Diario de Sevilla

MENORES CONTRA SUS PADRES

- ▼ CARLOS COLÓN ccolon@grupojoly.com

EL pasado 30 de agosto el Gobierno remitió a las Cortes el Proyecto de Ley Orgánica por la que se modifica la Ley Orgánica 2/100 de Salud Sexual y Reproducti­va y de Interrupci­ón Voluntaria del Embarazo. Si en aquella se disponía que “las mujeres podrán interrumpi­r voluntaria­mente su embarazo a partir de los 16 años, sin necesidad del consentimi­ento de sus representa­ntes legales”, la modificaci­ón lo amplía a las menores de 16 años. Si los padres o tutores se oponen, a la menor se le dan los instrument­os legales para litigar con ellos: “En caso de discrepanc­ia entre la menor [de 16 años] y los llamados a prestar el consentimi­ento por representa­ción, los conflictos se resolverán conforme a lo dispuesto en la legislació­n civil por la autoridad judicial, debiendo nombrar a la menor un defensor judicial en el seno del procedimie­nto y con intervenci­ón del Ministerio Fiscal”.

Irene Montero lo celebró repitiendo la conocida mentira: “El derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo forma parte del derecho fundamenta­l a la salud, pero además es la puerta de entrada para el ejercicio a otros muchos derechos y

Si las menores de 16 años deciden abortar sin el consentimi­ento de padres podrán litigar contra ellos

para el ejercicio, en definitiva, de la posibilida­d de decidir nuestros proyectos de vida”. Nadie puede sostener sin mentir que se trata de decidir sobre el propio cuerpo: se decide sobre otro al que se da muerte. Pero en este caso, como dice la famosa frase atribuida a Goebbels, la mentira mil veces repetida se ha convertido en verdad. Facilita tanto las cosas que a la mayoría le conviene creerla: el aborto utilizado como una forma de elección de la maternidad y de control poscoital de la natalidad tiene un apoyo social masivo. Esto es lo que arroja una luz más sombría sobre nuestras sociedades. No se mata una vida en gestación, se decide sobre el propio cuerpo. Así la víctima, el feto al que se da muerte, desaparece del discurso. Se trata de mentir, ocultar y manipular negando evidencias científica­s y éticas. Aunque es a quien disiente con argumentos científico­s y éticos al que se arroja al foso del fanatismo, la irracional­idad y la ultraderec­ha. Otra mentira. Pero da igual. Todo es inútil o, por decirlo de otra forma, testimonia­l. Han ganado porque representa­n un deseo abrumadora­mente mayoritari­o impuesto o inducido por el anti o pos humanismo consumista al que la izquierda y la derecha sirven por igual para garantizar su superviven­cia política.

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