EL SELLO Y LA MEMORIA SELECTIVA
DURANTE 40 años el franquismo impuso su relato: ellos eran los buenos, la verdadera España; los otros, todos, en bloque, los malos, la anti España causante de todas nuestras desdichas hasta que Franco puso orden.
Ahora se intenta imponer el relato opuesto a través de la propaganda institucional y las medidas más sesgadas de la Ley de Memoria Democrática (que también contiene otras justas, como dar digna sepultura a los asesinados). Afortunadamente los historiadores hacen su riguroso trabajo. La historia no la escriben los vencedores, sino los historiadores. Y la objetividad documentada y crítica acaba por imponerse al sesgado relato de los vencedores y al de los perdedores, que también elaboran el suyo.
Viene esto a cuenta del sello con el que Correos conmemora el centenario del PCE y la lógica polémica que ha suscitado. Lógica porque un organismo público no tiene por qué conmemorar el centenario de un partido y por mostrar su insignia - única superviviente de los totalitarismos condenados por la resolución de 19 de septiembre de 2019 del Parlamento Europeo- aderezada con los colores de la ban
Correos cumple lo que escribió Semprún: “Asombra comprobar lo selectiva que es la memoria de los comunistas”
dera republicana. Lógica porque Correos justifica la emisión pasando de puntillas sobre el papel del PCE en la Segunda República y la Guerra Civil, ignorando tanto su sangriento pasado de checas y paseos como las purgas internas estalinistas efectuadas durante y después de la guerra (en 1940 José Díaz clamaba contra los “socialistas oportunistas y antiproletarios”, los “indefendibles, falsos y contrarrevolucionarios” anarquistas en connivencia con los falangistas y los “bandidos trotskistas” que conspiraron con Franco) o la llamada a no luchar contra los nazis mientras duró el pacto entre Hitler y Stalin (“¡Ni una gota de sangre española para la guerra imperialista!”, clamaban Díaz y Pasionaria en 1940), para destacar sólo su papel como “motor de las fuerzas que lucharon por la democracia” bajo la dictadura (lo que solo es totalmente cierto a partir de la política de reconciliación de 1956 y sobre todo de la deriva eurocomunista) y en la Transición (lo que es cierto y se agradece).
Correos ha cumplido lo que escribió Jorge Semprún: “Asombra comprobar lo selectiva que es la memoria de los comunistas. Se acuerdan de ciertas cosas y otras las olvidan… La memoria comunista es, en realidad, una desmemoria… No es una memoria histórica, testimonial, es una memoria ideológica”.