Diario de Sevilla

EL MAESTRANZA

- JUAN RUESGA NAVARRO

EN Sevilla basta decir el Maestranza para saber que hablamos del teatro que está en el Paseo de Colón. No confundir nunca con la Maestranza, la plaza de los toros que está situada unos pocos metros más al norte, en la misma acera. Ambos edificios tienen sus antecedent­es en maestranza­s que ejemplific­an con meridiana claridad las acepciones del diccionari­o de la Academia: la primera, una sociedad de caballeros cuyo objeto es ejercitars­e en la equitación, una maestranza de caballería en suma y la segunda acepción, es un conjunto de talleres y oficinas donde se construyen y recomponen los montajes para las piezas de artillería, como fue el caso del edificio cuya fachada preside el teatro, una maestranza de artillería. Creo que el primer acierto, aparte de su edificació­n, es el nombre, Teatro de la Maestranza, porque evoca su pasado y encontró su sitio, cuestión no fácil, en la historia de Sevilla. No es pequeño acierto, en un tiempo en que con tanta facilidad cambiamos los nombres de calles y plazas, aunque no de los lugares, que es más difícil. A ver quién cambia de nombre La Pasarela, aunque se llame Plaza de Don Juan de Austria y exista con su fuente desde 1929 y la pasarela de hierro que nombra el lugar solamente existió cinco años, de 1896 a 1921. Lo que es la memoria.

A los pocos años de su inauguraci­ón, el 2 de mayo de 1991, que

Fue durante tres años el único teatro moderno de España abierto y en programaci­ón

ahora recordamos, el Teatro de la Maestranza vivió su época de oro, su gran oportunida­d. El Teatro Real de Madrid seguía en obras y no se reinauguró hasta 1997 y en 1994 se incendió el Teatro del Liceo de Barcelona, que se reinauguró en 1999, el mismo año en que se inauguró el Palacio Euskalduna de Bilbao. Después de la excepciona­l programaci­ón de los seis meses de la Expo 92, el teatro sevillano fue durante tres años (1994-1997) el único teatro moderno de ópera de España abierto y en programaci­ón. Una circunstan­cia que por un momento nos hizo pensar que lo habíamos conseguido. Recuerdo el estreno del Tannhäuser de Wagner en la versión escénica del director Werner Herzog, con una escenograf­ía ejemplar de Maurizzio Balo, figurines de Franz Blumauer e iluminació­n de Guido Levi y dirección musical de Klaus Weise. Compusiero­n entre todos un gran ejemplo de lo que soñó el compositor alemán, cuando escribió en su obra Ópera y Drama “el error en el género artístico de la ópera consiste en que un medio (la música) se convirtió en el fin y que el fin de la expresión (el drama) se ha convertido en el medio”.

La crítica del estreno en el Maestranza, que entonces se publicaban, aunque suene raro, en los periódicos nacionales de gran tirada, escribió: “El público que abarrotó la sala de La Maestranza (sic) ovacionó largamente a todos y de manera muy especial a Werner Herzog (que estuvo en el estreno), poético inventor de esta versión de Tannhäuser que, si no me equivoco, Madrid conocerá la próxima temporada. Bien podría el Teatro de la Maestranza volver a ocupar un lugar tan destacado en España, pero ya es más difícil.

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