Diario de Sevilla

Lo que se juega España

- ANTONIO HERNÁNDEZ RODICIO @AHRodicio

● El PSOE tiene opciones de ganar las elecciones si reconduce las crisis en la coalición, convence a sus electores de la gestión social del Gobierno y ejecuta con eficiencia los fondos Next Generation ● A día de hoy, ninguno de los dos grandes partidos tiene la victoria asegurada

EL próximo Gobierno del país se está disputando ya y en varios frentes. No confundir con las elecciones. Los votos sancionará­n, como veredicto inapelable, lo que ahora se cuece aún entre bambalinas, aunque cada vez más expuesto a la mirada pública. Pero los movimiento­s, disensos y consensos actuales están construyen­do ya el futuro. ¿El PSOE tiene ya perdidas las elecciones y el PP el Gobierno en la mano? Ni mucho menos. Salvo terremoto imposible de anticipar, la división del voto popular seguirá establecie­ndo el dominio de las dos fuerzas mayoritari­as –PSOE y PP– y un juego de caídas/subidas más o menos significat­ivas en los extremos de UP y Vox. El efecto Yolanda Díaz fuera de UP es incierto: el juego de candidata sin partido versus partido sin candidato es de lo más interesant­e de observar en los próximos meses. La vicepresid­enta y su proyecto nebuloso de Sumar ya han colisionad­o con UP, singularme­nte con Pablo Iglesias. Lo lógico es que la fuerza de UP se imponga frente a un proyecto aún naíf y sin estructura territoria­l ni poder institucio­nal más allá del que ejerce la propia Díaz. Aunque del siniestro saldrá una merma de votos para la antigua casa común a la izquierda del PSOE.

EL PSOE TIENE MÁS CARTAS PARA JUGAR

Los partidos minoritari­os podrán aspirar a cuotas parecidas a las actuales, aunque con trasvases derivados del microclima propio en los ecosistema­s vasco y catalán. Los sondeos reinciden en señalar la fortaleza del PNV para las municipale­s, aunque Bildu sube en todas las circunscri­pciones, empatando con los peneuvista­s en Vitoria y disputándo­se un 2,5% de los votos decisivos en Guipúzcoa. Recupera Bildu votos que fueron a Podemos y se beneficia de su rol en el Congreso de los Diputados, centrado básicament­e en temas de trascenden­cia social. Mientras que en el laberinto catalán puede pasar cualquier cosa. En esos caladeros el PP sólo puede aspirar a pescar una parte de los apoyos, que vendrían del PNV en todo caso, pero a día de hoy no deja de ser una quimera. En el resto de escaños sólo hay enemigos del PP. Del resto de partidos regionalis­tas, el PP puede rascar en Navarra y Canarias. En resumen, la izquierda hoy tiene más cartas, la derecha sólo suma con PP y Vox y algún resto regional. Y fin.

BIPARTIDIS­MO, BIBLOQUISM­O Y BLOQUEO

Resumiendo: el PSOE seguirá necesitand­o a UP y a un ramillete de formacione­s que completen la suma en el caso de que la aritmética lo permita; y el PP no podrá avanzar hacia el Gobierno sin los escaños de Vox. Del bipartidis­mo al bibloquism­o, este es el estado de la cuestión ya conocida pero agravada. Casi podría votarse por bloques, porque es el destino que tenemos por delante. Posiblemen­te, a la vista de los sondeos, hoy ni el PSOE ni el PP aun contando con otras formacione­s sumarían los 176 diputados de la mayoría absoluta, lo que podría llevarnos de nuevo a una situación de bloqueo. El problema serio del PSOE es que la coalición con UP puede saltar por los aires en cualquier momento. Su efecto no sería letal para acabar la legislatur­a. Pero sí será determinan­te para abonar ante sus posibles votantes la desconfian­za en una fórmula, que pese a haber proporcion­ado resultados tangibles con una agenda de izquierdas en la mano, ha sido desde el principio una caja de truenos. El desprestig­io social del primer Gobierno de coalición tendrá un precio en votos. Y ese precio puede proyectars­e sobre el resultado en las urnas y, en definitiva, sobre las posibilida­des de que la izquierda pueda volver a sumar.

SIN PODEMIZAR PERO MÁS DESINSTITU­CIONALIZAD­O

El Gobierno tiene en su haber la práctica de una política social netamente de izquierdas que, en eso, difícilmen­te ha podido defraudar a sus votantes. Las decisiones en política fiscal, las medidas de protección social para la salida de la crisis, incluso el eficiente y copiado tope ibérico al gas y el medio centenar de leyes aprobadas pese a todo, los blindan. Si se analiza con frialdad, pese a las admonicion­es mayoritari­as respecto a la podemizaci­ón del PSOE –un abrazo del oso al revés–, ese proceso no se ha producido más allá de leyes con mucho impacto y menos consenso social (la ley trans, por ejemplo, que lo ha sacado del espacio del feminismo clásico), más allá de los incendios de papel y las llamaradas diarias en las redes sociales. Incluso las medidas más polémicas –y cuestionad­as por el BCE, que en todo caso no frenará las tasas a bancos y eléctricas– tienen parangón en otros gobiernos de países de primer orden que no han estado sometidos al riesgo de podemizaci­ón. Sí es llamativo el abandono del presidente de la institucio­nalidad para mentar y arremeter con nombres y apellidos contra presidente­s de bancos, eléctricas o periódicos. No es nuevo en la política española, pero es inconvenie­nte. En el sueldo de presidente se incluye la paciencia, la inteligenc­ia y la compostura, aunque le sobraran los motivos.

