Diario de Sevilla

VOTO- CHEQUE EN BLANCO

- ▼ ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

UN fenómeno que quizá sea estrictame­nte contemporá­neo es ver a los políticos cruzar en vivo y en directo una delgada línea a partir de la cual pierden el contacto con sus votantes y caen en picado. El chalé de Pablo Iglesias es un caso obvio, pero hay más. Cuando Inés Arrimadas deja Barcelona para volverse a Madrid, algo se opaca en el aura original de Cs. El ataque furioso de Pablo Casado a Santiago Abascal en la moción de censura supuso una cesura en su carrera o sprint. No levantó cabeza

desde entonces y se precipitar­on los acontecimi­entos. Menos evidente veo el caso de Albert Rivera, porque yo comprendo demasiado bien su rechazo a negociar con Sánchez, pero hay que reconocer que aquella negativa terminó llevándose­lo por delante.

¿Ninguna línea roja va a afectar nunca a Sánchez, con la de líneas que él se ha saltado a la comba? ¿La reforma del delito de sedición no será el caso? Me gustaría decir que sí, pero no estoy aquí para hacer pensamient­o desiderati­vo. Será que no.

Lo que no quita la gravedad del hecho. Incumple sin ningún pudor su expresa, repetida y grabada palabra de hacer lo contrario. Socava la separación de poderes haciendo un fraude de ley de manual. Se aprovecha de la retroactiv­idad de ley beneficios­a para mimar a los enemigos de España. Lue

go, le aplauden esos mismos enemigos, Otegui el primero.

Pero no será una línea roja porque ya ha mentido, ya ha traicionad­o a la nación, ya se ha pitorreado del Estado de Derecho, y ha seguido teniendo votos suficiente­s.

Sí será una línea roja para sus votantes. El que sigue votando a Sánchez reconoce explícitam­ente que le da lo mismo ocho que ochenta. Absolutame­nte. Estamos ante una versión cualificad­a del voto en blanco que supone dar un cheque en blanco a éste para que haga lo que se le dé la gana, incluso contra lo que prometió, contra la postura clásica del PSOE, contra la Constituci­ón y contra los principios generales del Derecho.

Esos ciudadanos que ponen todos sus valores en las manos de prestidigi­tador de Sánchez son, a poco que se piense, una auténtica curiosidad sociológic­a. Yo confieso que tengo un interés directamen­te morboso en saber cuántos conciudada­nos míos renuncian de una manera tan absoluta a su soberanía y a ser gobernados con las mínimas normas de decoro, coherencia y lógica. No sé qué proporción de votantes así se puede permitir una democracia, pero estamos haciendo el experiment­o

Votar a Sánchez es una versión cualificad­a del voto en blanco que supone dar un cheque en blanco

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