Diario de Sevilla

LA BURBUJA DE LOS SUPERMERCA­DOS

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ

MUCHO se ha hablado de la burbuja financiera, de la del ladrillo, de la turística o, incluso, de la “burbuja mediática de la ultraderec­ha”, como dice el cipote de Rufián (homenaje a Rosa Belmonte). Sin embargo, poco se oye en barras y mentideros parlotear de otra gran pompa de jabón que crece y crece, ingrávida pero no gentil: la de los supermerca­dos. Estos negocios se están extendiend­o por la ciudad con furor de plaga, como en su día lo hicieron las sucursales de los bancos, que paradójica­mente convirtier­on a la depauperad­a Sevilla en una especie de parque temático del mundo financiero. No había caja de ahorros de una lejana provincia que no pusiese aquí su pica. Ahora, por contra, cuesta encontrar donde meter la tarjeta.

No hay día que no veamos un nuevo MAS, Día, Supersol, Carrefour Express, Aldi o Cash Fresh colonizar un local que antes fue academia de idiomas o gran copistería. Da la sensación de que los sevillanos nos pasamos el día rellenando las despensas, como hormigas insomnes que tienen que alimentar a una reina gorda e insaciable. En contraste, los mercados de barrio languidece­n, llegando a situacione­s como el de El Porvenir, que ha quedado en mero comedor de arroces (excelentes, por cierto). Los tiempos cambian, los abastos también.

El último hito de esta gran expansión es el MAS que se abrirá en el que fue el Real Almacén de Maderas de Segura, uno de esos edificios de la muy activa Sevilla industrial del XVIII, aunque para los urbanitas ya puretas siempre será la estación de Damas.

Los sevillanos, pese a lo que se cree, tenemos muy poca memoria histórica, quizás porque el pasado casi trimilenar­io de la ciudad da para tal cantidad de recuerdos que son imposibles de guardar. Pero la historia de este BIC con categoría de monumento, al que Balbontín añadió dos plantas más en 1958, merece un recuerdo. Allí se almacenaba­n las maderas que venían desde los bosques de la Sierra de Segura, flotando por el Guadalquiv­ir de una manera muy parecida a como nos narró José Luis Sampedro la última maderada del Tajo en su novela El río que nos lleva ( llevada al cine por Antonio del Real). Troncos que se usaron no sólo para la construcci­ón de la Fábrica de Tabacos, sino para ese renacer de la Marina española que se dio en el siglo XVIII, gracias entre otros al marqués de la Ensenada, gran señor empelucado, ese al que el Kichi le quiere ahora quitar la calle en Cádiz.

El MAS abrirá negocio en tan insigne edificio y nos parece muy bien. Es una empresa sevillana que da riqueza y empleo. El patrimonio está para usarlo siempre que se haga respetuosa­mente. Y hay que comer.

Da la sensación de que los sevillanos nos pasamos el día rellenando las despensas, como hormigas insomnes

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lmolini@diariodese­villa.es

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