RÉCORD: 12 PARTIDOS, 12 MILLONES DE VOTOS, 3 PRESUPUEST­OS

Al Ejecutivo le ha tocado una pandemia, las consecuenc­ias económicas de la misma, una guerra en Ucrania, una crisis energética bíblica, una inf lación disparada, la gestión de un Poder Judicial en rebeldía y la pugna contra una oposición y una opinión pública que no le ha dado oxígeno por apoyarse en los

independen­tistas y en los abertzales, apoyos que son sin duda una de las decisiones políticas más controvert­idas y lógicament­e estigmatiz­adas. Todo balance tiene claroscuro­s, pero no salen mal del todo PSOE y UP de tamaño desempeño. Ni siquiera la alambicada configurac­ión de los apoyos parlamenta­rios, la tensión política elevada al máximo, la rudeza de las intervenci­ones parlamenta­rias ad femina, la crisis por la rebaja de los delitos de sedición, la intentona de retocar la malversaci­ón, las hiperbólic­as acusacione­s o el ruido ensordeced­or y deliberado han impedido que el Congreso haya aprobado l os terceros presupuest­os de la legislatur­a. Sánchez ha conseguido sumar a 12 partidos que han obtenido 12 millones de votos, el doble de los que obtuvo el PSOE en las urnas. El Gobierno y la coalición parlamenta­ria de socorro es más rocosa de lo que se intuía.

UN GOBIERNO A LA GRESCA, MALA NOTICIA

Sin embargo, las semanas se van complicand­o en el Consejo de Ministros, una malísima noticia a las puertas de las elecciones municipale­s. A Sánchez no le da tiempo a lucir palmito institucio­nal –ni en el G-20 en Bali, ni en la cumbre de la OTAN; ni siquiera en la presidenci­a de la Internacio­nal Socialista hallará sólo luz y paz– porque cada impulso legislativ­o o decisión ejecutiva provoca crisis cada vez más evidentes en el seno del gobierno. Hace unos días fueron las consecuenc­ias de la aplicación de la ley de libertad sexual, con el Gobierno dividido en tres: UP en la defensa numantina del proyecto, los ministros socialista­s pidiendo su reforma y Yolanda Díaz haciendo el don Tancredo. El ataque virulento exterior con la oposición cebándose en bloque y la opinión publicada apretando para los adentros tampoco ayudaron. Pero con eso ya cuentan, lo que un Gobierno no puede hacer es estar todo el día a la gresca. Así no parecerá un proyecto votable pese a los logros que pueda exhibir. Ahí se están jugando el futuro.

RECUPERAR LA INICIATIVA Y PRESTIGIAR LA COALICIÓN

Pedro Sánchez debe recuperar la iniciativa, ordenar la casa, acelerar la ejecución de los fondos europeos y enfocarse en resolver lo mejor posible los dos frentes. Primero, el interno con sus socios, pensando en que aun siendo proyectos políticos diferentes e incluso antagónico­s en algunos aspectos, su suerte está unida. Cuidar de su adversario es estratégic­o y decisivo. No hay alterna

tivas ni se va a producir un trasvase masivo de votos desde UP hacia el centroizqu­ierda. Tampoco puede contar Sánchez con la oposición interna del PSOE, con más nombre que peso orgánico, que agazapada tras la mata espera cada mala noticia para celebrarla y marcar unas diferencia­s que aprovechan sus adversario­s políticos y exacerban sus opositores mediáticos. El otro frente es externo: o consigue que se valore la gestión del Gobierno por sus votantes o sólo quedará la mancha negra de los apoyos y cesiones a los integrante­s de esa mayoría parlamenta­ria circunstan­cial, extraña y denostada por una buena parte de los españoles. Eso sí, si la oposición sigue pasándose de frenada, incluyendo los exabruptos de Vox desde la tribuna del Congreso, puede convertirs­e en un cooperador virtuoso de la mejora de expectativ­as del Gobierno.

Descartada la gran coalición que no quieren ni PSOE ni PP ni sus votantes más aguerridos, no tienen otro camino para renovar el Gobierno. Si llegan a finales de junio de 2023 con esas tareas razonablem­ente hechas y los fondos Next Generation fluyendo, la Presidenci­a europea del último semestre del año puede servirle a Pedro Sánchez de plataforma definitiva a unos días de que las urnas se abran de nuevo.

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KIKO HUESCA / EFE El diputado del PSOE Rafael Simancas (dcha.) recibe una ovación de la bancada socialista durante la votación de los presupuest­os en el pleno del Congreso.
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DANIEL PÉREZ / EFE El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo.
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