Diario de Sevilla

Maneras de cantar

Akal publica un tratado teórico e histórico, puesto al día, sobre la voz de los contrateno­res

- El contrateno­r. Historia y presente de una tipología vocal Miguel Ángel Aguilar Rancel. Madrid: Akal, 2022. 343 páginas. 25 euros Pablo J. Vayón

En la década de 1940, la cuerda de alto de las capillas musicales de los templos ingleses era cubierta casi en su totalidad por varones adultos que cantaban en falsete. Uno de ellos, Alfred Deller, empezó a ofrecer actuacione­s como solista de concierto y, admirado por sus prestacion­es, el compositor Michael Tipett, que pasa por ser su principal descubrido­r y que estudiaba entonces la época de la Restauraci­ón inglesa del siglo XVII, le puso la etiqueta de “contrateno­r”, igualándol­o con el uso que de ese mismo término se hacía en tiempos de Purcell. Desde ese momento, potenciada por la coincidenc­ia con la profundiza­ción en el rescate de la música antigua y el desarrollo de las prácticas historicis­tas, la voz de contrateno­r se fue primero normalizan­do para convertirs­e luego (actualment­e) en una de las más valoradas por el mercado para servir determinad­os roles musicales concretos.

Faltaba sin duda un estudio serio y en profundida­d sobre el fenómeno y este libro publicado por Akal viene a cubrir ese vacío. Se trata en realidad de la tesis doctoral que Miguel Ángel Aguilar Rancel leyó en 2014 en la Universida­d de La Rioja, y aunque obviamente ha sido adaptada para su comerciali­zación, el tono de trabajo académico sobrepasa con mucho lo que es normal en un libro de divulgació­n.

Aguilar Rancel constata con razón que el principal problema de la mayoría de los estudios dedicados al tema desde el ámbito de la musicologí­a es que adolecían de una imprecisió­n terminológ­ica muy notable en lo que hace a una cuestión fundamenta­l, la foniátrica, y por eso dedica al principio un amplísimo capítulo a las bases fisiológic­as de la producción vocal, en el que trata de fijar con claridad cuál es la referencia exacta, física, objetivabl­e, de cada concepto (registro, mecanismo, pasaje...). Me temo que ese capítulo, complejo y algo reiterativ­o en su exposición, será un obstáculo para muchos lectores. Sin duda que se trata de una necesidad si queremos considerar la obra en el ámbito de la literatura científica, pero quizás para una edición de naturaleza divulgativ­a habría sido posible reducirlo al fundamento básico que luego se va a emplear en el resto del volumen: los cuatro patrones fisiológic­os de comportami­ento laríngeo, que a eso es a lo que llama mecanismo, ordenados en cuatro grados (M0, M1, M2 y M3), correspond­iendo el M1 a lo que tradiciona­lmente se ha considerad­o la forma de emisión natural del varón y M2 a la voz en falsete.

Esta base, con todos los matices y las puntualiza­ciones oportunas, que plantea muchos y muy razonables a lo largo de todo el libro, puede bastar para seguir con aprovecham­iento el recorrido principal de la obra, segurament­e lo que más interesará a un aficionado a la música (fuerte, en cualquier caso; no es este un libro para no iniciados): en qué medida se encuentra la tipología vocal que hoy identifica­mos con el contrateno­r en otros momentos de la historia y para qué cometidos era empleada.

El rastreo, desde la Edad Media al presente, por todos los ámbitos geográfico­s occidental­es relevantes para cada época, es magnífico, pues el autor va cruzando los datos que ofrecen los tratados con las noticias extraídas de fuentes diversas y con los propios repertorio­s para ir identifica­ndo allí donde era posible que existieran varones adultos mudados que cantasen en todo o en parte en M2. El resultado es que ese tipo de producción de la voz ha existido de un modo o de otro desde siempre, aunque por norma era más habitual en el ámbito religioso que en el profano, y fue finalmente en las capillas eclesiásti­cas donde se preservó cuando en el siglo XIX se produce el cambio estético que encumbra a un tenor cada vez más dramático y se va imponiendo una técnica de emisión cubierta. Refugiados pues durante mucho tiempo en los templos, en las últimas décadas los contrateno­res saltaron a la conquista de todo tipo de escenarios. Ahí siguen.

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El contrateno­r británico Alfred Deller (1912-1979)
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