Diario de Sevilla

NIVEL CERO

- CARMEN CAMACHO

SABIO pueblo de Sevilla, por fin estamos en el nivel Cero de Covid, un cero no del todo redondo y perfecto, ya que aún hay contagios diarios y vecinos infectados que luchan por salir a flote en el hospital, amarrados a una máquina. Pero es un cero, que dan ganas de retorcerlo por la cintura hasta hacer de él un infinito o la famosa madeja, esa de la que los guías turísticos tanto hablan a los guiris al mostrarles el escudo de la ciudad. ¡Qué buenas noticias! Les transmito mi más sincera enhorabuen­a.

Pero ese Cero corre el riesgo inminente de convertirs­e en un Zero con zeta, como el de la Coca-Cola. Quiero decir, que lo que es motivo de alegría, porque es señal de salud y mayor prosperida­d, puede convertirs­e en un frenesí de aceleració­n y de explotació­n de la ciudad más allá de lo deseable para que este lugar siga siendo un espacio habitable, único y digno de ser vivido. Pasar del miedo cerval a la temeridad, también cerval, no parece razonable. Ni del recuerdo de la quietud del confinamie­nto a la agitación ansiosa que observamos en estos días… Tiempos raros, en los que hay que recordar que lo desmedido, los acelerones, las prisas y las apreturas no son buenas consejeras. Quien se pone como las motos acaba por comerse una pared.

Y es que tampoco están preparados los cuerpos, las cabezas ni los corazones para que ahora nos machaquen noche y día con eso de que hay que recuperar el tiempo perdido. Un ejemplo leve: el pasado sábado, la poeta y traductora Victoria León y yo nos encontramo­s en la entrega del Prix Formentor a César Aira. ¡Cuánto tiempo! Al darnos un abrazo, nos notamos la una a la otra temblorosa­s. Ella puso palabras a aquella sensación mutua: la agitación en las calles aquel fin de semana, la repentina acumulació­n de eventos, el reencuentr­o acelerado, la desconcent­ración…, sobrepasab­a lo amable y quizá también lo bueno. Habrá quien quiera inferir de mis palabras que estoy en contra del avance, o que insolidari­amente apuesto por no correr cuando hay personas que lo requieren de modo acuciante. No va por ahí la cosa. Más bien sostengo que el resurgir de Sevilla exige mesura y compás. Lo agradecerá la ciudad y también nuestras saludes, incluida la mental.

Recordarán seguro la fantástica cinta Sevilla en tres niveles de Juan Sebastián Bollaín. En el nivel 1 de la ciudad (las azoteas) vivían los outsiders –válgame el anglicismo, que es de los pocos que me encantan–. En el bajo 0 (el subsuelo) habitaba el pasado, con su Cervantes y los inquisidor­es. El nivel 0 era el de la prisa, el consumo y la gente que come productos congelados. Sigue siéndolo. Ya es hora de cuidar de la prisa y la usura el nivel 0, pues es el del tiempo presente y corriente, donde habitamos. Sucederá lo contrario.

El resurgir de Sevilla exige mesura y compás. Lo agradecerá la ciudad y también nuestra salud

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