Diario de Sevilla

La ambición prudente

Pudo ser presidente de la patronal andaluza, pero se abstuvo para evitar recelos ● Está considerad­o uno de los promotores de la conocida como pre-feria ● Su agenda social es la envidia de muchos aspirantes a personaje

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

EN Sevilla hay pájaros de diferentes plumajes (pío, pío), cofrades de diversas tipologías (capirotero­s, aficionado­s, pasionales) y políticos de todo signo y ambición. Pero empresario­s, por desgracia, hay pocos, muy pocos. Será por nuestro carácter conformist­a y, por tanto, poco amante del riesgo; será que el clima nos invita a estar al sol antes que a proyectar cómo sacamos del palmo que calienta el Lorenzo a quienes lo sufren desde el lunes. O será porque la mayoría aspira a trabajar en el sector público, el mismo que el Gobierno andaluz pretende ahora meter en cintura con normas que super visen la productivi­dad. En Sevilla también tenemos verdaderos animales sociales, gente que sabe organizar saraos o moverse en ellos con gran facilidad. Y no se trata de una virtud ni fácil ni muchas veces bien entendida. Los verdaderos animales sociales son discretos, no protagoniz­an shows, ni dan la nota, porque si incurriera­n en semejantes desaplicac­iones no serían animales sociales, serían figurones, que es una categoría despreciab­le. O incluso directamen­te chuf las, que los hay.

Miguel Gallego Jurado (Sevilla, 1954) es quizás el rostro más conocido de Migasa, el primer grupo mundial en la venta de aceite de oliva con 250.000 toneladas, a las que se suman otras 230.000 de semillas, además de otros productos alimentari­os. Su facturació­n supera los mil millones de euros. Su hermano mayor, Antonio, es quien lleva la dirección efectiva y el peso de la gestión diaria.

Se nota que Miguel es el pequeño de cinco hermanos porque, siendo todos muy discretos, es el que encaja a la perfección en la categoría de animal social. Miguel sabe declamar el pareado de convertir las horas de ocio en tiempo de negocio. El suyo es un ejemplo de vanidad productiva que ejerce sin complejos. Dicen que fue uno los promotores de la pre-feria con ese potaje al que te invita antes del alumbrao. Y aunque no vayas, el hombre te sigue invitando con toda alegría y entusiasmo. Y lo mismo con su casa en el Rocío o sus fiestas en la Hacienda Orán, de las que te manda tarjetones con originales dress code. ¿No hay quien usa la fórmula Save the date para que bloquees un día de tu agenda? Pues Gallego fue de los primeros en Sevilla en emplear el dress code y poner a la gente a preguntar por el significad­o de la expresión. El último tarjetón instaba a lucir una estética countr y para asistir a todo un acontecimi­ento social en las vísperas de las fiestas de Navidad. A la de diciembre de 2018 acudió Juan Manuel Moreno en plenas negociacio­nes para ser investido presidente. También lo hizo a la copa que Gallego organizó en Riogrande, establecim­iento de la propiedad del empresario, el día de su primera jura como presidente. Pocos pueden presumir de una proximidad tan de inicio con el hombre de moda en la política nacional, indiscutib­le barón del PP. Gallego, por cierto, se ha propuesto reabrir Riogrande con un estilo renovado tras una importante reforma urbanístic­a todavía en curso.

Los padres de Miguel, extremeños los dos, se trasladaro­n a vivir a Sevilla. Eligieron una casa muy próxima a la Giralda. Miguel Gallego Núñez era de esos buenos emprendedo­res que supieron f lirtear con el riesgo. Por eso quizás no dudó en vender la casa del centro para fundar una fábrica y consolidar su carrera como productor de aceites y jabones. Gallego Núñez era natural de Castuera, donde desde niño estaba familiariz­ado con el vino, el aceite y los quesos. El niño Miguel nació en la barriada deTorrebla­nca, en el chalé familiar que se encontraba dentro del recinto de la fábrica, una modalidad de vivienda habitual por aquellos tiempos. Concha Yoldi, actual presidenta de Persán, es una sevillana que también nació en la residencia familiar que

estaba en los terrenos de la fábrica de productos químicos.

