Un merecido tributo a todos los profesionales de la farmacia
● El Premio Reconocimiento Andaluz alaba la dedicación y entrega de las boticas por su servicio a la sociedad durante la pandemia ● Antonio Mingorance, presidente del Consejo General de Colegios de Farmacéuticos de Andalucía, recogerá la distinción
En muchas localidades pequeñas el farmacéutico era el único profesional sanitario que quedó”
Cuando el 13 de marzo de 2020 se decretó el estado de alarma y el país se paralizó, empezó la mayor prueba de estrés a la que se ha sometido al sistema sanitario. Las farmacias y los hospitales fueron las piezas del sistema que siguieron desde el primer minuto al pie del cañón. La cruz verde siguió encendida en paisajes urbanos desiertos y siempre, al otro lado del mostrador, un profesional de farmacia. “Fue un momento en que la ciudadanía pudo resolver muchas inquietudes, encontrar apoyo y ayuda en la oficina de farmacia. Los farmacéuticos hicieron frente a una situación un tanto desesperada, con escasez de geles, mascarillas y otros productos, y salieron adelante”, explica Antonio Mingorance, presidente del Consejo General de Colegios de Farmacéuticos de Andalucía, y que el próximo martes recogerá en Sevilla el Premio Reconocimiento Andaluz, una iniciativa de Grupo Joly y Telefónica. Se trata de un reconocimiento a todos los profesionales de farmacia por su entrega y labor durante la pandemia. “Me siento muy orgulloso del homenaje que se hace con este premio a todos los farmacéuticos. Más que premio, es un reconocimiento por hacer lo que teníamos que hacer; por cumplir con nuestras obligaciones”.
Además de la atención habitual, los primeros momentos también fueron críticos para los propios farmacéuticos, teniendo que coordinar y diseñar procedimientos para salvar la situación. “Fue muy importante el trabajo realizado para renovar los tratamientos. Esto no ha sido así solo en las ciudades, también en todos y cada uno de los pueblos de Andalucía. No ha faltado medicamento, no ha faltado consejo profesional. En muchos lugares era el único profesional sanitario que quedaba. Las cosas fueron paliándose y seguimos haciendo lo que es nuestra obligación, que no es otra que atender a los pacientes”, añade.
La pandemia ha sido una época dura para las personas que están al otro lado del mostrador en la botica. Al estrés se sumó la misma incertidumbre que asolaba a gran parte de la población, pero redoblando esfuerzos y articulando vías para poder atender a los pacientes, hacer llegar la medicación a quien la necesitaba y asumiendo sus riesgos. “En cifras generales, cada día pasa por la farmacia el 20% de la población. Por ende, las posibilidades de contagio eran importantes, se produjeron fallecimientos, pero tampoco queremos hacer énfasis en esto ni dramatizar este tema; han sido meses duros para toda la población”, subraya.
Los colegios que componen el Consejo General de Colegios Farmacéuticos de Andalucía siempre han sido el nexo de unión con la administración. Para su portavoz, “en la pandemia, sin hacerse notar demasiado, hemos procurado que las cosas funcionaran bien y que los servicios se prestaran adecuadamente. Los Colegios han ido recogiendo las inquietudes y los requerimientos de las farmacias y también atendiendo las peticiones de la Administración. Hemos colaborado siempre estrechamente y la Administración ha atendido muchas peticiones que se hicieron desde el Consejo andaluz para poder facilitar el trabajo de la farmacia durante la pandemia. Agradezco a la Consejería de Salud ese espíritu abierto que ha tenido con nosotros”.
Uno de los debates sostenidos en su momento a nivel nacional, fue el de incorporar a los farma
céuticos en la estrategia andaluza de vacunación. “Nosotros tuvimos disposición para ello, igual que nos involucramos en el reparto de mascarillas, pero la Administración puso los medios para vacunar como se ha hecho y es cierto que el programa andaluz ha sido de los más eficaces de España, con más rapidez y celeridad”. Más allá de ser un mero punto de transmisión, también la entidad colegial posee un peso considerable en las decisiones de la política sanitaria. Para Mingorance, “en la pandemia se ha demostrado que en España tenemos un sistema de farmacia y distribución de medicamentos fenomenal, quizás de los mejores del mundo”. “Ha funcionado a pleno rendimiento durante esta crisis sanitaria y no quiero pensar qué habría pasado si no tenemos este modelo de suministro de medicamentos por parte de la distribución y de dispensación de medicamentos, por parte de la farmacia”. En este punto, Mingorance subraya el papel que en Andalucía ha tenido la receta electrónica, que se instauró en el año 2000, “fuimos pioneros y es motivo de orgullo para todos”, subraya.
