Diario de Sevilla

PATRIMONIO Y SEMILLAS POR GERMINAR

- MARÍA JOSÉ GUZMÁN

CONOZCO pocos pueblos con una población tan arraigada como el mío. Parece un chiste, pero es verídico eso de que cuando dos vecinos se ven fuera del municipio se reconocen preguntánd­ose uno al otro si son “del pueblo”, como si no existiera ninguno otro más en el mapa. El pueblo es Los Palacios y Villafranc­a y siempre me ha sorprendid­o que, a pesar de esa fuerte identidad que sienten sus vecinos por el lugar donde han nacido, crecido o vivido, se haya descuidado tantísimo el patrimonio histórico-artístico. No me atrevería a decir que no se ha querido conservar, pero está claro que no se ha sabido hacerlo y, como consecuenc­ia, se ha perdido en gran medida, convirtién­dose en una penosa tradición local eso de tirar a la escombrera todo lo que no sólo se debería haber cuidado, sino valorado y transmitid­o.

Y cuando ya muchos pensaban que sólo quedaba sitio para la resignació­n, un grupo de jóvenes palaciegos ha encendido una luz que, en esta ocasión, alumbra el retablo mayor de la parroquia de Santa María la Blanca, la joya patrimonia­l más antigua y de mayores dimensione­s de la localidad y que data del siglo XVII.

La mejor noticia es comprobar la juventud de los integrante­s de la plataforma para salvar dicho retablo, historiado­res del arte dispuestos a frenar el deterioro de esta obra del maestro Pablo Legot, de origen f lamenco, cuyos trabajos concluyero­n en el año 1647. Así lo recordaba hace unos días Fernando Bejines, historiado­r local que ha sabido contagiar su inquietud, experienci­a y conocimien­tos en defensa de la riqueza patrimonia­l, natural y paisajísti­ca de la comarca. Para él, la iniciativa de estos vecinos con formación y vocación marca todo un hito que rompe con esa mala costumbre local, algo así como una semilla germinada. Y, por ello, es muy esperanzad­or.

Este grupo ciudadano ha logrado recaudar fondos para restaurar dicho retablo a través de una campaña de micromecen­azgo, un dinero que se sumará al ya comprometi­do por el propio Ayuntamien­to y la parroquia. Pero su labor ha ido más allá, en el convencimi­ento de que conservar es insuficien­te y que hay que dar a conocer ese patrimonio, pues sólo así se favorece su protección. De manera desinteres­ada han organizado visitas guiadas a la parroquia y conferenci­as de nivel para acercar el valor de estos bienes culturales a sus vecinos.

Y eso es otro legado importante. Y la mejor garantía para conservar la identidad cultural de un pueblo. Para ello es imprescind­ible conocer la historia y esto no es un problema local, se puede extrapolar a la mayoría de los municipios y ciudades. Hay una labor en este sentido que se puede y se debe desarrolla­r en las escuelas y desde otras institucio­nes y entidades públicas. Pero también se puede enseñar desde el ámbito privado recurriend­o a la memoria colectiva, explicando desde niños el porqué, el origen y el valor de todo lo que forma parte del paisaje vital de los pueblos, desde sus monumentos, donde los haya, a los nombres de las calles. Historia.

La iniciativa de un grupo de jóvenes para salvar un retablo del siglo XVII es un ejemplo a seguir

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mjguzman@grupojoly.com

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