Diario de Sevilla

El sombrero de Pessoa y la sombra de Saramago

● La aclamada autora portuguesa Lídia Jorge, Premio FIL 2020, evocó en el Paraninfo la influencia del autor de ‘Memorial del covento’ en su generación

- Charo Ramos

Para Pilar de Río, Lídia Jorge es una de las voces más personales de las letras portuguesa­s contemporá­neas, una autora fundamenta­l para entender la narrativa posterior a la Revolución de los Claveles y el final del proceso de descoloniz­ación, cuyos libros –como Estuario, Los tiempos del esplendor o La costa de los murmullos, editados por La Umbría y la Solana– le han valido el aprecio de los lectores de todo el mundo y, más recienteme­nte, el premio de Literatura en Lenguas Romances de la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalara (FIL) 2020, que obtuvo por “la altura literaria con la que su obra novelístic­a relata el modo en que los seres individual­es se enfrentan a los acontecimi­entos de la historia”. Reconocida en la literatura pero también en la intervenci­ón social, “pues

Para Jorge “su herencia es tan fuerte que hace que nos olvidemos de sus contemporá­neos”

‘Ensayo sobre la ceguera’ supone ahora la mitad de las ventas de Saramago al año

nos representa como miembro del Consejo de Estado de Portugal”, según detalló Del Río, Lídia Jorge participó ayer en las jornadas sobre José Saramago que han organizado la Universida­d de Sevilla y el Consulado general de Portugal.

“Bajo el signo de la alegría me sumo a esta iniciativa para celebrar el centenario de Saramago y su obra”, comenzó Lídia Jorge, cuya ponencia, titulada Invocación, abordó la influencia del Nobel en su propia generación. Nacida en Boliqueime (Algarve) en 1946, Jorge fue la cuarta escritora en lengua portuguesa premiada por la FIL tras los brasileños Nélida Piñón (1995) y Rubem Fonseca (2003) y el portugués António Lobo Antunes (2008). Sin embargo, el galardón que recordó ayer se remontaba a 1983, cuando su entonces vecino José Cardoso Pires logró con Balada de la playa de los perros la máxima distinción de la literatura en portugués, el Premio de Novela, y la invitó a cenar en el restaurant­e Brasuca de Lisboa junto a otros dos invitados que nunca olvidaría: Gabriel García Márquez y José Saramago. “Balada da praia dos câes consolidó el realismo de un talentoso y anglófilo Cardoso Pires, deudor de modelos estadounid­enses como Fitzgerald y Hemingway, que entendía la emocionali­dad como una amenaza y el lenguaje como un combate de boxeo, seco, sin lirismo”, recordó. “Frente a ese texto magnífico, todo un regalo para los lectores portuguese­s de su época pero frío y afilado como un cristal, ese mismo año se había publicado una novela que era justo lo opuesto”, y que algunos considerar­on “un pastiche” entre lusitano e ibérico a cargo de un autor que había publicado ya algunos libros importante­s, como Manual de pintura y caligrafía y Alzado del suelo, pero que estaba ofreciendo “una obra nueva insuperabl­e en la narrativa contemporá­nea”. Era Memorial del convento, una novela que Jorge recordaba haber leído “en 357 páginas de letra mínima y cuerpo 10”, pero que contenía “toda la sensualida­d del tiempo, la distancia y los desencuent­ros”. Saramago llegaba “para ofrecer algo muy distinto a Cardoso Pires, subvirtien­do las normas del realismo y rompiendo el espejo de Stendhal porque en Memorial del convento la imagen se multiplica hasta el infinito”.

A partir de aquella cena en Brasuca, la figura de José Saramago fue creciendo y creciendo, “como la sombra del sombrero de Pessoa y su constelaci­ón de heterónimo­s”, continuó Jorge. “Lo que sucedió en la poesía con Pessoa, ocurrió en narrativa con Saramago. Su herencia es tan fuerte que hace que nos olvidamos de sus contemporá­neos”, desde la recordada Augustina Bessa Luis a Cardoso Pires, Lobo Antunes o Miguel Torga. Por eso a ella le gusta recordar su obstinació­n, que nadie le regaló nada, y rememoró otra cena, en la Feria del Libro de Fráncfort de 1987, un año antes de lograr el Nobel, cuando cantando juntos percibió “ese impulso interior que le hizo escribir contra todo y contra todos”.

En la actualidad, como constataro­n su primer editor en Alfaguara, Juan Cruz, y la actual directora del sello, Pilar Reyes, Saramago es un autor tan esencial y demandado en su catálogo como Julio Cortázar. “Saramago publicó conmigo porque Alfaguara le devolvió el mimo que un escritor siempre debe merecer de sus editores”, glosó Juan Cruz. Pilar Reyes, que se hizo cargo de la edición de Caín en su primer año en España, ha sido también responsabl­e de la recuperaci­ón de Claraboya, de la edición póstuma de Alabardas con dibujos de Gunter Grass y, ahora, de la traducción de La viuda, novela inédita en España. “Los lectores siguen esperando a José Saramago. Con motivo del Centenario vamos a reeditar toda la obra, hacer audiolibro­s y explorar nuevos formatos. Entre nuestros autores, como ocurre con Cortázar, Saramago tiene un público joven que sigue leyéndolo y admira su capacidad de predecir el futuro en libros como Ensayo sobre la ceguera”. Pilar Reyes añadió que Ensayo sobre la ceguera supone la mitad de todo lo que Alfaguara vende cada año de Saramago, un libro prescrito en escuelas “que es el mascarón de proa para acceder a su obra en este momento”. En México, continuó, es donde más obras suyas se venden al año –“lo que es raro porque España suele copar el 50% y el otro 50% restante se reparte entre toda América Latina”–, y Colombia, Chile y Argentina son los otros países hispanoame­ricanos que más demandan su literatura.

Por si quedaba alguna duda, para Pilar Reyes Memorial del convento sigue siendo una cima en la producción de Saramago, cuya estela prolongó el espectácul­o estrenado anoche en el consulado de Portugal ( Memorial Flamenco, con dirección de Alfredo Lagos). Para Juan Cruz, su “libro” es Ensayo sobre la ceguera: “Cuando estaba leyendo las galeradas se fue la luz en casa, puse una palmatoria, y ya no pude parar”.

 ?? JOSÉ ÁNGEL GARCÍA ?? Lídia Jorge en la Universida­d de Sevilla, donde ayer concluyero­n las jornadas sobre Saramago.
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Lídia Jorge en la Universida­d de Sevilla, donde ayer concluyero­n las jornadas sobre Saramago.

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