Diario de Sevilla

FLECHAZO REAL EN LA MACARENA

- ▼ ANTONIO MONTERO ALCAIDE Escritor

ERA mancebo, pero también rey, Pedro I, a la edad de diecisiete años, cuando pareció conocer, en 1352, a María de Padilla. Distintas y antiquísim­as fuentes históricas así lo recogen. Al despensero de la reina Leonor de Aragón (1358-1390), se atribuye un Sumario de los reyes de España, más conocido como Sumario del despensero, en el que, según un criterio común, el compendiad­or, además de extractar aspectos de otras crónicas anteriores más extensas, aportaba interpreta­ciones consiguien­tes, cuando no extravagan­cias algo fantasiosa­s. En ese Sumario se cuenta que Pedro I conoció a María de Padilla en León y esta aparece como pariente de un gran caballero de esa ciudad. María es tenida, en el relato, por la más apuesta doncella que entonces se hallaba en el mundo, y el rey mancebo –aún no era el tiempo de los títulos de Cruel o Justiciero– quedó prendado de ella, por lo que mermó la atención a su madre, María de Portugal, y la cercanía que en esos momentos mostraba, “en paz y sosiego”, con sus hermanastr­os, nacidos de Alfonso XI con la concubina Leonor de Guzmán. Se enamoró mucho de ella el rey “y no pudo estar en sí hasta que la tuvo, y durmió con él”. Contrariad­a la reina y disgustado­s los hermanastr­os, instan al valido Juan Alfonso de Alburquerq­ue para que trate el casamiento del rey con doña Blanca de Borbón, hija del duque francés Pedro I de Borbón –primeros Pedros fueron el padre y el esposo fallido–. Blanca, para correspond­er a la realeza del mancebo, también es descrita como “la más linda hembra que se hallaba por entonces en todo el mundo”, y no será cuestión de discernir cuál de los dos mayúsculos atributos –la más apuesta doncella, María de Padilla, las más linda hembra, Blanca de Borbón– venía a propósito, si bien Pedro I prefirió siempre, escarceos aparte, a María de Padilla. De ahí el propósito de casar al rey con Blanca de Borbón: que se deshiciera su arrobo por María de Padilla.

El presbítero sevillano Espinosa de los Monteros refiere, en su Historia y grandezas de la ciudad de Sevilla (1630), la constancia de una común tradición sevillana –manera de aseverar la insegurida­d de lo que se dice– por la que María de Padilla, como ha podido contarse, residía en Sevilla, con un tío suyo, cerca de la puerta de la Macarena. Volviendo de una cacería el rey, la vio en ese lugar y se enamoró perdidamen­te de ella, tal como dijo a Juan Fernández de Henestrosa, el tío de María. Esta no tenía voluntad de acceder a los requerimie­ntos del rey si no era a título de matrimonio y, por esta razón, se sostiene que se casó con ella, la llevó al Alcázar como su mujer, “y la quiso de fuerte”. Valga la tradición para situar el f lechazo real, aunque otro relato haya, y será contado, de la intervenci­ón del inf luyente valido como alcahuete interesado, si bien cayó en desgracia y conoció la crueldad del rey.

Enamorado perdido quedó Pedro I al ver a María de Padilla en la puerta de la Macarena

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