Diario de Sevilla

CALDERILLA

- ▼ CARMEN OTEO

UN Gobierno que convierte el Código Penal no ya en moneda de cambio sino en sucia calderilla manoseada, de esa que se deja sin mirar su valor, no se respeta a sí mismo. El Código Penal no debe ser de Bernarda sino de los juristas que conocen su alcance, sus límites y lo que supone el imperio de la ley. Un Gobierno que utiliza las leyes no para gobernar sino para contentar y hacer propaganda de sí mismo, para ganar a los más infractore­s mediante temerarias concesione­s no se respeta a sí mismo. Un Gobierno que es capaz de contradeci­rse cuantas veces haga falta para contentar a los que quieren destruir las bases del sistema no se respeta a sí mismo ni al propio sistema. Un Gobierno al que no le importa que con su continua manipulaci­ón se produzca el debilitami­ento de cuanto toca no se respeta ni a sí mismo ni al estado de derecho que le ha permitido llegar al poder. Un Gobierno como el nuestro no se respeta a sí mismo ni nos respeta a los ciudadanos españoles.

Un Gobierno que juega con fuego con pirómanos sobre un incendio aún vivo creyendo que de este modo lo apagará es medio iluso medio cínico y medio temerario. Para hacernos tragar sus barrabasad­as, no basta con bajar la voz, torcer la cabeza y poner cara de perdonarno­s la vida, ni con tachar a los demás de fascistas e irresponsa­bles de manera impúdica por pensar como él lo hacía cuando se ganó la confianza de los más inocentes. La contradicc­ión como forma de ser o es enfermedad o es ignorancia o, lo que es peor, es engaño.

Es cierto que el poder desgasta, que puede conllevar al descrédito, pero, cuando se juega con las institucio­nes que son la base de la democracia, degeneránd­olas, torciendo su fin, el daño es sobre el propio sistema. Se desprecia de este modo a la ciudadanía y se premia a los que han atacado el sistema como si un padre premiara a un hijo después de cometer una tropelía queriendo convencer a los hermanos de que de este modo el mal hijo aprenderá y la paz llegará a casa. Los juzgados de menores están saturados de padres a los que sus hijos consentido­s se les han montado encima a base de premiar sus pataletas y tiranías.

Seguí el juicio del procés con admiración. Me enorgullec­í como nunca de nuestros jueces, del deslumbran­te Ministerio Fiscal, de la mejor abogacía. Ese juicio nos hizo creer que la justicia en España era una verdadera garantía. Hoy todo es calderilla.

La contradicc­ión como forma de ser o es enfermedad o es ignorancia o, lo que es peor, es engaño

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