La buena percepción social de la farmacia es palpable y su naturaleza como parte del sistema sanitario es obvia, pero el desarrollo de su integración en él con la
Si la Administración entiende que podemos hacer más cosas y prestar más servicios, ahí estaremos”
prestación de servicios no está claro. Para Antonio Mingorance, es un eslabón más del sistema sanitario. “La farmacia tiene la encomienda de facilitar el acceso de los medicamentos a los ciudadanos de una manera adecuada y estamos ahí. Si la administración entiende que podemos hacer más cosas y prestar más servicios para mejorar la salud de los ciudadanos, ahí estaremos. Nosotros queremos sumar, ayudar a que los ciudadanos vivan mejor. Esa es la obligación que debemos tener los profesionales sanitarios”.
Otra de las preocupaciones del sector en los últimos años ha sido la farmacia rural, que está siendo el único elemento vertebrador común en la España vaciada. “Queremos que la farmacia rural tenga una sostenibilidad mínima para evitar que se pierdan farmacias rurales. Tenemos que poner todos de nuestra parte para garantizar su supervivencia”, sostiene Mingorance.
En la última etapa del anterior Gobierno andaluz se propusieron mecanismos de compensación a estas farmacias ligados al ahorro de la subasta. A la hora de valorar la necesidad de recuperar ese tipo de compensaciones, el portavoz de los boticarios alude a la clasificación de farmacias de viabilidad económica comprometida (VEC) que pueden recibir una aportación por parte del estado. “Aun así, es necesario crear más mecanismos para que esas farmacias puedan ser viables dignamente. Y no digo que la solución deba venir solo de parte de la Administración, los Colegios de Farmacéuticos debemos estar ahí para trabajar en ello”, subraya.
Para algunos, el modelo de la farmacia española como establecimientos sanitarios privado de interés público tiene amenazas. Mingorance cree que “si seguimos haciendo lo que hemos estado haciendo hasta ahora, debemos tener esperanzas en el futuro”. “Los farmacéuticos han ido a trabajar durante la pandemia con la fe que tenían en su deber y dándole a la sociedad lo mejor de cada uno. La pandemia ha sido una prueba de fuego. Con lo sucedido, que ha puesto a prueba a la sanidad en su conjunto, podemos decir que si algo ha funcionado bien ha sido la farmacia. El nuevo reto es determinar qué vamos a hacer a partir de ahora. Garantizar que estaremos preparados para dar respuesta en situaciones parecidas que puedan venir en el futuro”.
Los Colegios de farmacéuticos no solo representan a los profesionales de farmacia comunitaria. También están, con menos visibilidad, los farmacéuticos de hospital, que comparten méritos por su labor fundamental para garantizar los tratamientos durante el confinamiento. “No han faltado medicamentos, hemos realizado la entrega de medicamentos hospitalarios. En colaboración con el Servicio Andaluz de Salud se diseñó un dispositivo para que los ciudadanos no tuvieran que ir desde su domicilio al hospital a recoger su medicación de uso hospitalario. La colaboración entre los farmacéuticos de hospital y la farmacia comunitaria permitió llevarlo a cabo. Del mismo modo, se ha podido asegurar la renovación de muchos tratamientos a través de un mecanismo de dispensación excepcional para poder renovar parcialmente ese tratamiento en las fases más críticas”, afirma Mingorance.
La labor social de la farmacia no se restringe al ámbito del medicamento. También desarrollan iniciativas, como el proyecto Mascarilla 19 de ayuda contra la violencia de género o los programas para detectar y combatir la soledad de los mayores. “Todo ello forma parte de la farmacia que queremos tener. Y así debe ser la farmacia del futuro”. En la misma línea, a la oficina de farmacia se le han ido añadiendo a la mochila más programas y servicios, como el seguimiento farmacoterapéutico, el sistema personalizado de dosis, que permite organizar los blísteres y ayudar a los cuidadores a administrar la medicación de una manera más organizada y segura. Además del medicamento, la farmacia hace una ingente labor en prevención y educación para la salud en muchos ámbitos, desde el consejo nutricional a la salud bucodental.
De cara a los otros actores del sistema sanitario, la farmacia ha ido en los últimos años estrechando el vínculo con Atención Primaria. “Cada vez es mayor la colaboración entre el farmacéutico y los médicos de Atención Primaria. En Andalucía tenemos el programa Axonfarma, que permite al farmacéutico comunicar determinadas incidencias al médico. En la misma línea, desarrollamos por ejemplo programas sobre benzodiacepinas, consultas de nuevos medicamentos y labores de control en el consumo de algunos fármacos”, concluye.
Hay que desarrollar nuevos mecanismos para que la farmacia rural sea viable y sobreviva dignamente”
La labor social que desempeñamos no se restringe sólo al ámbito del medicamento”