Africana, prehispánica y empoderada
Puede que sea una casualidad. Puede que no. Black Panther, primer superhéroe negro (no afroamericano porque vive en el poderoso y africano reino ficticio de Wakanda), fue creado por Stan Lee y Jack Kirby para Marvel en 1966, el año de nacimiento del movimiento de los Panteras Negras, en plena efervescencia de la reivindicación de derechos civiles. Además de en otras películas del llamado Universo Cinematográfico Marvel tuvo su primer largometraje – Black Panther– en 2018 con excelentes resultados en taquilla y reconocimientos: fue la primera producción de Marvel nominada al Oscar a la mejor película y se convirtió en un símbolo del ascenso afroamericano en Hollywood.
El fallecimiento de su intérprete, Chadwick Boseman, frenó la producción de una segunda entrega: el éxito de su caracterización hacía difícil que otro actor interpretara al personaje. En la línea de super espectáculo con contenido positivo la solución ha sido elevar al trono de Wakanda a una mujer, la reina Ramonda, interpretada por Angela Bassett, rodeada de una corte de guerreras. Para reforzar el mensaje a las superheroínas africanas se les enfrenta el reino de Talokan y su líder Namor, de origen mesoamericano e imagen prehispánica muy a lo Apocalypto –lo interpreta el actor y activista mexicano Ténoch Huerta– para completar el discurso anticolonialista –el África depredada, pese a que Wakanda sea la nación más poderosa del mundo gracias a un metal que todos ansían, y la América conquistada– y también anticapitalista. Eso sí, hecho desde lo más duro del corazón capitalista del cine para ingresar millones.
Se supone por lo tanto que la película tiene emociones profundas (desde el inicial duelo por Chadwick Boseman que la enluta) y mensajes (feminista, anticolonialista, anticapitalista) que soportan su larguísimo metraje, dan sentido a su más bien errático argumento, soportan la tremenda carga de efectos especiales y satisfacen las aspiraciones de quienes quieren encontrar algo más que eso en una película (y se conforman con poco, todo hay que decirlo). Un suntuoso, pesante y hueco super espectáculo que brilla sobre todo por la interacción entre la poderosa imaginería visual inspirada en referentes africanos y precolombinos, y la igualmente poderosa banda sonora del sueco Ludwig Göransson, que ya obtuvo el Oscar por Black Panther y colabora con el director Ryan Coogler desde su primera película, Fruitvale Station, que mezcla con eficacia y astucia gran formación sinfónica, electrónica y préstamos vocales e instrumentales de música étnica africana y música latina.