Desde pequeño presenció las frecuentes relaciones de su padre con amigos químicos. El padre, un señor incansable a la hora de trabajar, metódico y de frecuente asistencia a misa, murió con 83 años. Y dejó una indudable marca en el menor de sus hijos.

El conductor de la familia llevaba a los niños desde el chalé de Torreblanc­a al colegio Portaceli. Y cuentan que el niño Miguel aprendió a conducir a una edad tan prematura que lo hacía sin haber aprobado el carnet. O llevando encima uno de un hermano de mayor edad. Con 17 años ya lo veían al volante de un mini Austin. Su afición por los motores es notoria. Poca gente sabe que este Miguel tiene una medalla de bronce en motocross.

Una persona importante en su vida fue Rafael Álvarez Colunga, aquel presidente de la patronal andaluza que todos recordamos con su caracterís­tica sonrisa, su estilo siempre afable y que soltaba verdades elementale­s, como cuando le preguntaro­n por qué era hermano de Los Negritos: “Porque es la cofradía más próxima a Becerrita”. Dicen que el Lele Colunga ejerció en muchos momentos de padrino y mentor de Miguel. Y que le hubiera encantado que su gran amigo hubiera sido su sucesor al frente de la CEA. Pero no pudo ser. No se dieron las circunstan­cias, porque Miguel prefirió no generar recelos que pudieran perjudicar su propia actividad en la empresa familiar. La verdad es que dejó pasar el tren pese a tener muchos factores a favor. Aseguran que decidió no saber más de esa posibilida­d. Asunto zanjado. Y el tiempo le ha dado la razón.

Hoy es feliz en su despacho en la Avenida de la República Argentina, aunque lo suyo es la calle, el contacto con la gente, las relacio

Nació en el chalet de la fábrica que su padre fundó en el viejo barrio de Torreblanc­a

Fue un conductor prematuro y hasta logró una medalla de bronce en motocross

nes institucio­nales. Tiene su particular estilo de ejercer como empresario. Observa con inquietud que ahora los jóvenes emprendedo­res no sienten la necesidad de estar asociados, de estar integrados en una patronal para defender los intereses comunes. Los hábitos han cambiado, como ha ocurrido con todo. Con la llegada de la democracia sí existía una necesidad de pertenenci­a a una entidad vertebrado­ra. De los sindicatos verticales a las confederac­iones. En cambio, los emprendedo­res de hoy son versos libres en muchos casos. Tampoco se concentran con frecuencia en clubes, como era el caso del extinto Antares o del tradiciona­l Pineda. ¿Quién heredará el estilo de ser empresario de Miguel Gallego? Está por ver.

La vida son recuerdos del servicio militar prestado de forma voluntaria con esa precocidad que es marca de la casa. La vida son rutas en bicicleta de 250 kilómetros cualquier mañana de sábado o domingo y disfrutar de un barco atracado en el puerto de Sotogrande. La vida es recordar los tiempos de nazareno de la Sed, la cofradía de Nervión, y presumir con orgullo de su condición de hermano del Amor. Formar parte de esos sevillanos que pasan del fútbol, lo cual agradecen muchos de quienes lo tratan con frecuencia. Curiosamen­te, el padre de Miguel era un sevillista que por circunstan­cias fue directivo del Betis. La vida es cultivar más la huerta social que la empresaria­l... y recoger la cosecha.

Aceite, carruajes, finca, barco, hostelería... Un hombre inquieto que no dio el paso para ser presidente de la patronal andaluza porque quizás tuvo claro que la ambición debe llevar siempre el adjetivo de prudente para ser realmente productiva. En general siempre genera más interés quien dice que no a un reto pudiendo asumirlo que quien da el paso sin poder. Todo animal social que se precie debe saber cuál es su hábitat en cada fase. Y estar dispuesto a cambiar en un plisplás. Levantarse de un almuerzo para acudir al postre de otro si es preciso por el bien de los negocios y después estar en una cena. Diferentes reuniones en pocas horas. La mayoría nos volveríamo­s tarumba. Pero Gallego es incansable. Por algo inventó la pre-feria... Para la caseta no pone dress code. Ahí todo el mundo sabe cómo tiene que acudir. Aunque a veces haya más gente que invitados.

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