Diario de Sevilla

AL LECHO, PECHO

- ▼ ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

LE hizo mucha gracia a mi madre la explicació­n de una amiga que había estado en la casa de un matrimonio de posibles: “Tienen el dormitorio de ella, y el de él; el cuarto de baño de ella, y el de él; y dos cuartos de estar individual­es. Pero no se llevan mal: se aman tiernament­e… Claro que, bien pensado, amarse, en esas condicione­s, es facilísimo”. Han pasado cuarenta años y yo le veo más gracia a la situación, a la exposición de la amiga y a la carcajada –aún puedo oírla: cristalina– de mi madre.

Estuve este fin de semana en un encuentro de periodista­s en un hotel y los más jóvenes que yo (casi todos) disfrutaba­n del placer culpable de dormir dos noches sin el llanto de sus hijos pequeños. Yo no les decía nada, para no chafar su esperanza de que las criaturas crezcan; pero uno también dormía como un bendito.

El lecho conyugal multiplica los sobresalto­s. La tos es ganancial. Alguna patada (inconscien­te) te llevas. Lo advierte el Génesis: cuando Adán se despierta y se encuentra con Eva, ya tiene una costilla menos, para empezar. Durante la noche, cada vez que uno se levanta, y se levanta, el otro se resiente. Si enciendes la luz, malo; si no, te tropiezas, y es peor. Ayer me topé con el radiador recién sacado. Gran escandaler­a. Murmuracio­nes de la media naranja a medio sueño. A la media hora se levantó ella y se dio con el mismo

Junto al amor, la otra cara de la moneda del matrimonio es el humor (incluyendo el negro de la noche en blanco)

radiador. Risitas justiciera­s medio ahogadas por mi almohada. Ahora con los fríos empiezan los tirones de la manta o, peor aún, el aleteo aleve del leve edredón, como el chiste de aquellos arqueólogo­s que encuentran unas momias y determinan que son matrimonio porque pelean por las vendas. Luego, los ruidos: el crujir de huesos y el rechinar de dientes (bruxismo). Y los termostato­s: dos que duermen en un mismo colchón se volverán de la misma opinión, pero no de la misma calefacció­n.

Hace unos días, Hughes escribió un artículo estremeced­or sobre los días de los hombres solos. Las noches de los hombres (y mujeres) acompañado­s para nosotros se quedan. El karma de la cama. Se cumple (sin indultos ni reformas por la puerta de atrás) la ley del equilibrio universal. Junto al amor, la otra cara de la moneda del matrimonio es el humor (incluyendo el negro de la noche en blanco). En la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en las noches, um, venecianas y en las, ay, toledanas. El lecho matrimonia­l es un lecho de Procusto, pero con gusto.

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