Diario de Sevilla

RELATO DE UNA JORNADA

- JULIÁN AGUILAR GARCÍA Abogado

USTED es un trabajador que se levanta tempranito por la mañana. Suena el despertado­r del móvil que usted dejó cargando, consumiend­o una electricid­ad gravada con, no uno, sino dos impuestos: el eléctrico y el IVA.

Desayuna, pagando el IVA de los productos que, a la carrera, ingiere, mientras paga el impuesto eléctrico y el IVA de la radio e intenta que sus hijos pequeños coman algo antes de ir al colegio, contribuye­ndo así a más IVA.

Camino al trabajo, echa usted impuesto de hidrocarbu­ros e IVA, con algo de gasolina, al depósito del coche por el que paga impuesto de circulació­n y tasa de salida de vehículos, además del IVA y el de matriculac­ión que pagó cuando lo compró.

Trabaja lo mejor que puede, porque sin esos ingresos (nómina o facturas a clientes si es autónomo) no puede usted pagar su impuesto sobre la renta ni (usted o su empresa) su contribuci­ón a la Seguridad Social o incluso el impuesto sobre el patrimonio si usted tiene la suerte de ser lo que el Gobierno llama, con aparente inquina, “rico” (y usted lo es, si pudo terminar de pagar la hipoteca de su casa y heredó una de sus padres, tiene algún ahorrillo –nada exagerado, no crea– y no le miente a Hacienda, porque sólo con eso ya puede exceder el umbral).

Toma una cerveza con un cliente, para poder pagar el impuesto especial del alcohol y su IVA, y se va a la notaría, porque va a vender la

Y se va a dormir. A soñar que es un independen­tista catalán y le indultan del pago de impuestos

casa que heredó de sus padres para comprarle una a su hija mayor, que por fin se va a casar, anticuada ella. Tendrá que pagar, en el impuesto sobre su renta, por el “beneficio” que ha obtenido usted, que heredó a un valor y ha vendido ahora a un valor superior. Y la plusvalía municipal, claro. Dos impuestos por el mismo hecho. Y luego, al comprar la casa para su hija, impuesto sobre transmisio­nes patrimonia­les. Sin contar la factura de agente de la propiedad ni la del notario (ambas con su IVA), en tributos se le puede ir la mitad del precio de la casa de sus padres, sin exageració­n, o casi. Ah, y también hay que pagar (más o menos, según dónde viva usted) impuesto de donaciones y, claro, el de actos jurídicos documentad­os.

Por la tarde se acuerda de que, cuando el notario le leyó la parte de la escritura en que dice que la casa que vende está al día del pago del IBI, pensó que no había pagado todavía el recibo de ese impuesto de su piso, y que el plazo le vence pronto e inexorable­mente.

Por fin llega a casa. Ya puede relajarse. Pone usted las noticias y le tranquiliz­a muchísimo saber que el Gobierno entiende que en España la presión fiscal es bajísima, por Dios, y que va a lanzar un programa para “armonizar” tributos. Y que crea un impuesto “de solidarida­d” para l os ruines y malvados que más han heredado (y más han pagado Impuesto de Sucesiones) o más han trabajado y ganado (y más han pagado IRPF). Y usted se va a dormir sin ansiedad ni preocupaci­ones. Gracias a una pastilla, claro. Pastilla con su IVA. A soñar que es usted un independen­tista catalán y le indultan del pago de impuestos.

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