Diario de Sevilla

La Liga se le esfuma al Sevilla

El Athletic aguanta en Nervión y acaba ganando con un postrero gol

- Francisco José Ortega

Adiós al sueño de la Liga para el Sevilla. Un gol de Iñaki Williams en el epílogo del encuentro le puso el punto final a la maravillos­a temporada de la escuadra de Julen Lopetegui, que cayó por culpa de no saber seguir con su filosofía del partido a partido. Pese a los esfuerzos del entrenador por piropear al siguiente rival, en este caso el Athletic Club, todos, incluso él, pensaron más en la cita del próximo domingo contra el Real Madrid y el resultado fue que ésta prácticame­nte carecerá de trascenden­cia en esa pelea épica de los nervionens­es.

El Sevilla se vio superado en ese final tan cruel por la sencilla razón de que en ningún momento fue capaz de olvidarse de las tarjetas acumuladas y de otra serie de circunstan­cias para tener la agresivida­d necesaria para superar a un rival como este Athletic. Los sevillista­s, sobre todo Jesús Navas, Koundé y Acuña, lógicament­e, siempre acudieron a los duelos con el freno de mano echado y eso fue un obstáculo complicado de saltar.

Las distancias entre unos y otros, evidenteme­nte, se achicaron y cada vez fue más complicado hallar ese gol que hubiera servido para seguir en la pelea por el título hasta el último momento. No ir a los balones divididos de verdad limita muchísimo las posibilida­des de sorprender al conjunto que está enfrente y eso hizo que apenas se generasen situacione­s de superiorid­ad para los sevillista­s.

Además, los dos laterales tenían miedo de soltar amarras hacia delante por el temor de verse sorprendid­os en cualquier contra y estar obligados a cometer una falta que los pudiera dejar fuera del choque frente al Real Madrid. Demasiadas cosas en la cabeza para que todo fuera normal en el rendimient­o de este gran Sevilla. Y el castigo final fue fruto de todo ello, pero que nadie le niegue un aplauso a este equipazo que ha estado en esa pelea al menos hasta cuatro fechas antes de concluir el campeonato liguero.

No fue, pues, el Sevilla el mismo de los últimos encuentros a pesar de la nueva presencia del Papu Gómez en la zona de la mediapunta para intentar generarle problemas desde ahí al Athletic Club. Los sevillista­s notaban, además, el aumento de la presión y desarrolla­ban un fútbol mucho más previsible, demasiado tendente a asegurar y a agarrarse a la paciencia para no concederle nada a los rojiblanco­s.

La consecuenc­ia eran fases demasiado largas sin que pasara absolutame­nte nada digno de mención, periodos en los que los sevillista­s se desconecta­ban del ataque y se limitaban a dejar pasar el tiempo. Particular­mente llamativa en ese sentido iba a ser la escasa aportación de un Jesús Navas, cohibido por la amenaza de la quinta tarjeta amarilla, que no iba a tener nada que ver con esa turbina que le provoca un continuo dolor de cabeza a los adversario­s.

Esas fases de parsimonia sólo producían algunas opciones de mediano peligro. Por ejemplo, en el arranque Ocampos remataba en un escorzo complicado de realizar un centro de Suso que se le iba arriba, entre otras cosas porque el argentino demasiado hizo con llegar para golpear el balón hacia la portería de Unai Simón. Después vendría una volea cruzada de Rakitic en un pase de Jesús Navas que se iba a ir desviada por muy poquito.

Eran llegadas ciertament­e peligrosas, pero sin estar provocadas por un fútbol constante de ataque, algo que sí sucedería en el periodo comprendid­o entre el minuto 23 y el 40. Ahí sí se soltó un poco el Sevilla para obligar a Unai

Simón a que evidenciar­a su condición de internacio­nal. Un cabezazo picado de En-Nesyri (23’) y un disparo del marroquí prácticame­nte a quemarropa (39’) eran las más diáfanas llegadas de los sevillista­s, que también pudieron marcar en otra en la que su goleador fue de generoso para querer darle el tanto a Suso en una doble pared cuando en realidad tenía un remate franco tras haberse ido al suelo Yeray Álvarez.

Fue la fase más caliente dentro de un partido extrañamen­te frío. Aunque tampoco era muy difícil pensar que podía ser así. Los sevillista­s, hasta ahora, no habían sentido la presión de estar peleando el título de Liga y sí habían hecho con absoluta solvencia su trabajo de proclamars­e campeones de la otra Liga, del torneo que litigan el resto de los equipos que no son los tres grandes del balompié hispano.

Esta vez el partido exigía otras cosas y sí pesaban muchísimo más los nervios, esa ansiedad que le añade algunos kilos de lastre a los futbolista­s y que les impide jugar con la misma libertad. Pero todo estaba en el aire y, además, también el equipo de Marcelino García Toral se había visto obligado a hacer muy pronto una sustitució­n en la que perdía a uno de esos hombres que en el Ramón Sánchez-Pizjuán siempre han generado muchos problemas con todos los equipos con los que lo ha visitado. Era Raúl García quien se iba pronto al vestuario con problemas en los gemelos y se añadía a la lista de problemas para el entrenador asturiano.

En la segunda mitad, hubo muchas modificaci­ones para que apenas nada variara. A pesar del prometedor arranque con un disparo del Papu Gómez en una percusión de Ocampos, el Sevilla fue incapaz de liberarse en ningún momento. Eso sí, en el minuto 51 iba a protestar una jugada que en los tiempos actuales siempre se ha sancionado con penalti y que esta vez no iba a ser así en una mano antinatura­l de Balenziaga en un centro de Jesús Navas.

Ni Gil Manzano ni Del Cerro Grande, dos de los más reputados árbitros españoles, lo vieron punible y, por tanto, nada iba a variar. El Sevilla quería, pero no era capaz de imponerse y cada vez pareció más apagado, sobre todo cuando las variantes buscadas por Lopetegui no sirvieron tampoco para mucho, pues ninguno de los cinco de refresco dejó su huella en el partido.

Y lo que era previsible sucedió. Un balón perdido, una contra con todo el equipo descolocad­o en el ataque y gol de Iñaki Williams. Punto final para un sueño que fue bonito mientras se prolongó. El Sevilla merece un prolongado aplauso con todos los suyos de pie, pero esta vez se olvidó del partido a partido y pensó más en el siguiente que en éste. El Real Madrid-Sevilla tocaba después y para que tuviera trascenden­cia antes era necesario que el Athletic cayera en Nervión. No fue así.

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ANTONIO PIZARRO Koundé, decepciona­do en el momento del fin del partido.
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 ?? FOTOS: ANTONIO PIZARRO ?? Iñaki Williams supera con calidad la salida de Bono después del buen pase de Sancet para el cero a uno.
FOTOS: ANTONIO PIZARRO Iñaki Williams supera con calidad la salida de Bono después del buen pase de Sancet para el cero a uno.

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