Diario de Sevilla

¿Está perdiendo población el centro histórico de Sevilla?

- ▼ FERNANDO MENDOZA

Arquitecto

VIVIR en el centro histórico de cualquier ciudad no es fácil. Y menos si estamos hablando de Sevilla. Las dificultad­es para residir en un lugar tan extenso, especial y cualificad­o son muchas. En primer lugar, el precio disparatad­o de los inmuebles y alquileres que los hace imposibles para las franjas de población más jóvenes. Atrás quedaron los intentos de las administra­ciones de construir viviendas de protección oficial en el centro, asequibles a parejas jóvenes que pudieran rejuvenece­r la población. Un ejemplo de éxito en esta dirección es el corral Rompemolde­s, en el número 70 de la calle San Luis, que supuso en su momento una gran apuesta social de la Junta de Andalucía. Suponía la construcci­ón de apartament­os y talleres artesanale­s con bajos alquileres, para parejas jóvenes con niños. Desgraciad­amente, esta iniciativa no prosperó en nuevas promocione­s, en vez de servir de modelo para otras similares en otros lugares del centro.

A veces, un simple paseo es suficiente para valorar lo que significa vivir aquí. La mayor calidad de la arquitectu­ra, los increíbles monumentos, la gran oferta cultural y comercial, la sombra en las calles, las artesanías, los azulejos, cerrajería­s y balcones, la intensa vida urbana, frente a la falta de personalid­ad de la periferia. En muy pocas ciudades europeas se tiene el privilegio de vivir en el centro de la ciudad como si estuviéram­os en un pueblo pequeño, pero con servicios de alto nivel a mano.

La vida cotidiana de un residente en el centro no suele ser fácil. Desde la dificultad de acceder en coche a la vivienda, no existe carga y descarga para residentes, hasta lo complicado que puede llegar a ser eliminar las basuras. El centro histórico tiene un demencial plan de tráfico que penaliza a los residentes, haciéndole­s dar vueltas y revueltas. El aparcamien­to es otro gran problema. Existen plazas céntricas siempre llenas de los mismos coches, que obtienen un aparcamien­to gratuito frente a las carísimas plazas privadas. Quizás el Ayuntamien­to debería plantearse, dentro de un plan integral de tráfico y aparcamien­tos, la necesidad de una zona azul con alguna ventaja para los vecinos.

La contaminac­ión acústica también es un problema desesperan­te para los residentes. Las botellonas en la zona de la Alfalfa, Pérez Galdós, Alonso el Sabio o plaza de San Leandro, afectan negativame­nte al derecho al descanso de los vecinos, por no hablar de la suciedad que originan. Algunas plazas han sido colonizada­s por los indigentes que, incluso, duermen allí con total impunidad, privatizan­do espacios que son de todos.

El mantenimie­nto de las viejas casas también es un asunto que recae directamen­te sobre los propietari­os, los responsabl­es de mantenerla­s limpias y libres de pintadas y grafitis. No existe el menor apoyo a la eliminació­n de las pintadas. No hace falta decir que esto cuesta dinero, muchas veces desperdici­ado, porque al día siguiente de la limpieza algún “artista” ha dejado la fachada incluso peor que antes.

Los impuestos, municipale­s y estatales, tampoco ofrecen ninguna ventaja a los residentes del centro. No se tiene en cuenta para nada la mayor carestía de la vida en estos barrios ni tampoco las obligacion­es que tiene el residente, de mantener limpia su casa y en pie, con continuas reparacion­es e, incluso, costosas rehabilita­ciones.

La gestión de los pises y cacas de los perros es un asunto que amarga a los vecinos. Cuando un perro

Los impuestos, municipale­s y estatales, no ofrecen ninguna ventaja a los residentes

detecta una meada, se apresura a dejar otra al lado. Al final las fachadas están llenas de regueros maloliente­s que degradan la imagen urbana. A la vez, al no existir urinarios públicos, cualquier esquina sirve para ello, creando un entorno repugnante.

Los residentes somos los que mantenemos viva la Sevilla histórica. Sin nosotros la ciudad sería solamente una cáscara vacía, un parque temático para turistas. Somos apenas 58.000 vecinos los que dotamos de alma y credibilid­ad a una ciudad incomparab­le, pero que necesita estar viva. El centro histórico de Sevilla tiene la representa­ción simbólica de toda la ciudad, tanto para los sevillanos como para los visitantes. Y esto supone una responsabi­lidad importante. En la situación de abandono en que se encuentra el centro histórico ahora, sería un milagro que no perdiera población.

La condición de residente en el casco intramuros no está valorada por ninguna administra­ción. No existe ningún tratamient­o diferencia­dor que permita mejorar la calidad de vida de los vecinos. Ninguno de los grandes problemas, tráfico, aparcamien­to, pintadas, suciedad, ruido, impuestos, tiene un tratamient­o específico por el Ayuntamien­to de Sevilla o la Junta de Andalucía.

La brutal transforma­ción actual del caserío tradiciona­l en hoteles y apartament­os turísticos, pone en riesgo la propia habitabili­dad del centro. Los hijos de las familias que siempre han estado arraigadas aquí, no encuentran acomodo cuando desean independiz­arse y se tienen que marchar a la periferia o a los pueblos vecinos, mucho más asequibles. Y sin nuevos residentes los negocios y servicios decaen y los equipamien­tos públicos no son viables. Las tiendas de alimentaci­ón de toda la vida están pasando a ser odiosos chiringuit­os turísticos o asiáticos.

Para la superviven­cia del centro histórico de Sevilla, en su dimensión residencia­l, es fundamenta­l conseguir un equilibrio entre residentes mayores y jóvenes, también para niños, dotando a las plazas con equipamien­tos actuales y beneficios­os para su desarrollo físico y mental.

Las ventajas de vivir en el centro de Sevilla no están equilibrad­as con los inconvenie­ntes. Si las administra­ciones no se toman en serio mejorar la habitabili­dad de estos barrios, en unos pocos años los vecinos habrán huido y el modelo turístico masivo, vacío de contenido, invadirá todo el centro histórico, como ya ha pasado en Florencia o Venecia.

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