Y EL ‘TITANIC’ SE HUNDIÓ
ERA “Una verdadera ciudad flotante de 3.150 almas… El navío de los multimillonarios, de los reyes del mundo… El monstruo de las 40.000 toneladas insumergible”.
Éstos fueron algunos de los titulares de una prensa que asistía, absorta, a la botadura de una ciudad que surcaría todos los océanos, a una velocidad hasta ese momento desconocida y con miles de personas a bordo… Aquellas cabeceras eran incuestionables y no daban lugar a dudas: el Titanic era indestructible y jamás, bajo ningún concepto o motivo, se iría al fondo del mar.
Pero se hundió. Era el 15 de abril de 1912 y el mundo se paró a la espera de una noticia que marcaría el periodismo y cambiaría, para siempre, la historia de la navegación.
A partir de ese momento, los ingenieros se aplicaron para que no se repitiera un acontecimiento que sigue protagonizando documentales, oscarizadas películas y estudios. Un suceso que dio pie a una mejora en los nuevos diseños y que ofreció respuestas, como se dice hoy en lenguaje emprendedor, a las necesidades que surgieron y que tantas vidas costó.
Pero la historia, y a pesar de que el ser humano está siempre en transformación y mejora, que para eso somos una máquina “perfecta”, se vuelve a repetir. Y de nuevo, hemos asistido en estos días, a la “caída” global de miles de páginas por las que nosotros, los viajeros de este Titanic de nuestro tiempo, llamado internet, navegamos todos los días.
Internet, al igual que el ‘Titanic’, se hundió y demostró la fragilidad de la red
La gran red, al igual que el monstruo de las 40.000 toneladas, se ha colapsado y, durante una hora, millones de personas entraron en pánico. El vacío existencial llegó a todos los rincones y es que, y a pesar de la gravedad de lo ocurrido, sólo pensaron en que no estaban conectados, no podían comunicarse y el mundo ¿se había parado?
No, el mundo no se paró. Y tampoco lo más preocupante era que no estuviéramos en contacto, lo verdaderamente peligroso era que nuestros datos, nuestros documentos, las cuentas bancarias en las que tenemos depositados nuestros ahorros. Las miles de fotografías y millones de recursos que utilizamos a diario, pendían del hilo de la infinita “nube”.
Una nube compleja, llena de algoritmos y difícil de entender, pero de la que dependemos casi al cien por cien porque siempre nos habían dicho que era, al igual que el coloso del mar, “insumergible”.
Pero, y al igual que éste, se hundió y demostró, otra vez, la fragilidad de internet. Y es que la red, la gran telaraña que ocupa nuestro presente, también es débil y necesita de reparaciones urgentes porque, y esto es una realidad (para qué vamos a engañarnos), dependemos de ella.
Antes todo estaba en los libros, ahora todo está en internet y como el hombre es experto en hacer realidad eso de “a otra cosa, mariposa”, inmediatamente, y una vez reparado el destrozo, las redes se llenaron de memes.
Llegó el buen humor y algunos lo trataron como una mera anécdota del día, pero lejos de serlo, tenemos que empezar a cuestionarnos el porqué para que no tengamos que preguntarnos el ¿cuándo?.