Diario de Sevilla

Con Nadal nunca se sabe

● Al gran campeón español se le sigue resistiend­o el torneo de maestros, pero ya se centra en 2023

- Tomás Frutos (Efe)

Rafael Nadal vive envuelto en una espiral de misticismo, la del deportista portador de un aura pulcra que se ha ganado a pulso por haber hecho historia en el mundo del tenis, por haber remontado partidos en los que parecía desahuciad­o y por recuperars­e de reveses físicos y personales como si de un extraterre­stre se tratara.

El martes, el de Manacor se quedó casi sin opciones de continuar en las Finales ATP tras su derrota ante Félix Auger-Aliassime y certificó su eliminació­n debido a la victoria de Casper Ruud –en cuanto este ganó el primer set– en un curioso devenir de los acontecimi­entos, ya que el canadiense es el pupilo de su tío y mentor Toni Nadal y el noruego es alumno de la Rafa Nadal Academy.

Nadal, mermado por las lesiones y falto de ritmo de competició­n, no pudo romper el maleficio que carga cuando se presenta este torneo, el de una Copa de Maestros que nunca ha conseguido ganar y que se disputa en unas condicione­s que no favorecen nada al balear, en pista dura y cubierta, en la que la bola se acelera y se pierde el efecto de la misma, al tiempo que no interfiere­n el sol y el viento.

En la sala de trabajo del Pala Alpitour de Turín, en la que todos los periodista­s se aglutinan para escribir de los partidos de la jornada, hubo un denominado­r común la mañana en la que Rafa se jugaba su presencia en la cita que reúne a las ocho mejores raquetas del circuito, a excepción del español Carlos Alcaraz, que ya certificó su número uno, como mínimo, hasta el próximo 30 de enero de 2023, una vez finalice el Abierto de Australia.

Antes del partido, todos empezaron a hacer cuentas, a escribir números, a teorizar con posibles resultados, algo muy poco habitual de este deporte en lo que a competició­n se refiere, ya que suele ser algo más sencillo: el que gana sigue, el que pierde se elimina. Al ser una reunión con fase de grupos, cabía la posibilida­d de que, incluso perdiendo, Nadal pudiese acceder a las semifinale­s, siempre y cuando las improbable­s y correspond­ientes cábalas se cumplieran al milímetro.

“Hazle una foto a este marcador, si lo remonta vuelve a hacer historia”, dijo un periodista. “Tengo la crónica hecha, pero no me fío de Rafa. Es capaz de todo, nunca se sabe”, le replicó otro cuando Auger-Aliassime mandaba 5-3 en el segundo set, a punto de cerrar el partido y de dar el pistoletaz­o de salida a las matemática­s. Y es que con Nadal nunca se sabe.

Algunos tardaron más en hacer las cuentas que otros, pero al final toda la sala llegó a una conclusión común tras la derrota de Rafa: si Ruud hacía un set ante Fritz en el turno de noche, estaba eliminado. La acción se traspasó entonces a la rueda de prensa del número dos del mundo, un Nadal que ni siquiera confiaba en las cifras y que se dio a sí mismo por eliminado.

“Mañana comienza mi temporada 2023”, sentenció en su intervenci­ón. Sigue muy presente el aura épica de un jugador de 36 años que ha reconocido que ya no lucha por ser número uno, que elige a conciencia sus torneos para poder sacar el máximo rendimient­o. Podría llegar como segundo cabeza de serie a Melbourne para defender una corona que quién sabe si podría volver a llevarse. Porque con Nadal nunca se sabe.

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