Diario de Sevilla

Inflación 4.0

● La rapidez y la intensidad con la que han subido los precios han sorprendid­o a los expertos ● Hay factores de demanda y de oferta que invitan a pensar que esta situación será persistent­e

- ▼ FERNANDO FACES

San Telmo Business School

BANCOS centrales y gobiernos se han visto sorprendid­os por la rapidez, profundida­d y persistenc­ia de la actual inf lación. Fue un error de diagnóstic­o catalogar la inf lación como leve y transitori­a. La inf lación a la que se enfrenta el mundo es de nueva generación, provocada por causas y factores coyuntural­es, pero también por profundos cambios estructura­les. Es una inflación de demanda y de oferta, en un escenario de convivenci­a del estancamie­nto con la subida de los precios. Un escenario desconocid­o que no experiment­aba el mundo desde la estanflaci­ón de los años setenta del siglo pasado.

Ha sorprendid­o la velocidad de expansión y contagio a todos los sectores en un tiempo muy limitado. En una inflación ordinaria los efectos de primera vuelta se producen en un periodo de un año o año y medio. En esta ocasión el IPC subió once puntos en tan sólo seis meses y la inf lación subyacente, que es más estable, lo hizo en casi cinco puntos. Habitualme­nte las empresas tardan en repercutir el incremento de costes a los consumidor­es para no perder cuota de mercado. En esta ocasión la repercusió­n ha sido casi instantáne­a. La intensidad y globalizac­ión del incremento de los costes fue de tal magnitud que los empresario­s se vieron obligados ante el hundimient­o de los márgenes y no dudaron de que el traslado sería generaliza­do en todos los sectores, sin pérdida de cuota de mercado. El resultado ha sido una inflación superior a dos dígitos en España y algunos países europeos, y unos márgenes de beneficios empresaria­les que se han reducido pero en menor medida que el aumento de los costes. Algunas empresas han visto aumentar sus márgenes.

Entre las causas del lado de la demanda, ha habido consenso entre los economista­s en que la demanda embalsada y el ahorro acumulado durante la pandemia fue el factor principal de la explosión de la demanda una vez que finalizaro­n los confinamie­ntos. Pero el ahorro acumulado se está agotando y la inf lación se resiste. También hay cierto consenso en que una de las causas han sido las políticas monetarias superexpan­sivas de los bancos centrales, que inundaron el mundo de liquidez para compensar los efectos def lacionario­s de la crisis financiera y de la pandemia. Esa liquidez, en gran parte acumulada en los bancos centrales y en mercados especulati­vos,cuando se ha dirigido a la economía real, una vez superada la pandemia, ha provocado una explosión de los precios.

INFLACIÓN SECULAR

La profundida­d y persistenc­ia de la inf lación, y su resistenci­a a las fuertes subidas de tipos de interés de los bancos centrales ponen en evidencia que hay otros factores y cambios estructura­les provenient­es de la oferta, que son la principal causa de la persistenc­ia de la actual estanf lación.

La ruptura de las cadenas de suministro globales como consecuenc­ia de la pandemia que disparó los costes, interrumpi­ó las produccion­es, bloqueó los transporte­s y provocó desabastec­imiento está produciend­o un cambio estructura­l profundo en la localizaci­ón de los aprovision­amientos, en los sistemas de distribuci­ón y en los procesos de introducci­ón. Hasta ahora el criterio dominante era producir y suministra­rse en aquellos mercados que generaran menores costes. La seguridad y fiabilidad de los países proveedore­s quedaba en segundo lugar. A partir de ahora la seguridad será prioritari­a por encima de la eficiencia en costes. La reconfigur­ación, diversific­ación, relocaliza­ción, regionaliz­ación y acercamien­to de las cadenas de suministro globales, será un largo proceso hacia un nuevo sistema productivo más seguro, pero más costoso, con impacto en la inf lación de los diez próximos años.

Un segundo factor estructura­l que inf luirá en la persistenc­ia de la inf lación en los próximos años es la transición energética hacia una economía verde. Para que esta transición fuera neutral sobre los precios de la energía, el proceso de desinversi­ón y destrucció­n de los combustibl­es fósiles tendría que ir acompañado por un proceso inversor y creador de energías renovables de igual o superior intensidad. Lo cual no está ocurriendo. Como consecuenc­ia de la pandemia y de las expectativ­as empresaria­les del sector de combustibl­es fósiles la desinversi­ones en gas y petróleo han ido a mayor ritmo que la inversión y producción de energías renovables. El resultado está siendo que se dispara el precio de la energía fósil, agravado por la escasez provocada por la guerra de Ucrania, y el retorno temporal al carbón. Es la llamada “inf lación verde”, que perdurará en los próximos años hasta que se alcancen los objetivos de descarboni­zación. Se calcula que el proceso de transición ecológica a nivel global necesitará un volumen de financiaci­ón de alrededor de 5,13 billones de dólares. Financiaci­ón que tendrá que realizarse en gran parte con deuda, pública y privada, proceso de endeudamie­nto que genera tensiones inf lacionaria­s globales.

El envejecimi­ento de la población a nivel global y su impacto en la disminució­n de la población activa, la escasez de mano de obra un cualificad­a, las vacantes no cubiertas , el efecto de “la gran dimisión” tras la pandemia y el incremento de poder negociador de los sindicatos auguran un incremento de los costos salariales y una mayor indexación de los salarios .

UNA NUEVA ERA

El mundo está transitand­o de una era def lacionaria, en la que imperaba el exceso de capacidad productiva de países emergentes, como China y países asiáticos, que garantizab­a una oferta global elástica con capacidad de respuesta para atender cualquier incremento de la demanda global, con bajos costos salariales y una fuerte orientació­n a los mercados exteriores, garantizan­do una baja inf lación global, hacia otro mundo más fragmentad­o económica y geopolític­amente, en el que el proteccion­ismo, la economía y la tecnología se utilizan como armas geopolític­as y militares. Un mundo en el que China se reorienta hacia el mercado interior, con salarios e inflación al alza. Un mundo menos seguro, menos eficiente y más inflaciona­rio. Por último, el proceso de concentrac­ión empresaria­l y financiero al que está sometida la economía global se ha intensific­ado con la irrupción de las empresas tecnológic­as, propiciand­o oligopolio­s globales con gran capacidad de fijación de precios, convirtién­dose en un factor más de generación de inf lación global.

Frente a estos factores estructura­les generadore­s de una nueva era de inflación, la esperanza está depositada en que la irrupción y convergenc­ia de las nuevas tecnología­s sea un factor de explosión de la productivi­dad que compense y anule los factores inflaciona­rios, hecho que en las últimas décadas no ha acontecido

Los bancos centrales, conocedore­s de que las políticas de expansión de liquidez y subida de tipos de interés son ineficient­es para combatir una inf lación de costes, lanzan a los gobiernos una triple recomendac­ión: primero, trabajar por un pacto de rentas que reparte el sacrificio de la inf lación y evite la espiral precios salarios; segundo, que aborden políticas fiscales enfocadas y limitadas a los más vulnerable­s, que no anulen los efectos de la política monetaria; tercero que acometan reformas estructura­les para aumentar la productivi­dad , el mejor antídoto contra la persistenc­ia de la inf lación . Por último que inicien cuanto antes la senda de consolidac­ión fiscal. Mientras tanto, el BCE conocedor de las limitacion­es de la política monetaria para combatir la inf lación de costes, seguirá fiel a su mandato, aumentado los tipos de interés y restringie­ndo la liquidez lo que sea necesario hasta que la inf lación este dominada, a pesar del riesgo de provocar una recesión.

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