QATAR, BALONES FUERA
EN la historia de los Mundiales de fútbol, tan sólo la Segunda Guerra Mundial alteró en fechas el acontecimiento de masas de la única religión que carece de impíos: el fútbol. El vacío se produjo de 1939 a 1950 (Francia 1938 había sido el último escenario). El fragor de la guerra en Ucrania nos retrotrae, curiosamente, a la anterior edición mundialista, que se disputó en Rusia en 2018. Putin no movió ni un miligramo de bótox en su jeta cuando aprobó un gasto de 14.000 millones de euros para su Mundial.
Son ya conocidos los llamados a boicotear Qatar 2022 por varias razones. Entre ellas, el olorín a corrupción en su elección como sede en 2010 (France Football aireó el caso Qatargate), los previos tejemanejes entre la Francia de Sarkozy y los ricos qataríes para salvar al PSG de la quiebra y, sobre todo, los muertos que han dejado las psicodélicas obras del Mundial (The Guardian contó hasta 6.500 obreros fallecidos por esclavitud laboral). Presidido por una elegante mujer empañolada (la campaña de imagen es reveladora), el llamado Comité Supremo para la Organización y el Legado Qatar 2022 ha cifrado los muertos en el tajo en tres únicas desgracias y asegura que otras 37 muertes constatadas se produjeron fuera del trabajo.
Organizaciones de derechos humanos llaman al boicot. En Qatar rige la sharía, aunque con menos rigorismo que en la vecina y mal avenida Arabia Saudí (los saudíes y todos los vecinos del Golfo Pérsico han acusado a Qatar de patrocinar el terrorismo islamista de variada laya). Las mujeres que viajen a Qatar lucirán atavíos pudibundos y no podrán invitar a ningún varón a su habitación de hotel. Los hinchas más cerveceros podrán beber alcohol finalmente, pero sólo en espacios acotados para la borrachería borreguera.
Los homosexuales en actitud impudorosa saben a lo que se exponen. En Qatar el coito entre hombres –el lesbianismo es inexistente– se persigue con la cárcel en casos graves de sodomía anal o “abominación”, según interpretación –y es importante esto de la interpretación– del Corán. La pena capital existe y un nepalí, acusado de homicidio, fue el último desgraciado en recibir el castigo en 2020.
Sea como sea, el culto al balón tendrá su cita en Qatar (el 80% de sus 2,7 millones de habitantes se concentra en Doha, su capital). Toca mirar a otro lado y cantar con to
Organizaciones de derechos humanos llaman al boicot. En Qatar rige la ‘sharía’, aunque con menos rigorismo que en la vecina y mal avenida Arabia Saudí
do contento el Hayya, Hayya, el himno viral del Mundial. Dígase pues esto de Qatar, balones fuera (hemos copiado el titular de Informe Semanal). Los rascacielos capitalinos, adornados con cromos gigantes de futbolistas, dibujan un skyline de formas y luces movedizas que, al anochecer, hacen de Doha un distópico joyero de cristal en el desierto árabe, como una Kaaba de peregrinación sacrílega.
Respecto a la prohibición del alcohol, Rusia 2018 dio lugar a una anécdota que ya nos ponía en la pista hacia Qatar. En un partido entre Egipto y Uruguay, el portero egipcio ElShennawy se negó a recibir el premio al mejor jugador del encuentro (pese a la derrota de su equipo). No quiso recibir tal distinción porque la presea tenía forma de pinta de cerveza y lo patrocinaba Budweiser.
Pero, ¿qué dice el Islam para prohibir el alcohol? El vino ( kahmr en árabe) es citado por el Corán como pecaminoso, junto con el juego, como en la sura II de La vaca (aleya 216). La sura IV ( Las mujeres) dice en la aleya 46: “¡Oh, los que creéis! No os acerquéis a la oración mientras estéis ebrios, hasta que sepáis lo que decís”. Pero es tal vez la sura V ( La mesa) la más contundente, atribuida al hecho de la pelea que los acólitos de Mahoma tuvieron por culpa del alcohol tras una cena. En las aleyas 92-93 se dice que el vino, el juego de maysir y los ídolos son abominaciones procedentes de los manejos de Satanás.
Respecto a la homosexualidad, para conocimiento del visitante LGTBIQ+ (¿será por siglas?), la condena rigorista del Islam no es unitaria y se presta a disquisiciones teológicas. Las narraciones coránicas al respecto (sura El muro y sura Los poetas) difieren poco de las del Génesis en cuanto al episodio sobre Lot y los sodomitas. No hay unanimidad entre los ulemas clásicos en torno a la feroz condena al coito entre hombres que sea explícita tanto en los dichos atribuidos al Profeta (los hadiz) como en el propio Corán (se distingue la homosexualidad de su práctica en forma aberrante).
Sea como sea, que empiece a rodar el balón a la vista de todos. Y que de forma furtiva, pero placentera, lo haga el alcohol y el coito entre quienes “os llegáis a los hombres en lugar de llegaros a las mujeres” (sura El muro).