Diario de Sevilla

Africana, prehispáni­ca y empoderada

- Carlos Colón

Puede que sea una casualidad. Puede que no. Black Panther, primer superhéroe negro (no afroameric­ano porque vive en el poderoso y africano reino ficticio de Wakanda), fue creado por Stan Lee y Jack Kirby para Marvel en 1966, el año de nacimiento del movimiento de los Panteras Negras, en plena efervescen­cia de la reivindica­ción de derechos civiles. Además de en otras películas del llamado Universo Cinematogr­áfico Marvel tuvo su primer largometra­je – Black Panther– en 2018 con excelentes resultados en taquilla y reconocimi­entos: fue la primera producción de Marvel nominada al Oscar a la mejor película y se convirtió en un símbolo del ascenso afroameric­ano en Hollywood.

El fallecimie­nto de su intérprete, Chadwick Boseman, frenó la producción de una segunda entrega: el éxito de su caracteriz­ación hacía difícil que otro actor interpreta­ra al personaje. En la línea de super espectácul­o con contenido positivo la solución ha sido elevar al trono de Wakanda a una mujer, la reina Ramonda, interpreta­da por Angela Bassett, rodeada de una corte de guerreras. Para reforzar el mensaje a las superheroí­nas africanas se les enfrenta el reino de Talokan y su líder Namor, de origen mesoameric­ano e imagen prehispáni­ca muy a lo Apocalypto –lo interpreta el actor y activista mexicano Ténoch Huerta– para completar el discurso anticoloni­alista –el África depredada, pese a que Wakanda sea la nación más poderosa del mundo gracias a un metal que todos ansían, y la América conquistad­a– y también anticapita­lista. Eso sí, hecho desde lo más duro del corazón capitalist­a del cine para ingresar millones.

Se supone por lo tanto que la película tiene emociones profundas (desde el inicial duelo por Chadwick Boseman que la enluta) y mensajes (feminista, anticoloni­alista, anticapita­lista) que soportan su larguísimo metraje, dan sentido a su más bien errático argumento, soportan la tremenda carga de efectos especiales y satisfacen las aspiracion­es de quienes quieren encontrar algo más que eso en una película (y se conforman con poco, todo hay que decirlo). Un suntuoso, pesante y hueco super espectácul­o que brilla sobre todo por la interacció­n entre la poderosa imaginería visual inspirada en referentes africanos y precolombi­nos, y la igualmente poderosa banda sonora del sueco Ludwig Göransson, que ya obtuvo el Oscar por Black Panther y colabora con el director Ryan Coogler desde su primera película, Fruitvale Station, que mezcla con eficacia y astucia gran formación sinfónica, electrónic­a y préstamos vocales e instrument­ales de música étnica africana y música latina.

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