. Usted cierra a tal hora y punto en boca. Según el comité de expertos dice, hasta una hora el virus no ataca, pero pasado ese tiempo el bicho es un capitán del Mau Mau, que diría don Francisco Gómez Gandía, Paco Gandía para la eternidad de la gracia. Al final vamos a tener que pensar que el virus mas temido por nuestros próceres es el de la libertad, sobre todo la de reunión en torno a una mesa y a unas viandas donde hablar y no tragarse las patrañas de la versión oficial.

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